El Vaticano planta cara al islam
El Papa ha puesto en primer plano los derechos amenazados de los católicos
La Razón, 09-07-2006«¡Ya vale de poner la otra mejilla! Protegernos es nuestro deber». Así
hablaba Monseñor Velasio De Paolis, secretario de la Corte suprema del
Vaticano, aludiendo a los musulmanes. Explicando su aparente rechazo a la
recomendación de Jesús a sus seguidores de «poner la otra mejilla», De
Paolis observaba que «Occidente ha tenido relaciones con los países árabes
durante medio siglo… y no ha sido capaz de obtener la más mínima
concesión en materia de derechos humanos». De Paolis no es el único, ni de
lejos, en pensar así; en la práctica, la Iglesia Católica atraviesa un
cambio dramático de una política de décadas de antigüedad con el fin de
proteger a los católicos residentes bajo gobiernos musulmanes. Los
antiguos métodos de diplomacia silenciosa y apaciguamiento discreto han
fracasado estrepitosamente. Los alrededor de 40 millones de cristianos en
Dar al – Islam, observa Patrick Sookhdeo, del Fondo Barnabas, se encuentran
cada vez más como minoría acosada que afronta el declive económico,
derechos en reducción y peligro para la integridad física.
Estas circunstancias duras están haciendo que los cristianos huyan de
sus tierras ancestrales hacia el entorno más hospitalario de Occidente. En
consecuencia, las poblaciones cristianas del mundo musulmán caen en
picado. Dos ejemplos ilustrativos pequeños pero evocadores de este patrón:
por primera vez en casi dos milenios, Nazaret y Belén ya no tienen
mayorías cristianas.
Esta realidad de opresión y declive
contrasta de manera dramática con el ascenso de la minoría musulmana de
Occidente. Aunque supone menos de 20 millones y se compone sobre todo de
inmigrantes y su descendencia, es una minoría cada vez más afianzada y
asertiva, a la que se conceden derechos y protecciones especiales incluso
al tiempo que logra nuevas concesiones legales, culturales y políticas.
Esta disparidad en crecimiento ha llamado la atención de la Iglesia, que
por primera vez señala al islam radical, en lugar de las acciones de
Israel, como el problema central que afrontan los cristianos residentes
con musulmanes. Rumores de esto podían escucharse ya en la época de Juan
Pablo II. El Cardenal Jean – Louis Taurán observaba en 2003 que «existen
demasiados países de mayoría musulmana donde los no musulmanes son
ciudadanos de segunda clase». Taurán exigía reciprocidad: «Igual que los
musulmanes pueden construir sus casas de oración en cualquier parte, los
fieles de otras religiones deberían poder hacerlo también». Las demandas
católicas de reciprocidad han crecido desde la llegada del Papa Benedicto
XVI en abril del 2005, para quien el Islam es la preocupación central. En
febrero, el Papa destacaba la necesidad de respetar «las convicciones y
prácticas religiosas de otros de modo que, de manera recíproca, el
ejercicio de la religión elegida libremente esté garantizado a todo el
mundo».
Los clérigos de nivel inferior, como siempre, son más
abiertos. «La radicalización del islam es la principal causa del éxodo
cristiano», afirma Monseñor Philippe Brizard, director general de Oeuvre
dOrient, una organización francesa que centra su atención en los
cristianos de Oriente Medio. El Obispo Rino Fisichella, rector de la
Universidad Laterana de Roma, aconseja a la Iglesia abandonar su «silencio
diplomático» y en su lugar «presionar a las organizaciones internacionales
con el fin de hacer que las sociedades y estados de los países de mayoría
musulmana afronten sus responsabilidades».
La crisis de las
viñetas danesas ofreció un ejemplo típico del desencanto católico. Los
líderes de la Iglesia criticaron inicialmente la publicación. Pero cuando
los musulmanes respondieron asesinando a párrocos católicos en Turquía y
Nigeria, la Iglesia respondía con advertencias a los musulmanes. «Si
decimos a nuestra gente que no tienen derecho a ofender, tenemos que decir
a otros que no tienen derecho a destruirnos», decía el Cardenal Ángelo
Sodano, Secretario de Estado del Vaticano. «Tenemos que destacar siempre
nuestra demanda de reciprocidad en los contactos políticos con las
autoridades islámicas, y más aún en los contactos culturales», añadía el
Obispo de archidiócesis Giovanni Lajolo, su ministro de exteriores.
Obtener los mismos derechos para los cristianos residentes en los países
musulmanes que los que disfrutan los musulmanes en los países del
cristianismo se ha convertido en la llave de la diplomacia del Vaticano
hacia los musulmanes. Este enfoque serio y equilibrado marca una profunda
mejora de entendimiento que podría tener implicaciones bastante más allá
de la Iglesia, teniendo en cuenta cuántos políticos establecidos ponen el
acento de su dirección en temas inter – credos. Si los estados occidentales
también promueven el principio de reciprocidad, los resultados serían
realmente interesantes.
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