El repunte de la inmigración irregular es evidente, como también lo es, por desgracia, que la llamada Ruta Canaria es una de las más peligrosas. El fallecimiento de tres mujeres en aguas próximas a Lanzarote, la desaparición de ocho personas de la misma embarcación, y la odisea a la que se enfrentan quienes parten, sobre todo, desde las costas subsaharianas hasta el archipiélago, ofrecen el lado más trágico de un fenómeno migratorio que precisa de actuaciones en origen para contener las salidas de pateras y cayucos.

En ese sentido, el Gobierno de España y la Unión Europea tienen que ir de la mano para actuar en los países africanos cuyas costas son las ‘lanzaderas’ de esas barquillas. Canarias ha recordado por activa y por pasiva que es frontera sur de Europa y lo que corrresponde, por tanto, es que la implicación de Bruselas y del conjunto de cancillerías del Viejo Continente sea plena. No se puede repetir el error de 2021, cuando en Bruselas y en Madrid se interpretó que el archipiélago debía actuar como un gigantesco campamento de retención de los migrantes. Eso, como ya vimos, no contiene los flujos de salida, genera tensiones entre quienes llegan y los residentes y acaba convirtiéndose en el caldo de cultivo para la xenofobia y el racismo, dos fenómenos que no se dieron en Canarias en la llamada ‘crisis de los cayucos’ precisamente porque hubo una acción coordinada dentro y fuera de nuestras fronteras.

La lamentable situación vivida estos días en Afganistán ha demostrado que España sí tiene capacidad de acogida cuando hay voluntad política. El Ministerio de Defensa, que durante meses no quiso implicarse en Canarias en la crisis migratoria de 2021, ha estado ahora en primera línea, habilitando instalaciones y contribuyendo con el esfuerzo de su personal. Y junto a Defensa han estado los ministerios de Exteriores, Interior, Migraciones, Sanidad, Presidencia y hasta el de Trabajo y Economía Social, además del jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez. Ojalá haya en Canarias un despliegue y una unidad de criterios similares si se consolida ese repunte migratorio. Pero sobre todo es clave que Madrid y Bruselas se tomen en serio que la única forma de evitarlo está actuando en origen, con un control de fronteras marítimas que evite más desgracia en la travesía y con un desarrollo de aquellos países que ven cómo sus hombres, mujeres y niños emigran para sobrevivir.