«¡Garbiñe! Ya estoy en un autobús rumbo a París», la ansiada llamada de Oumar
Este guineano que llegó a Irun el pasado día 11 comunicó ayer a Irungo Harrera Sarea que había logrado su objetivo de alcanzar la capital gala
Diario Vasco, , 25-08-2021La muga entre Irun y Hendaia ha sido últimamente un nido de noticias trágicas: el suicidio de Tessfit, las muertes de Yaya y Abdoulaye cuando trataban de atravesar a nado el Bidasoa. Hasta sus confines tampoco suelen llegar relatos de un viaje alegre. Pero siempre encuentran el regalo de una sonrisa, un agradecimiento, un mensaje o una llamada de algún migrante que pasó por Irun. «Ayer me llamó el primero al que ayudé hace tres años», apunta Garbiñe Imaz.
Esta integrante de Irungo Harrera Sarea se encuentra junto a Gari Garaialde, que la víspera había formado parte del grupo gautxori que recogió a Aïcha en la estación de autobuses. Sobre la mesa, Garbiñe tiene desplegado un mapa y un cuaderno con las fotos de los lugares de interés para cualquier migrante que trate de llegar a Iparralde y no se pierda: albergues, paradas de autobús, tren… «Con muchos de ellos entablas cierta relación. Solemos guardar el contacto telefónico hasta que nos confirman que han llegado al destino, y con los que por lo que sea más has coincidido o encariñado, mantengo el contacto».
Garbiñe está explicando estos detalles cuando en su móvil recibe un mensaje de audio. Es Oumar, el DJ de Guinea Conakry que llegó a Irun el pasado día 11 y el domingo 15 contó en este periódico sus problemas al ser ‘dublinado’. Es decir, Francia no le concede el asilo –ha sido expulsado dos veces de Sochaux– porque hizo el primer trámite en España –«Me hicieron firmar unos papeles que no entendía», explicó Oumar–, lo cual le impidió dormir en el recurso de Hilanderas (limitado a migrantes en tránsito) y le llevó a pernoctar en un banco de la plaza San Juan. El entusiasmo del guineano es evidente: «¡Garbi, Garbi! Estoy en un autobús rumbo a París», donde según Garbiñe «40.000 africanos viven en la calle».
Garbiñe se alegra por Oumar, consciente de lo que le costó superar la frontera. «Lo intentó seis veces, de todas las formas posibles. Un día iba con otra docena y se perdieron en el monte». Acabaron cerca de Bera, en los vericuetos a los que obliga la vigilancia policial en la muga.
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