«Con el confinamiento los hombres salían a la compra como excusa»
El colectivo feminista Kiskali presentará el 29 de julio un documental en el que mujeres basauritarras narran cómo viven la pandemia
El Correo, , 21-07-2021Enfermeras como Paula, trabajadoras de supermercado como Aitziber, limpiadoras, profesoras… La pandemia tuvo y tiene cara de mujer. Algunos de los colectivos que más dieron el callo durante el confinamiento y que lo han seguido dando a lo largo de la pandemia, están fuertemente feminizados. Sin embargo, en los libros de texto que se escribirán en los próximos años su labor quedará en un segundo lugar o incluso ni se recogerá. Ha pasado a lo largo de toda la historia. Por ello, para combatir una tendencia que se repite cada vez que sucede un hecho trascendental, el colectivo feminista Kiskali de Basauri ha realizado un documental en el que participan once basauritarras y que se presentará el próximo 29 de julio en la casa de cultura de Ibaigane.
La idea surgió después del confinamiento, en torno al mes de «julio» del año pasado, aunque no fue hasta noviembre cuando se pusieron a grabar. «Teníamos la necesidad de contar las experiencias y aunque en un primer momento nos pareció que un documental era un proyecto ambicioso, pensamos que era lo más adecuado para que se pudiera ver en el futuro, dentro de un tiempo, cuando quizás lo que hemos vivido se haya olvidado», explica Helena Pérez, una de las artífices del trabajo.
Paula, enfermera
«Es mentalmente agotador, no hay colchón psicológico»
Llevar más de año y medio con la tensión de luchar contra un enemigo invisible pasa factura. Las sanitarias han estado al pie del cañón y aunque en un primer momento fueron tratadas como heroínas, la realidad ha sido muy distinta. «Necesito cuidarme, este sistema no lo está haciendo. No hay ningún sitio en el que nos estemos desahogando. Mientras salían a los balcones a aplaudir, teníamos que aguantar malas contestaciones y confrontaciones con los pacientes. Esto es una crisis de cuidados y a las jóvenes se nos ponen más responsabilidades», recuerda.
Oihane, trabajadora de Marienea
«En marzo todos los hombres salían a hacer la compra»
Con la prohibición de salir a la calle únicamente para tareas imprescindibles, como hacer la compra, «las calles se llenaron de hombres». Quizás, no habían ido nunca a comprar el pan, pero era la única opción para escaparse de casa. Sin embargo, esa ‘valentía’ y esa ‘protección’ que anunciaban entre las cuatro paredes, ha provocado que las mujeres mayores se queden en casa. «Hay familias que siguen con ese discurso de ‘quédate en casa’, pero si hay espacios seguros, ¿porque no tienen que estar en la calle», se pregunta la activista.
Aitziber, sector alimenticio
«Compañeras han ido a la cámara para bajar décimas»
En el sector de la alimentación no hubo tregua durante los dos meses de confinamiento. Los trabajadores de un colectivo en el que predominan las mujeres no descansaron. Soportaron jornadas maratonianas, sobre todo quienes que atendían negocios propios. Esta basauritarra fue una de ellas y denuncia que «he visto situaciones de compañeras que tenían unas décimas de fiebre, pero nada, les mandaban entrar en la cámara a bajar las décimas», lamenta.
Mabel, trabajadora del hogar
«Las restricciones afectaron más a las irregulares»
Ser inmigrante no es fácil, si la situación es irregular, se complica aún más el salir a la calle en busca de un trabajo. Con el confinamiento y la imposibilidad de moverse, las personas migradas fueron las más perjudicadas. «Las mujeres que se dedicaban a los cuidados, las trabajadoras del hogar, etc… fueron las que más salieron perdiendo en este tipo de circunstancias por estar en un plano B, en el que no se les considera ciudadanas de la Unión Europea, pero tampoco de España o del País Vasco», lamenta.
Lorena, madre
«Esto ha sido sálvese el que pueda»
Ser madre trabajadora siempre es complicado, pero si además hay que trabajar desde casa y a la vez controlar como siguen las clases los más pequeños, la posibilidad de acabar majara es alta. Para Lorena esta situación ha demostrado que «la conciliación no existe». «Sólo pueden disfrutar de ella aquellas mujeres o familias que gozan de un privilegio económico. Es lo único que ha demostrado la pandemia. Aquí lo que prima es la economía y sálvese el que pueda, pero teniendo dinero es distinto», afirma.
Itoiz, estudiante
«Hay más precariedad , el que tiene un contrato bien, pero el resto…»
Para esta estudiante en la Universidad, que a la vez es profesora de clases particulares, la pandemia ha incrementado y ha hecho visible una «precariedad que cada vez es mayor». Reconoce que se ha visto fácilmente porque «el que tenía un contrato», una vez que vino la pandemia, ha mantenido preferentemente sus condiciones. «El resto no hemos tenido tanta suerte.», dice.
(Puede haber caducado)