ENTREVISTA // CARMEN DURÁN >> 'MAQUILADORA'

"Los bolsillos del empresario se llenan con nuestra miseria"

El Periodico, 06-07-2006

Tapachula (México), 1971
Es uno de los testimonios del documental ‘Maquilapolis’

Tijuana es la antesala sin puertas del sueño americano. La ciudad fronteriza de México en las que las multinacionales abren sucursales, explotan la mano de obra y las cierran sin remordimientos. Carmen Durán lleva cinco lustros en las maquiladoras (cadenas de ensamblaje). Tiene 35 años, pero sus manos hablan de 70.

– – ¿Cómo empieza su historia?
– – Me quedé huérfana de madre a los 4 años. Mis tres hermanos se fueron con mi padre a Los Ángeles, y yo me quedé con la abuela, que tenía una taquería. A los 13 años cogí un bus y me fui a Tijuana, de paseo, con una amiga. Y de allí me escapé a ver a mi papá a California. Estuve unos días, pero la novia de un hermano me acusó de ser una pollera, de cruzar a gente por la frontera.

– – ¿Con 13 años?
– – ¿Qué le parece? Inmigración me quitó los papeles, me detuvieron y me metieron en un reformatorio de Tijuana. Una cristiana me sacó y me llevó con mi tía. Mi sueño era trabajar en un centro comercial, donde las chicas iban tan bien vestidas…

– – No lo consiguió.
– – Sí, sí. Pero me casé y nos mudamos a una zona marginal. Tenía 24 años cuando entré en la maquiladora. Empecé en MG, que quebró.

– – Saltó a otra.
– – A Sanyo, que tenía 50 naves para la fabricación de los 50 componentes del televisor. Todo fue bien hasta que secuestraron al administrador y pusieron a otro. Nos empezaron a presionar. No podíamos hablar, ni ir al baño, ni salir de la línea de producción. Echaron a gente. Y nos anunciaron que la nave iba a cerrar en México para abrir en Indonesia.

– – La deslocalización no se anda con miramientos.
– – Es la táctica que emplean para no pagar despidos. Muchas naves cambian de nombre. Las peores son las empresas coreanas, que ofenden al trabajador. Los norteamericanos van con el lavacoco. Te dicen que quieren tu bien, pero te explotan igual.

– – No ha acabado de contar si al final perdió el trabajo.
– – La presión se hizo más fuerte. Empezó el alboroto. Yo, que estaba embarazada, tuve a mi bebé. Pero al regresar ya no podía cargar las cestas de 50 kilos de plomo. Me ofrecían 500 dólares para que me fuera, cuando me correspondían 2.200. No acepté. Empecé a hacer talleres de derecho. Y, tras negociar, gané.

– – Pero no se salió del infierno.
– – Trabajé seis meses en Panasonic y ahí me di cuenta de que tenía plomo en la sangre. Tosía feo, me salían ronchas, estaba al borde de la leucemia. Trabajaba un día sí y al otro no podía levantarme de la cama. Presentaba certificados de incapacidad y me querían despedir. Y otra vez a pelear. Así en Shonen, Gambro, SZ Jones, Mabuchi Motor…

– – Muchas mujeres de la maquila desaparecen.
– – De camino a casa, atravesamos a pie descampados oscuros, entre las naves. Yo misma, que ahora trabajo de noche, tardo una hora en llegar. Por la mañana, muchas aparecen degolladas y violadas. Pero la policía no hace nada. Lo venden como casos de violencia doméstica.

– – Tanto riesgo por un televisor o unas zapatillas deportivas…
– – Es agradable montar un producto y que la gente lo compre, ¿cierto? Pero es injusto que las empresas lo vendan a un alto precio y a ti te paguen tan poco. Los bolsillos del empresario se llenan con nuestra miseria.

– – Si no es indiscreción, ¿cuánto gana una maquiladora?
– – Unos 50 dólares a la semana. Y con eso no pagas ni la mitad de la compra. Yo, para sobrevivir, he llegado a hacer tres turnos. Entraba a las 4 de la tarde y salía a las 12 del mediodía siguiente. Dormía de la 1 a las 3 de la tarde. Ahorita trabajo dos turnos.

– – ¿Tiene hijos?
– – Tengo tres. Me los cuida una vecina, porque a mi marido lo despaché. Intentó ponerme la mano encima.

– – Menuda valiente.
– – Me han ofrecido chochitos (pastillas) cuando me he quedado dormida en la máquina. Los hombres las toman, pero yo no. Hay muchos accidentes laborales. Muchachas sin dedos, sin brazos, sin ojos por astillas que saltan de los componentes. Yo una vez caí en una zanja llena de cables eléctricos. Vi luces de bengala a mi alrededor. Sentí hormigas en los pies. Sobreviví, gracias a Dios.

– – Y se ha convertido en una especie de cabecilla de la maquila.
– – Ahorita estoy en Piedras del Pacífico, una factoría norteamericana que hace piedras arquitectónicas para fachadas. Es un trabajo de hombres. Pero quiero seguir estudiando para ayudar a la gente que no sabe cómo defenderse. Hay mucho analfabetismo en la maquila. Y mucho miedo. El miedo es el peor enemigo.

– – ¿Usted no tiene miedo a nada?
– – Solo temo a Jesucristo.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)