Cuando el cine muestra las historias detrás de los refugiados

Eduardo Moyano publica «Peligro: refugiados», que desea hacerlos visibles

La Razón, Juan Beltrán, 15-07-2021

Con frecuencia vemos en televisión imágenes de refugiados o inmigrantes, escenas a veces dramáticas de niños ahogados o muertos en mitad del desierto, hechos cada vez más habituales ante los que sentimos impotencia o bien indiferencia. «Algunas nos impactan y se nos quedan en la retina, como la de Aylan, aquel menor sirio muerto en la playa o la del que salvó el Guardia Civil de las aguas hace poco, pero suceden diariamente y muchísima gente muere en el mar jugándose la vida por intentar alcanzar un mundo mejor en el que va a ser muy difícil entrar y adaptarse a una sociedad que los rechaza»; esto afirma Eduardo Moyano, que publica «Peligro: refugiados» (Ediciones de la Torre). Para el periodista y escritor, este es el tercer libro que escribe vinculado a los movimientos migratorios. En él ahonda en la situación de las personas refugiadas –casi 80 millones en todo el mundo– con el cine como referente. «Hablo de refugiados por cuestión de guerras, de raza, de religión, por cuestiones sexuales y, cada vez más, por el cambio climático», asegura. Un porcentaje de las ventas del libro irá destinado a los programas de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado.

Su objetivo es hacer visibles a los refugiados, «que cine y documentales sirvan como testimonio y denuncia», además de «reconocer la labor de ongs como CEAR, Acnur, Amnistía Internacional, Cruz Roja, Médicos sin fronteras o Save the Children, que cumplen una labor fundamental y a veces se juegan la vida, como la cooperante española recientemente asesinada». Para Moyano, «sería fantástico que estas películas se vieran en institutos y colegios, que pudiesen debatirse y conocer lo que pasa. La UE no encuentra la solución, da dinero a países limítrofes como Turquía, Libia o Marruecos, pero eso no soluciona nada, hay que trabajar en los de origen, ayudarlos y formarlos en colaboración con las autoridades de cada país. Europa se aprovechó de ellos y ahora debería devolverles algo», afirma.

En periodismo existe el dilema de si hay que mostrar ciertas imágenes en los informativos, ¿es positivo? «A veces se hace pornografía del dolor –apunta–, se exhiben y manosean demasiado, como el caso de Aylan, que casi parecía un muñeco tirado. Hay que informar y nada más, lo que se hace después es un “reality” abusando de las imágenes». Porque los refugiados no son números. «Detrás de cada uno hay una persona que huye de una situación terrible de violencia (lo que le pasaba a «Adú» con su hermana); hay pobreza económica, hambre y miseria; huyen de guerras, como en Siria, refugiados en su propia casa, como en “Alma mater”, una de esas cintas esenciales que describen de manera claustrofóbica una guerra de once años; gente con una vida y un país normal que luego ha sido destruido; o los venezolanos, que unen una crisis económica fortísima y los problemas políticos con Maduro».

Intolerancia y odio

El título es concluyente y muy significativo. ¿Por qué y para quién son un peligro los refugiados? «Determinados sectores de la derecha internacional y de la sociedad los considera una amenaza, son muy sensibles a que lleguen, no les gusta». Y advierte: «Quede claro que no soy de los que piensan que todo el mundo que quiera puede entrar directamente a un país europeo porque es imposible, no tenemos tanta capacidad, pero hay quienes los criminalizan; cualquier robo, crimen o acto violento se los adjudican como si fuesen los malos de la historia. Hay intolerancia y odio, les molesta que se les dé comida, casa… lo que sea, creyendo que van a perder algo, pero no perdemos nada, no quitan trabajo, hacen los que no quieren los nativos. Es increíble –continúa– el odio mostrado a la chica que abrazó al refugiado en Canarias, cómo la atacaron, las barbaridades que se dijeron», se lamenta. «El título es irónico porque los que llegan lo hacen destrozados y con muy pocas ganas de causar problemas», afirma.

A veces parece que se nos olvida que somos un país de emigrantes, que los españoles salimos de nuestras casas hacia Europa o América para sobrevivir. En los años 60, gente de Extremadura, Andalucía o Castilla cogía una maleta atada con una cuerda, se subía a un tren y emigraba, aunque el régimen franquista lo ocultase, era como si no existiera y aunque el cine la contase a través de comedias. Nunca antes ha habido más muros ni más fronteras que en el siglo XXI, blindados ante la «amenaza» de refugiados e inmigrantes. «En 1989, cuando cayó el muro de Berlín, había once fronteras protegidas, ahora, en 2021, existen setenta. Sobre esto, recojo unas palabras del Papa Francisco que son muy significativas: “Vergogna, e una vergogna”», concluye.

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