Un horizonte sin segregación escolar
Diario Vasco, , 17-05-2021
Al mundo de la escuela le suele tocar pagar los platos rotos de la sociedad a la que pertenece. Así, todo lo que esta última contiene termina por aparecer en la primera, que ha de ir sorteando cambios y desequilibrios de distinta índole, sin perder de vista lo esencial de ella: la impartición de la docencia y el desarrollo de unos proyectos educativos que redunden en beneficio del alumnado. Así, gestionar la educación hoy no sería otra cosa que tener en cuenta las diferentes problemáticas en torno suyo, para abordar de la mejor manera posible los procesos de enseñanza y aprendizaje que le atañen.
No es necesario subrayar lo que una pandemia está provocando en las aulas. En medio de ella el uso de las nuevas tecnologías, venía siendo tiempo atrás un reto materializado a distintas marchas. Todo ello, desde luego, si se pone la mirada en la necesaria transformación de los centros educativos, hacia lo que Mariano Fernández Enguita llama un «nuevo ecosistema escolar». Varios cambios, a la vez, y de calado, para que, en estos tiempos complicados, la escuela pueda seguir su camino. Por otro lado, otras problemáticas están presentes en el quehacer diario de las escuelas. De estas, me quedaría con la que ocasiona el reparto desigual de la riqueza, que origina desigualdades sociales diversas, las cuales, con una economía muy poco solidaria, y la presencia de una pandemia persistente, hacen de parte de la ciudadanía un colectivo vulnerable y carente de recursos. Abunda, pues, la metáfora de las ‘brechas’ ya, incluso, tiempo atrás establecidas, en una sociedad cada vez menos cohesionada y más desequilibrada.
Justo cuando la universalización de la enseñanza está más que asumida y, por ello, hemos de felicitarnos, ha llegado la hora de que tal realidad se transforme en otra que focalice la educación hacia planteamientos más personalizados y diversos, y que atiendan de manera efectiva la equidad e inclusión, de cara al progreso individual de cada alumno. Parece lógico, además, dado que la pluralidad de opciones y expectativas de conocimiento que ofrecen las sociedades de hoy en día necesitan un abanico de posibilidades y perfiles que, en interacción con las novedades que surgen a diario, se adecúen, el día de mañana, a tales exigencias. Semejante cambio cualitativo, también lleva tiempo queriéndose materializar, sin lograrlo. Esta ya vieja aspiración se topa con problemas, como los que soporta una sociedad no cohesionada y acuciada por una serie de ‘brechas’, que inciden sobre todo en clases bajas y medias y que, a la postre, se convierten en obstáculos, para el sistema de enseñanza. Un fenómeno que surge, en torno a ello, es el de la segregación escolar, a la que se abocan alumnos, más o menos vulnerables, en el plano socioeconómico y de recursos (otras por origen nacional o inmigrante, género o necesidades educativas especiales). Un informe, a cargo de EsadeEcPol y Save the Children, publicado a finales de abril (‘Diversidad y libertad: reducir la segregación escolar respetando la capacidad de elección del centro’, A. Ferrer y L. Gortazar), que dice que, en la etapa de Primaria, la segregación socioeconómica en España es de las más altas, en relación a la media de los países de la OCDE, solo por detrás de Lituania y Turquía, y que la Comunidad de Madrid tiene una todavía mayor, solo inferior a la de Turquía, mientras que, en la ESO, la segregación por origen inmigrante es relativamente baja en España y muy elevada en el País Vasco, se hace al comienzo una pregunta: «¿Por qué la segregación escolar es un problema para la eficiencia del sistema educativo y la igualdad de oportunidades?». Si bien dicha pregunta sirve de guía al estudio presentado, resulta útil para enmarcar la respuesta y ayudar a contemplar la cuestión de fondo de la segregación escolar, cuyas consecuencias negativas se desglosan bajo dos puntos de vista. Desde el sistema educativo, exceso de fracaso y abandono escolar temprano y consecuencias sobre la eficiencia del gasto, la cohesión de las sociedades, el mercado de trabajo, la estabilidad de la profesión docente y la sostenibilidad de las cuentas públicas. Desde el prisma del alumnado y las familias, consecuencias no buenas en términos de aprendizaje, probabilidad de titulación, comportamiento cívico e ingresos en la vida adulta. Por último, se señala que, en tanto en que la segregación por motivo residencial pierde peso, esta se amplifica más por causa de las políticas educativas que se lleven a cabo, tanto en cuanto a las políticas de oferta (oferta diferenciada, organización escolar, políticas de admisión, de recursos), como a las de la demanda (preferencias de las familias, estructura y dinámica residencial). Confiemos en que la enésima ley educativa, que está empezando a andar, la LOMLOE, se conjugue con ellas y, siendo emblema de la personalización y la diversidad, despeje el ya viejo y todavía negro horizonte de la segregación escolar.
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