La pobreza también necesita vacuna

Cerca de 30.000 personas acuden a los repartos de comida en Gipuzkoa, entre ellas cada vez más ciudadanos del territorio afectados por la pérdida de empleo. «Si no fuera por esta ayuda, me moriría de hambre»

Diario Vasco, MACARENA TEJADA, 17-05-2021

«O me muero de hambre o duermo en la calle». Una familia. Dos adultos con dos hijos. Uno pierde su trabajo. El otro cobra 500 euros al mes. Deben elegir si destinar ese dinero a la comida o a un techo bajo el que poder descansar. No es una historia ficticia, es la vida de las 30.000 personas en Gipuzkoa que han recurrido en el último año a los repartos de comida que organizan asociaciones como el Banco de Alimentos y Cruz Roja. Entre ellas, cada vez más personas locales, que han terminado por cruzar la frontera hacia la pobreza por la crisis asociada a la pandemia. Un año después, los primeros signos de recuperación económica todavía no llegan a esta realidad.

Con el ruido del despertador Ana, que quiere preservar su anonimato, se prepara para afrontar «ya con desesperación» una jornada más de llamadas, entrega de currículums y «horas sueltas de trabajo». Es su día a día. La rutina a la que «por desgracia» ya se ha hecho, y de la que espera «salir pronto». Mientras tanto, a la vacuna a la que se aferra es a la de los repartos de comida. «Sin ellos me moriría de hambre». O, en todo caso, «no podría pagar el alquiler» del piso, apunta esta guipuzcoana que desde hace tres de meses acude puntual a su cita con Cruz Roja en Donostia. Las colas del hambre han desaparecido, y en su lugar, se aplican rigurosos protocolos con cita previa y distancia. La pandemia también ha barrido otras ideas preconcebidas. Las entidades sociales revelan un incremento de «ciudadanos vascos que necesitan ayuda» y Ana es una de ellas.

Entra por la puerta de la sede situada en el barrio donostiarra de Amara, se limpia las manos con gel hidroalcohólico y se identifica. La asociación, que puso en marcha los repartos de comida dentro del ‘plan Responde’ cuando estalló la pandemia, realiza las entregas con cita previa «para evitar aglomeraciones» en época de Covid. En las cajas se observan galletas, pasta, arroz, legumbres, leche, carne y hasta productos básicos de higiene, como las mascarillas. «Una bendición» para los usuarios, que racionan las dosis para «evitar los máximos gastos posibles».

Precariedad laboral
Con su programa de emergencia por el coronavirus, Cruz Roja ha ayudado a 70.000 personas en situación de pobreza y vulnerabilidad en Gipuzkoa. El 42%, unas 29.400, han precisado alimentos y productos de primera necesidad al carecer de recursos económicos para obtenerlos. Hablamos de la mayor movilización de medios humanos y materiales de la historia de Cruz Roja España en un momento en el que «la precariedad laboral ha disparado la pobreza» y, por lo tanto, «la demanda», apuntan desde la entidad social, que ha percibido un incremento global del 30% de ciudadanos atendidos desde marzo de 2020.
Como Ana, la mayoría de quienes han tocado la puerta de Cruz Roja Gipuzkoa han sido mujeres, un 56%, lo que muestra «una feminización de la pobreza», advierten desde la asociación. La mayoría eran trabajadoras del hogar muchas en situación irregular y perdieron su empleo con la pandemia. Algunas de ellas siguen aún sin trabajo. Ni siquiera tienen derecho al paro.

LAS CIFRAS
70.000
personas han sido atendidas por el ‘plan Responde’ de la Cruz Roja en Gipuzkoa desde que comenzó la pandemia.
29.400
ciudadanos han acudido a un reparto de alimentos o de productos básicos de Cruz Roja en el territorio en el último año.
30%
Cruz Roja ha percibido un incremento global del 30% de personas atendidas desde marzo de 2020.
56%
de los atendidos por Cruz Roja Gipuzkoa han sido mujeres, lo que muestra «una feminización de la pobreza».
25%
Cáritas ha ayudado a un 25% de hogares nuevos en Gipuzkoa. En total, 3.969 familias y 5.621 personas.
También ha habido un alto número de hosteleros, sobre todo camareros, que se vieron en la calle de la noche a la mañana cuando cerraron los bares y restaurantes. «Los continuos Ertes a los que se han sometido han hecho mella en su situación económica», hasta verse sin ingresos y «con problemas» para salir adelante, aseguran los profesionales de Cruz Roja.

Uno cada quince minutos
A escasos tres kilómetros, en la parroquia San Sebastián Mártir del Antiguo, acuden con el mismo fin 180 familias, once con bebés. Les derivan desde Cáritas, que el pasado año prestó servicio a un 25% más de hogares en Gipuzkoa (3.969 familias y 5.621 personas), además de los que llegan desde los servicios sociales de Donostia.

A su hora uno cada quince minutos, atraviesan la entrada trasera del edificio, normalmente acompañados de un carrito de la compra. Allí reciben los productos que Pilar Unceta, voluntaria y responsable del reparto, y el resto de compañeros les ofrecen. Se repite el tipo de alimentos. Al igual que en Cruz Roja, se entregan productos para desayunos, comidas y cenas, además de básicos de higiene. «Sin ellos no podríamos seguir adelante. Viviríamos en la calle o nos desnutriríamos», agradecen los beneficiarios, que claman por una vacuna contra la pobreza y se preguntan cuánto tiempo durarán los efectos secundarios del daño económico y social provocado por esta interminable pandemia.
Los más pequeños muestran su cariño a los voluntarios
Los voluntarios de Cruz Roja Gipuzkoa no pararon ni durante el confinamiento obligatorio. Si bien las entregas presenciales en Amara no empezaron hasta más adelante, en marzo repartieron comida a domicilio a los más necesitados. Los más pequeños de estas familias mostraron su agradecimiento mediante dibujos. «Gracias por ayudarnos y estar con nosotros», dicen en ellos.

Liset | Familia monoparental
«Me ayudan con la comida y habitación. Estoy agradecida»

Vine a Gipuzkoa en busca de algo mejor. Quería trabajar, ganar dinero y ayudar a mis dos hijos, que están en Nicaragua, pero me ha cogido la pandemia de por medio y mis planes han hecho aguas». Es la historia de Liset, que desde hace varios meses recurre a la parroquia San Sebastián Mártir del Antiguo, en Donostia, «para poder comer. Si no llega a ser por ellos estaría en la calle».

Cuando llegó a Euskadi en octubre de 2019, hace casi dos años, encontró trabajo «como limpiadora» en domicilios. «Eran pocas horas», pero le servían para empezar a ahorrar y ayudar a sus hijos, a quienes le gustaría tener con ella pronto, aunque fuera en la distancia. Ahora, lamenta que con el Covid y sin papeles «nadie te contrata. Además, la gente todavía tiene miedo a que entre alguien de fuera a casa y te contagie, aunque se ha demostrado que puedes coger el Covid en cualquier sitio».

Cuando se decretó el confinamiento domiciliario obligatorio en marzo de 2020 perdió su puesto de trabajo. «Tenían miedo a los contagios. Desde entonces nadie me ha vuelto a contratar. Es muy duro. Estoy muy agradecida a la parroquia y a Cáritas, que fueron quienes me pusieron en contacto con este reparto», explica. Es más, Cáritas le ayuda «con la habitación», lo que supone un alivio para Liset, que en estos momentos carece de ningún tipo de recurso para poder reconstruir su vida. Incluso, en algún momento, ha pensado en regresar a su país, «pero allí la situación es mucho peor».

En su lucha diaria, no se olvida de sus hijos. «Les tengo presentes en todas mis decisiones. Si ya es duro vivir una situación así, imagínate teniéndoles a ellos tan lejos de mí. Les echo mucho de menos. No puedo dejar de pensar en ellos».

Roberto | Se quedó sin trabajo por el covid
«Dormía en la calle hasta que una mujer me ayudó. Es duro»

Cuando estalló la pandemia en la primavera del año pasado Roberto trabajaba en un local de ocio nocturno. «Me dijeron que iba al Erte, pero aún no he cobrado nada», asegura. Se quedó sin trabajo y, como consecuencia, «sin dinero para poder pagar un alojamiento, por lo que estuve durmiendo en un albergue social» hasta que en verano, con la desescalada, se mudó a Córdoba en un intento de reinventarse. «Trabajé un mes y medio allí, coincidiendo con la época estival, y me volví. Ya no había nada que hacer. La segunda ola estaba empezando, con las limitaciones que eso trajo», recuerda.

A su vuelta a Donostia se enfrentó a una realidad más difícil de la que había dejado. «No tenía dónde ir y dormía en la calle. Una mujer me vio desubicado y me pagó el alquiler durante un mes. Siempre le estaré muy agradecido». Ella también le puso en contacto con el Servicio Municipal de Urgencias Sociales de Donostia (SMUS), quienes le derivaron a la parroquia San Sebastián Mártir de Donostia. «En mayo empiezo a trabajar. Estoy muy ilusionado», explica mientras sus ojos se cierran de la ilusión.

En el último año a Roberto le ha pasado «de todo». Ha sido una época «muy difícil» para este joven, que acaba de encontrar trabajo y se despide de los voluntarios de la parroquia del Antiguo «muy esperanzado», además de «afortunada». Su caso, sin embargo, no es habitual. Normalmente pasan muchos meses desde que estas personas llegan a los repartos de alimentos hasta que encuentran una oportunidad laboral. Roberto solo ha necesitado dos meses, pero lo que ha vivido hasta llegar este momento ha sido «demasiado duro». Quizá de «las peores» experiencias que recuerda. Por suerte, «ya ha quedado atrás».

David | No tiene trabajo
«Lucho a diario para sacar adelante a mi hijo pequeño»

David Joel es de Nicaragua, pero «hijo de españoles», matiza con orgullo. Sin embargo, independientemente de su ascendencia y pese a llevar cuatro meses en Gipuzkoa, todavía sigue en situación irregular. «No me dan el permiso», se lamenta, «cansado» de enfrentarse día tras día a la misma situación, que se ha vuelto «muy difícil de soportar». «Desesperado» por encontrar una solución a su estado, acude a los repartos de alimentos mensuales de Cruz Roja desde marzo de 2020, cuando se pusieron en marcha por la crisis sanitaria del coronavirus. «Necesitábamos ayuda, pero nos organizamos bien con todo lo que recibimos», dice, sin querer pensar cómo estaría en estos momentos si no fuera por el apoyo de esta asociación.

A comienzos de la pandemia, tanto él como su esposa e hijo se contagiaron del Covid-19. «Lo pasamos muy mal, pero afortunadamente se quedó en un susto». Entre el impacto del virus y su delicada situación, «la trabajadora social nos habló de Cruz Roja y vinimos. Mi mujer es la única que trabaja en casa, porque mi hijo es pequeño y yo no puedo al no tener el permiso. Es una faena, porque estoy muy limitado. Con lo que cobra tenemos que pagar un piso de 800 euros, además de los gastos. Sin ayuda es imposible», admite David, que vive «momentos muy difíciles» desde que la pandemia agravara su situación.

«Sin esta comida no sé cómo haríamos para sobrevivir», admite, con su hijo, de dos años, siempre en mente. «Lucho a diario para sacarle adelante. Por muy complicada que sea nuestra situación, no podemos rendirnos. Hay que seguir buscando oportunidades como sea. Estoy muy agradecido a la ayuda de la Cruz Roja, por que gracias a ellos nos alimentamos cada mes».

Claudia | Su jornada laboral se ha reducid
«Soy limpiadora en hostelería. Apenas tengo trabajo»

Claudia duda si contar su historia. «No es sencillo verbalizar lo que te sucede» cuando eso implica admitir una falta de recursos económicos, en su caso ligada a la precariedad laboral que ha dejado la crisis sanitaria actual. Hace cuatro meses que acude a Cruz Roja a por alimentos y productos de higiene. Su situación es un ejemplo de las consecuencias de la limitación de la hostelería en el último año. Cierres de los locales y el horario por franjas en el interior, sobre todo. «Soy limpiadora de bares y restaurantes», explica, «y ahora trabajo mucho menos. Apenas tengo unas horas semanales». Esa caída de su jornada laboral le obligó a recurrir a una trabajadora social a final del año pasado. «Ella me derivó a la Cruz Roja, que me ha ayudado mucho en todo este tiempo», agradece.

Desde que comenzó la pandemia y se cerró la hostelería por primera vez gana «mucho menos», pero sigue teniendo que pagar el alquiler y las necesidades de sus hijos, de 11 y 17 años. «Todavía necesitan mi ayuda, dependen totalmente de mí y tengo que cuidarles», subraya mientras baja la mirada.

Con las entregas de comida mensuales, «hay cosas que ya no se necesitan comprar», como las mascarillas, que al ser de usar y tirar, «suponen un gran gasto». La comida, además, la «raciono y así alcanza para varios días. Si compro, es mucha menos cantidad». Ese dinero que no invierte en alimentación lo usa así para pagar el alquiler, el agua o la calefacción. «Las facturas llegan puntuales y ahí hay que cumplir. La única opción que tengo para llegar a todo en estos momentos es acudir a la Cruz Roja», admite, no sin dejar claro su deseo de recuperar las horas de trabajo perdidas para «valerse» por sí sola.

Julio | En busca de empleo
«Si antes ya era difícil encontrar trabajo, ahora lo es más»

La pandemia nos ha afectado a todos. A unos más que a otros, pero este último año ha sido de todo menos fácil. Parece que vivimos en una pesadilla constante de la que necesitamos despertar. Encontrar trabajo y poder vivir dignamente». Estas palabras pertenecen a Julio, que recibe ayuda de Cáritas y acude cada mes desde hace dos años a los repartos mensuales de la parroquia San Sebastián Mártir, en el barrio del Antiguo en Donostia.

El de Julio, nicaragüense que lleva tiempo en la capital guipuzcoana, es el caso de muchas personas que aunque requerían ayuda de los servicios sociales desde hace tiempo han visto sus necesidades «incrementadas» por la pandemia. «Si antes ya me resultaba difícil encontrar trabajo, ahora lo es aún más. Estoy estudiando un curso para encontrar un empleo, pero no es sencillo. Es una complicación que te contraten y además, con la pandemia, apenas hay puestos de empleo disponibles. Estudio a diario para conseguir una oportunidad, pero por ahora no tengo nada».

Mientras intenta abrirse camino en lo laboral, es su mujer quien trabaja. «Hace unas horas que nos sirven para pagar el alquiler. Por ahora, con eso y las ayudas para comer, además de los productos de higiene básicos, resolvemos el día a día. En estos momentos resalta eso es lo más importante, solo pensamos en tener lo necesario para vivir, aunque el objetivo es que los dos trabajemos y podamos cubrir nuestros gastos con nuestros sueldos, sin recurrir a ninguna asociación. Esa es la idea. La pandemia nos ha dificultado las cosas, pero seguimos en ello. Nadie se queda libre de una crisis como esta y menos aún si antes también tenías alguna necesidad», admite Julio.

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