El Centro, tomado por la Policía

El compromiso de la Delegación del Gobierno y del Ayuntamiento ha llenado

La Razón, 02-07-2006

Madrid – Isabel, presidenta de la asociación de vecinos del barrio de
Universidad, a la espalda de Gran Vía, se ilusiona cuando habla de su
barrio. Hasta hace poco todo había sido predicar en el desierto.
Denunciar, una y otra vez, de forma infructuosa, la degradación del
entorno donde vive. De palabra. Con videos. Tuvo que morir una mujer
apuñalada, Victoria, una ucraniana que ejercía la prostitución en Luna –
para que las tornas cambiasen un tanto. Una desgracia por una esperanza.
   La Delegación del Gobierno se ha comprometido a que la cosa no quede en
palabras: la presencia policial se refuerza llamativamente e incluso se
atisba la posibilidad de que el Ayuntamiento remodele por completo la
plaza de Luna.
   Lo cierto es que la situación del barrio es
complicada. Zonas cercanas – sin ir más lejos, el barrio de Maravillas – han
mejorado sus condiciones, reduciendo criminalidad y convirtiéndose en
modernos escaparates y tiendas «fashion»; pero Luna y aledaños, no. La
calle del Pez hace de frontera natural. Desde allí, hasta Gran Vía, la
situación empeora y se llena de personajes sin suerte. Heroinómanos,
prostitutas, indigentes y alcohólicos sin rumbo.
   «El problema
es la droga». José es vecino desde que nació, hace unos cuarenta años, en
la calle de la Estrella, y afirma: «Nunca había visto tantos yonquis por
aquí, excepto quizá, hace unos veinte años». Para él el problema es la
droga. «Las prostitutas no crean conflictos. Siempre las ha habido. Yo a
la Pili, por ejemplo, ya la saludaba cuando iba a la escuela», dice. Y
ríe. Su negocio, muy específico, no se resiente por el ambiente, pero el
de otros muchos sí. Sólo hay que darse un paseo para contar los locales
que han desistido. Desde viejas tiendas de paraguas a modernos locales
para amantes de los juegos de rol y la parafernalia galáctica. «Lo que yo
no entiendo, continúa José, es que esto pase justo en Gran Vía, en pleno
centro. En todas las ciudades ha habido y habrá barrios chinos, pero
aquí…».
   Muchos de sus compañeros comerciantes ven la
cosa muy oscura. «Siempre pasa lo mismo. Cuando hay algo gordo, tienes a
la Policía dos semanas aquí. Luego todo vuelve a estar igual. Lo mismo
será esta vez», dice uno. «Y lo de que hay siempre diez policías en la
plaza es mentira», apunta otro, «habrá cuatro, a veces dos. No pedimos que
venga aquí el ejército. Con seis efectivos patrullando constantemente
sería más que suficiente». Juntos enumeran los problemas del barrio.
Carteristas, tráfico de drogas, indigencia, insalubridad, putas – «y
últimamente travestis» – , drogas a granel (crack, según Isabel) y atracos a
la luz del día. «El otro día le pusieron un alambre en el cuello a un
anciano para robarle la cartera. ¿Quién va a hacer eso, sino un
toxicómano?», se interroga un vecino.
   La prostitución. Las
prostitutas se defienden. Muchas afirman que son madres de familia en
situaciones difíciles y no les queda opción, pero dicen que trabajan por
su cuenta, «sin chulos». Los vecinos lo confirman, pero recuerdan que
muchas otras están controladas por mafias nigerianas. «Las traen a las
ocho y se las llevan doce horas después, ni siquiera viven aquí», dice
Isabel.
   Algunos afirman que habría que optar por un modelo en el que
se las legalizase. «Que paguen sus impuestos y tengan lugares son de hacer
su trabajo. Todo iría mejor. Porque eliminarlas es imposible. Y además,
digan lo que digan, hacen una gran labor social».
   Y por lo
social tira también Isabel. «Lo que tampoco se puede olvidar aquí es a las
personas que están desasistidas y viviendo en la calle. Hay muchísimo
trabajo que hacer desde el punto de vista social, asistencial y
sanitario». Tiene razón, pero al menos hay mucha Policía en las calles.
   

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