El amor que llegó del frío

Una víctima de Chernóbil recuerda cómo se enamoró del hijo de su familia de acogida en Portugalete La ucrania Luda Pavlova y Rubén González se casaron en 2004

El Correo, 02-07-2006

Lyudmyla Pavlova, a quien todos conocen como Luda, no había cumplido aún los 16 años cuando vino a pasar su primer verano a Portugalete junto a su hermana mayor, Valentina. Formaba parte de un programa de la asociación Chernóbil, que acerca al País Vasco a menores ucranios residentes en el área afectada por el desastre nuclear para que pasen unas vacaciones alejados de la radiactividad. De aquellos días, esta joven ucrania recuerda con claridad las tres cosas que más le impresionaron. «La fruta, la piscina y el calor que hacía», repasa. En su país de origen, comprar cerezas o plátanos es poco menos que un lujo, así que le llamaba mucho la atención que los niños aquí «no quisieran comérselos», rememora divertida.

Luda dejó a su madre y a Natalia, su otra hermana, en Bucha, una localidad muy próxima a Kiev – a unos 70 kilómetros de Chernóbil – , convencida de que iba a disfrutar de las mejores vacaciones de su vida. Pero no podía imaginar hasta qué punto, porque el amor de su vida era uno de los miembros de la familia que la acogería durante la época estival. Él era Rubén, uno de los hijos de Merche, madre ‘adoptiva’ de la joven durante su estancia en Portugalete. «Nos gustamos mucho desde el principio, pero ninguno quería dar el primer paso. Teníamos un poco de miedo», reconoce con timidez. De hecho, no se dieron un sólo beso ni se cogieron «de la mano» en ninguno de los muchos momentos que compartieron durante ese verano y el que estaba por llegar.

La última despedida y la incertidumbre insoportable de no saber si volvería a verla fueron demasiado para este quiromasajista portugalujo, que no dudó en viajar junto a su madre a Ucrania para reencontrarse con ella. Ése fue el comienzo ‘oficial’ de una historia «diferente» que no entiende de fronteras. Del amor que llegó del frío.

«Es muy guapo, pero lo que más me gustó de él es su carácter, lo tranquilo que es», asegura la joven estudiante de 22 años, que combina sus estudios de Filología Inglesa con los de Administración y Finanzas. Rubén, que ya se maneja con el ruso, quedó impresionado por la «inteligencia y madurez» de Luda, sin que pudiera evitar caer rendido ante «sus ojos».

A su vuelta a Portugalete, Rubén acabó confesando a su madre lo que sentía por la joven ucrania y, tras un par de meses de intenso intercambio postal, ambos le propusieron a Luda, que acababa de terminar el bachillerato, que se viniera a continuar sus estudios a España. La idea de volver junto a él fue más que suficiente para que se pusiera a hacer las maletas enseguida, pero a su madre le «costó aceptarlo un poco más», recuerda con tono amargo.

Dos bodas para Luda

Después de pasar un año viviendo con la familia del mayor de los González – Requejo, ambos decidieron irse a vivir a otro piso sin salir de la villa jarrillera. Apenas un año después, en 2004, se casaban. Y no una, sino dos veces. «Celebramos una boda en Ucrania por el rito ortodoxo y otra aquí para que pudiesen compartir ese día con nosotros las dos familias», explica la joven. Aunque no le dan demasiada importancia porque saben que lo bueno se hace esperar, la luna de miel aún continúa pendiente por culpa «de la hipoteca».

La joven sabe que la solidaridad que en su día movió a Merche y su familia a acogerla durante dos veranos en su hogar consiguió que pasara «una de las vacaciones más bonitas de su vida» recuperándose de los problemas respiratorios que arrastraba a consecuencia del la contaminación que dejó el accidente nuclear ocurrido hace veinte años. Por eso, este año ha decidido traer a Yulia, su sobrina de cinco años, a pasar dos meses que contribuyan a mejorar su delicado estado de salud. «¿Ya dice ‘Ven aquí’, ‘Hola’ y ‘Espera’!», se enorgullece.

A Luda le gustaría que cada año se sumara un mayor número de familias vascas a esta causa solidaria que «tanto bien hace» a los niños más desfavorecidos de los países del Este. «Les ofrece la oportunidad de pasar un verano inolvidable y de fortalecerse antes de volver a casa», anima la joven.

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