La mayoría de los subsaharianos recién llegados a nuestro país no tiene más que buenas palabras y agradecimiento por el trato recibido. «Mi sueño era España y he llegado. Me gusta y mis amigos dicen que está bien», afirma Adama Traure, el inmigrante de Malí, que lleva desde mediados de junio en Madrid.

El rumor ha corrido como la pólvora en territorio africano. De hecho, tradicionalmente España era un país de tránsito para estos ciudadanos, ya que, al ser muchos de ellos anglófonos y francófonos, preferían trasladarse a otros países europeos. Pero, en los últimos tiempos, España se ha convertido en el destino de moda y, ni en sueños, ninguno de ellos piensa en moverse de la Península.

«España ama a los negros, por eso estoy aquí. Aquí hay buenas casas para hacer buena vida. En Africa, no tenemos elección. No podemos ni hablar; sólo obedecer órdenes», explica Pate Dibba, procedente de Gambia.

Dibba realizó un largo periplo por cuatro países – Senegal, Malí, Argelia y Marruecos – antes de subirse a la patera en El Aaiún, situado en el Sáhara occidental para alcanzar El Dorado europeo.

Su compañero Adama Traure se trasladó desde Malí directamente a Argelia, donde estuvo trabajando en la construcción y en la agricultura para recaudar el dinero suficiente con el fin de sufragar el viaje. Allí, fue despedido de su trabajo y, por este motivo, se trasladó a Marruecos desde donde tomó la patera. Su travesía duró nueve horas y realmente pensó que iba a morir.

Ayer mismo, a unas 15 millas del sur de Motril (Granada), fue interceptada una patera en la que viajaban 34 inmigrantes indocumentados, de los cuales uno tuvo que ser hospitalizado y otro atendido por quemaduras.