Comunitarismo islámico

Diario Vasco, JOSÉ LUIS GÓMEZ LLANOS | SOCIÓLOGO, 23-04-2021

Hace unas semanas, un profesor de filosofía de Trappes, al norte de París, amenazado de muerte tras publicar una columna llamando a la resistencia al islamismo se vio obligado a dejar de impartir sus clases al tiempo que era acusado de mentiras y de militancia por el alcalde de esa ciudad, Ali Rabeh. La polémica ha alcanzado cuotas de agresividad verbal inusitadas, mientras que ya nadie oculta la gravedad de estos fenómenos violentos. Las vidas de numerosos profesores se han visto transformadas en una lucha diaria en los grandes suburbios ‘comunitarizados’ en los últimos 20 años, principalmente en lo que a las escuelas se refiere.

Comidas, salidas, cuestionamiento de la enseñanza… En muchos colegios de Francia, los alumnos reproducen comportamientos considerados ‘comunitaristas’, adoptados por sus padres o familiares. Los últimos informes de los servicios de inteligencia recibidos por el Gobierno sobre los casos de comunitarismo musulmán en las escuelas provienen de niños cada vez más pequeños. En centros de Primaria y de Secundaria se dan comportamientos no más frecuentes pero sí más precoces, más intransigentes, más agresivos, ya se trate de la vida cotidiana en las aulas, del comedor o en términos de impugnación de la enseñanza. Ya se registraban alumnos que no quieren comer carne que no sea halal. Pero ahora también los hay que no quieren sentarse al lado de los que comen carne.

Cuando –y por fortuna– los responsables de los comedores obligan a los alumnos a mezclarse, surgen otros problemas. Recientemente, un responsable del comedor en una escuela primaria de Marsella relataba cómo a un alumno al que sirvió su pescado, escondió su plato debajo de la mesa por miedo a que le cayera alguna gota de la salsa de la carne de su compañero. Antes, los alumnos que no querían comer carne no la comían y punto. Hoy pueden presionar a los demás con palabras muy duras si no se respetan ciertos principios religiosos. ¿Aprender a comer, juntos, en la mesa de la escuela no es una de las formas de aprender la futura convivencia en la mesa de la República, de la democracia?

Los profesores que trabajan en la red primaria están más expuestos que otros a este tipo de ataques al laicismo. Pero esto ya no es algo que se limite a los suburbios calientes, o a las miles de zonas de educación prioritaria, sino que se empiezan a encontrar casos en las llamadas ciudades de provincia ‘sin problemas, donde los alumnos no entienden la idea del laicismo, lo ven como una serie de limitaciones o de acoso. En esas condiciones, resulta cada vez más difícil desarrollar la ’educación moral y cívica’, un ambicioso programa destinado a hacer comprender mejor lo que significa el laicismo. Algo que debería haberse hecho hace mucho más tiempo.

Pudo pensarse que el abandono por un volumen notable de familias de las cantinas escolares respondía a un problema de coste, obviamente, para aquellas más pobres. Pero se ha demostrado después que la razón fundamental es el respeto al halal. Las primeras generaciones de inmigrantes habían inscrito a sus hijos en los comedores, pidiendo simplemente que no comieran carne de cerdo. Algunos de sus hijos, que a su vez se convirtieron en padres, prefirieron evitar esos mismos comedores para sus propios vástagos porque no ofrecen halal.

Esta violencia difusa es ejercida por las familias hacia los profesores, principalmente, aunque en la escuela secundaria, las agresiones son entre alumnos o de los alumnos hacia los profesores. Y en el instituto, son más bien enfrentamientos entre bandas frente a la escuela, a veces con intrusión en los centros. ¿Pueden ligarse estas tendencias con los fenómenos de integración inacabados y la pobreza? Algunos datos apuntarían en esa dirección en determinados territorios. Por ejemplo, en el Departamento 93, el de la Seine Saint Denis al noreste de París, la tasa de pobreza infantil era del 42% frente al 24,3% en Île-de-France (conjunto del gran París). El Estado gasta un 50% más por un estudiante parisino que por uno de Seine Saint-Denis.

Los poderes públicos no han escatimado esfuerzos invirtiendo cientos de millones de euros en la renovación urbana para destruir las torres más antiguas y reconstruir barrios enteros, con el objetivo de cambiar el clima de exclusión urbano interpretado como el caldo de cultivo de estos fenómenos de agresividad social. Con algunos resultados perversos, ya que durante décadas las distintas instituciones han estado financiando a numerosas asociaciones de colectivos de inmigrantes ganando así sus simpatías y los correspondientes réditos políticos, ya que con el tiempo generaciones enteras iban incorporándose a las listas electorales. Servidumbres que explicarían ciertas complacencias culpables en la práctica. De aquellos polvos vienen estos lodos.

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