Depresión en niños, la cara más triste de la infancia

- El 15 por ciento de los adolescentes españoles sufre abatimiento

La Razón, 01-07-2006

Madrid – La infancia ya no es feliz. Esta idea ha quedado como un simple
mito, al menos, para el 15 por ciento de los adolescentes españoles.
Aunque la cifra varía si se habla de escolares o incluso de bebés porque
la depresión no entiende de edades. Este trastorno, considerado antes un
problema de adultos, existe también en menores. El número de niños que no
ríe, no habla, es cada año mayor.
   El problema radica en la
soledad y la falta de comicación. Victoria del Barrio, especialista en
Psicopatología infantil y en problemas emocionales en menores, afirma que
cada vez se dedica menor atención a los niños y el diálogo
intergeneracional ha descendido. Los pequeños han perdido la comunicación
referida a las personas responsables de su educación. Y eso se paga porque
la depresión desencadena otras consecuencias. La más común: la agresión.
Actualmente el 25 por ciento de los niños en nuestra sociedad son
agresivos y están tristes. Este fenómeno acapara ahora la atención de los
especialistas que durante años no prestaron atención a esta situación al
considerar que «en la infancia era todo bonito». Los lloros, rabietas y
enfados eran «cosas de niños».
   Los primeros estudios
datan de la década del 70 . Entonces, la media de los menores de 0 a 17
años que sufría depresión era de entre el 3 y 5 por ciento. Ahora, la
media es de un 10 por ciento. Por edades, la cifra varía: el 2 por ciento
de los menores de seis años padece síntomas depresivos, con los que
identifica entre el 5 y el 9 por ciento de los niños en edad escolar y el
15 por ciento de adolescentes. Cada uno expresa su angustia de una manera
distinta. «Los más pequeños tienen problemas de movilidad, falta de
expresión y muchos lloros. Entre los 6 y 12 años se manifiesta con una
falta de concentración y en los jóvenes se aprecia claramente un cambio de
conducta», apunta Del Barrio.
   A pesar de que la sociedad ha
evolucionado, para hablar de depresión infantil, a día de hoy, aún hay que
diferenciar entre chicos y chicas porque el sexo es un factor
determinante. Por cada niño de 12 años deprimido hay tres niñas. «Mientras
que a los varones se les enseña valores como la competitividad o el
superarse a sí mismo, por desgracia, a las mujeres se les sigue inculcando
el no imponerse y el ceder», analiza la experta. Aparte de que las
hormonas femeninas favorecen más que las masculinas a que exista una
predisposición a este trastorno, el papel social continúa marcando pautas.
En esta edad a las niñas se les sigue dando más responsabilidades.
   Más mujeres. Quizá esto también explique por qué cuando se llega a la edad
adulta esta diferencia incrementa y por cada hombre hay 9 mujeres con
depresión. Y es que, tal y como especifica Del Barrio, si el problema no
se solventa en edades escolares hay un 50 por ciento de posibilidades de
que un menor con depresión desencadene otro episodio. «En muchos casos,
niños que no son tratados son capaces de salir solos, pero esto luego pasa
factura porque es muy probable que vuelva a repetirse», puntualiza.
   Además, cuando un adulto presenta esta patología, sus hijos tienen muchas
más posibilidades de pasar también por ella. Según Del Barrio, el 35 por
ciento de hijos de madres deprimidas sufren este trastorno.
   En
edades en las que los niños pasan por tantas transformaciones y en las que
son habituales las discusiones con sus progenitores resulta complicado
saber si bajo ese cambio de conducta se esconde algo más. Enrique García
Huete, director de Quality Psicólogos y profesor de la Universidad
Complutense de Madrid, explica que efectivamente es un fenómeno que viene
enmascarado, pero que se puede descubrir si durante más de seis meses se
mantienen constantes tres señales: percepción negativa de uno mismo, del
entorno y del futuro. «Normalmente el niño se aísla, dice frases de
indefensión, baja su rendimiento escolar. Son signos de los que los padres
tienen que percatarse», afirma.
   Aunque, tal y como apunta Del
Barrio, ahora, más que los padres son los maestros los que perciben «que
algo va mal». Precisamente, en el ámbito escolar es donde se ha
desarrollado uno de los últimos estudios sobre este tema realizado por
Valentín Martínez – Otero, doctor en Psicología. El especialista considera
que el deterioro de la comunicación y de las relaciones escolares
constituye un «factor depresógeno». «Por desgracia, no escasean los
centros presididos por la rivalidad feroz y el individualismo. No es
extraño tampoco que el aislamiento y la despersonalización avancen a
medida que la tecnología se usa de manera abusiva».
   El
experto también subraya que el mundo de la escuela se halla sacudido por
la violencia, hasta tal punto que en algunos centros se pone en grave
peligro la integridad personal.
   En otro de los aspectos en los que
incide el estudio de Martínez – Otero es en las drogas. ¿Qué estaba antes,
la gallina o el huevo? «El abuso de alcohol y otras drogas, muy asociado a
la violencia, tiene consecuencias nocivas en la salud mental. Es conocido
que los adolescentes acceden con gran facilidad a éstas. Así como la
depresión puede empujar a los escolares hacia las drogas, también puede
suceder al revés, esto es, que la drogadicción desencadene un estado
depresivo secundario», dice.
   Sin embargo, una de las
conclusiones que más ha llamado la atención de la investigación es la que
estudia cómo afecta de manera desigual la depresión en escolares españoles
e inmigrantes. El trabajo realizado por el experto se desarrolló con 171
alumnos nacionales y 73 estudiantes de otros países. Pues bien, las
puntuaciones medias referidas a la «disforia» eran significativamente más
elevadas en los últimos.
   «Hay que pensar, entre otras causas,
en la vivencia de desarraigo y en los problemas de inadaptación»,
especifica. Según la investigación, los inmigrantes están expuestos al
estrés del aislacionismo y a situaciones de rechazo de tonalidad racista y
xenófoba. La ausencia de los programas intraculturales en los centros
escolares deja a estos alumnos en situación de vulnerabilidad. «Estos
efectos negativos aumentan en los casos en que los adolescentes carecen
del necesario soporte sociofamiliar».
   El estilo de vida. En una
sociedad obsesionada con modas y marcas, no poder llevar la misma camiseta
que el compañero de pupitre o poder tener los mismos juegos llegan a ser
motivo de depresión. En este aspecto incide Del Barrio al referirse a la
situación de la depresión infantil en Suramérica.
   «Diferentes estudios señalan que la incidencia es de entre un 25 y 30
por ciento. Es significativamente más alta que en España y eso se puede
deber también a que los instrumentos utilizados por los expertos de allí
no son los mismos que tratamos nosotros. Pero no cabe duda de que la
cercanía con Estados Unidos impone un estilo de vida al que muchos no
pueden acceder», puntualiza.
   

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