El Río Bravo se desborda de menores no acompañados
La orilla que separa México de Estados Unidos es un trajín de personas sin papeles. Solo en marzo, llegaron 18.000 niños y adolescentes no acompañados. En Roma, uno de los puntos más activos de la frontera de Texas, EL PAÍS es testigo de cómo una decena de embarcaciones cruzan en una noche
El País, , 04-04-2021La voz del coyote llega desde el río Bravo segundos antes de que la balsa de plástico, con más de una decena de migrantes centroamericanos a bordo, toque la orilla de Texas, en Estados Unidos. Faltan unos minutos para las nueve de la noche. El cielo tiene un tono gris que iguala los colores del agua y las nubes. La luz se ha ido y es imposible ver el rostro de quien habla.
–”Ya llegamos al lado americano. Todos juntos. Cuidado con los chavos, ayuden a los chavos…”, dice con tono optimista el hombre que maniobra el remo. Antes de que los pasajeros comiencen a desembarcar, el sujeto los reúne en la proa. Saca un teléfono celular, enciende la luz y pide a todos repetir al unísono para grabarlos en vídeo: “Últimos 13 de la clave pericos”. Un código que es también una prueba de vida con la que el traficante de personas da por concluido un periplo que, para decenas de migrantes, dista mucho de acabar.
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Un puñado de agentes de la policía estatal y la patrulla fronteriza estadounidense, parte de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), observa con resignación la escena a menos de dos metros con lentes de visión nocturna. El flujo de personas ha aumentado, según uno de los uniformados, desde hace tres o cuatro semanas. Desde entonces, los integrantes de distintas fuerzas estatales y federales son testigos de primera mano de la crisis. En varios puntos como este ven a los tratantes de personas dejar del lado estadounidense a cientos de inmigrantes, quienes se entregarán a las autoridades con la esperanza de que se les permita permanecer en este país. No hay violencia ni uso de la fuerza. Es lo cotidiano.
La caída del sol marca el inicio del trajín a lo ancho del río que divide México y Estados Unidos. El pasado marzo ha sido el mes con más inmigrantes en 15 años. En total llegaron a la frontera sur de Estados Unidos 171.000 personas, según cifras provisionales. Cerca del 11% son menores que han hecho el viaje sin acompañante, un grupo que crece y amenaza con desbordar la situación. En la ciudad de Roma (Estado de Texas), en la ribera del río Bravo, uno de los puntos más activos a lo largo de la frontera, todas las noches sin falta cruzan hasta 50 pequeñas embarcaciones. Solo en la del martes llegaron 216 personas en tres horas.
“¿Cuántos te quedan?”, pregunta en español y con una acostumbrada indiferencia un agente de la policía estatal de Texas a uno de los coyotes. “26 y acabo”, le responde la voz, que comienza a alejarse hacia la orilla que es Ciudad Miguel Alemán, en el Estado mexicano de Tamaulipas. Los migrantes en tierra ya en el lado estadounidense esperan en pie con una sonrisa cansada y algo de desconcierto. El grupo comienza a hacerse más numeroso. No saben qué hacer ni qué esperar.
Una niña salvadoreña se acerca al periodista. “Por favor, yo me quiero ir con usted porque mi papá tiene pistola”, dice. Su madre, Saida Yolani, la carga y esboza una sonrisa a manera de disculpa. “El papá está preso y en estos días sale”, cuenta. “Yo tengo todo el tiempo para ayudar a la investigación [que harán los agentes de inmigración] y probar que él nos quiere hacer daño porque ya no quiero estar con él. Se hizo pandillero, es de la [mara] 18”, añade. Originaria de Ahuachapan, en el este del país centroamericano, lleva un año huyendo de la violencia de las bandas, cuyos integrantes le mandan amenazas de muerte a través de su excuñada. Estuvo escondida en Guatemala hasta que dieron con ella. Después, subió a Veracruz, en México, donde estuvo en un albergue de migrantes en el municipio de Oluta. Los 1.000 kilómetros de distancia que puso entre ella y su pasado no fueron suficientes. El recado de muerte también la alcanzó. Ahora su único equipaje es una copia de una conversación de WhatsApp llena de amenazas.
Más de 120 personas acompañan a Saida y su hija en la noche de Roma. El grupo es contenido por las linternas de los agentes estadounidenses. La luz revela la novísima cara de la emergencia migratoria que afronta la Administración del presidente Joe Biden. Pese a que la mayoría de las personas que cruzan la frontera son adultos solos, expulsados casi de forma inmediata, la crisis tiene un rostro juvenil. El ritmo al que llegan miles de menores de 18 años no acompañados es cada vez más veloz. Para ellos, el Gobierno actual ha creado una excepción que impide deportarlos en caliente como se hacía antes. De ahí que en Roma se observe a decenas de hombres y mujeres adultos que emprendieron el viaje cargando infantes con la esperanza de que estos sean la llave de entrada.
El año fiscal de 2021, que en EE UU va de octubre de 2020 a septiembre del actual, se encamina a romper todos los récords recientes. En seis meses han ingresado a Estados Unidos 47.729 menores no acompañados, una cifra que supera el total de arribos durante 2020 y rebasa la mitad de ingresos de niños y adolescentes solos para 2019 (80.634). Aún queda un semestre por delante. En febrero llegaron 9.297 menores, un incremento de un 98% comparado con octubre (4.690). En marzo fueron 18.800, según cifras provisionales publicadas el viernes. No se había visto tal dimensión de este fenómeno desde mayo de 2019, durante el Gobierno del republicano Donald Trump. Entonces fueron procesados 11.861 niños y niñas en la línea fronteriza.
Consultado sobre el nuevo hito de la emergencia migratoria, un portavoz de la oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado se limita a responder que el “Gobierno de Estados Unidos está comprometido con un proceso migratorio seguro, ordenado y humano”. Esta política ha sido definida en una serie de órdenes ejecutivas promulgadas por el presidente Biden a inicios de febrero. Entre ellas, una específicamente orientada a reunificar a entre 600 y 700 menores separados de sus padres al llegar a Estados Unidos por la política migratoria de Trump. Alejandro Mayorkas, el secretario de Seguridad Nacional, explicó a mediados de marzo que la Administración ha puesto fin a política del republicano de expulsión de todo menor de 18 años no acompañado.
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