Es verdad que la llegada de los cayucos y de inmigrantes, con la que me
identifico, puede que despierte una tensión particular. Es verdad,
asimismo, que nunca pensamos que el Gobierno español fuese capaz de cortar
la inmigración a unos países donde los derechos humanos son vulnerados.
Por ejemplo, Mauritania, un país que considera al africano como esclavo,
me cuesta creer que en el siglo XXI continúe esta práctica
antidemocrática. Además, en Senegal, Marruecos, se llevan a cabo
deportaciones sin ningún tipo de control. Yo me pregunto ¿hasta cuándo va
a durar esta tragedia? Todas las asociaciones africanas se han quedado en
el olvido. No han podido salir adelante. No sé si es para excluir a los
africanos del debate. Esgrimen todo tipo de excusas: no lleváis mucho
tiempo, nos preguntan: ¿Cuántos miembros forman parte de esta asociación?
Nosotros somos partícipes de esta sociedad, y por tanto reivindicamos los
mismos derechos. Por eso nosotros demandamos a España y a la comunidad
internacional su apoyo incondicional a los ciudadanos de Costa de Marfil,
el reconocimiento de su derecho al voto como paso previo y fundamental de
su desarrollo democrático. Creo que éste sería el mecanismo para frenar la
inmigración. Ésta sería la clave para poder levantar África, para frenar
las avalanchas. El capitalismo no es tan malo como lo pintan los medios de
comunicación, dicen que los africanos poseen una mentalidad capitalista
pero son pobres de recursos. Capitalistas somos todos, depende de la
manera con la que compartamos esta riqueza. Los españoles pueden confiar
en nosotros. Somos conscientes de que el problema africano sólo se puede
solucionar en Europa apoyando a las asociaciones africanas con proyectos
de desarrollo para sus países de origen.