Solidaridad en cadena para las trabajadoras del hogar

'Sin papeles'. Parte del colectivo, uno de los más afectados por la crisis del Covid, se quedó sin trabajo por el confinamiento y ha recibido ayuda de SOS Racismo

Diario Vasco, MACARENA TEJADA, 01-02-2021

Hace semanas que María Flores, nicaragüense residente en Zarautz, tiene dificultades para conciliar el sueño. Le «cuesta» dormir. Su mente no le da tregua. Tiene «miedo» a quedarse en la calle. Llegó a Gipuzkoa en 2018 huyendo del gobierno de su país, «por seguridad y porque allí apenas había posibilidades de trabajo». Pasó dos años de casa en casa, cuidando a personas mayores o niños, hasta que el Covid se interpuso en su camino. Con la pandemia ha perdido su empleo –es trabajadora del hogar– y ahora le resulta «imposible» encontrar nada.

María, que prefiere no mostrar su rostro, está en situación irregular. «Sin papeles». SOS Racismo –en colaboración con el Movimiento Feminista de Oarsoaldea, Tolosaldea y Hernani–, a través de una campaña de solidaridad lanzada durante el confinamiento para amparar a este colectivo, le ayudó a financiar la habitación en la que vive por un mes, «porque no tenía para pagarla». No sabe qué hará para abonar la próxima cuota. «Me he planteado irme a la calle a dormir, pero no es la solución. No quiero que mi familia, que vive en Nicaragua, se preocupe por mí», se lamenta esta mujer que solo pide una oportunidad laboral para poder seguir adelante.

15.000
euros son los que han recolectado las asociaciones para repartir después entre las trabajadoras en situación irregular.
57
mujeres han sido beneficiadas de estas ayudas, 43 de ellas en situación irregular.
En el estado de alarma de primavera le ocurrió algo similar. Cuando se quedó sin trabajo, «al dar positivo la mujer a quien cuidaba», sus ingresos se minimizaron. Una mujer le acogió en su casa durante unas semanas, hasta que puso la habitación en alquiler. «Cada vez es más difícil. No quiero dar pena ni pedir favores, menos cuando la situación es la que es y lo que tenemos que hacer es evitar el contacto social», recapacita María.

«Las trabajadoras del hogar también merecemos condiciones dignas, que se reconozca nuestro trabajo»

El de las trabajadoras del hogar ha sido uno de los grupos más afectados por la crisis social derivada de la pandemia. Muchas se han quedado sin trabajado, pero también sin paro, ya que en su gran mayoría este colectivo está formada por mujeres en situación irregular. «Si de por sí tienen condiciones malas, la pandemia no ha hecho más que agravar esta situación», denuncian desde SOS Racismo, que hasta ahora han ayudado económicamente a 57 mujeres, 43 de ellas en situación irregular. Han repartido en torno a 15.000 euros, recaudados entre los vecinos de diferentes municipios guipuzcoanos en una gran ola de solidaridad. También el Gobierno Vasco, mediante su programa ‘Azken Sarea Indartzen’ y en colaboración con distinas organizaciones sociales, ha ayudado a personas sin acceso a la RGI durante la crisis sanitaria, entre ellas, mujeres que se dedican a los trabajos domésticos.

Sin el dinero que recibió Cinthia Sánchez por parte de SOS Racismo y el movimiento feminista, no habría podido alimentar a su hija, de 16 años, y a su sobrino, de 21, que comparten habitación con ella en Tolosa. Aterrizó en la villa papelera, desde Nicaragua, «en busca de trabajo» para ayudar a su familia, que sigue en su país de origen. Todavía tiene dos hijas al otro lado del charco. «Lo hemos pasado muy mal», se sincera. Utilizó la ayuda económica para pagar el alquiler y en lo respecto a la comida le salvó el banco de alimentos. «No le deseo lo que hemos pasado a nadie», comenta vía telefónica, al estar confinada después de que una persona a la que cuidaba diera positivo.

María y Cinthia pudieron pagar la habitación donde residen en la actualidad «gracias a esta ayuda»

A la falta de trabajo y contratos oficiales se le suma la «dificultad» de estar a más de 8.000 kilómetros de distancia de sus pequeños de 8 y 11 años. «Se me está haciendo muy complicado, hasta he pensado en volverme a Nicaragua», reconoce. Su objetivo, como el de muchas mujeres que abandonan su casa en busca de un futuro fuera, era «mandar dinero para que ellos vivan bien allí». Ahora, con el Covid de por medio, «¿cómo vas a ayudarles? No me llega ni para cubrir los gastos de aquí».

Tras el «primer bajón», Cinthia se ha «recompuesto» y lucha por que la pandemia no pueda con ella. Las restricciones de esta tercera ola ensombrecen la esperanza que afloró en verano, «pero tenemos que seguir peleando». Porque «las trabajadoras del hogar también merecemos unas condiciones dignas, que se reconozca nuestro trabajo».

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