Una veintena de indigentes duerme en las calles de Vitoria

El Ayuntamiento asegura que «siempre hay» sitio para pernoctar bajo un techo seguro Crece la preocupación por el aumento de menores inmigrantes solos que son carne de exclusión

El Correo, 25-06-2006

Excluidos, sin techo, indomiciliados, pobres, indigentes, vagabundos, carrileros, no hay un acuerdo sobre cómo llamar a estas personas sin hogar que viven al margen de la dinámica social. Pero es una realidad muy visible en plazas y jardines. Aunque es difícil cuantificar datos sobre ellos, los educadores de calle del Ayuntamiento de Vitoria, un equipo de profesionales que se dedica a su atención y a su integración social, calculan en sus informes que son hasta 20 los indigentes que por una circunstancia u otra duermen bajo las estrellas todos los días.

La plazuela de Renfe, los jardines de Santa Bárbara, la estación de autobuses, el puente entre el Seminario y la calle Los Huetos, el porche de la iglesia de San Ignacio de Adurza o la catedral nueva son algunos de los lugares elegidos por este colectivo. Pero también se meten en casas deshabitadas, pabellones derruidos o furgonetas. Cualquier rincón que proteja de la lluvia y del viento es bueno. Una veces, un saco de dormir, y otras, un simple cartón, bastan para pasar la noche al raso. «Con el buen tiempo da la impresión de que se multiplican. Pero ni en fiestas de la Virgen Blanca cuando llega la tribu de los ‘pies negros’ se ha llegado siquiera a las 30 personas. Lo que ocurre es que se ven en el centro y llaman la atención», asegura María José Lecertua, directora del servicio de Inserción Social del Ayuntamiento de Vitoria.

El Ayuntamiento ha salido al paso de algunos datos elaborados a partir de una encuesta del Eustat, asumida por el Ararteko, que cifraba en 507 los ‘sin techo’ atendidos en Vitoria por los servicios de emergencia y comedores sociales. Pero es que el informe incluye hasta las mujeres amenazadas por la violencia de género que viven en pisos de acogida. Hace ya cuatro años que el Consistorio comenzó a trabajar con las personas desarraigadas, pero la mayoría de las administraciones ha empezado ahora a hacer estadísticas. «Los datos publicados no son reales. No hay una metodología ni criterios comunes para definir que es un ‘sin techo’, ni coordinación para afrontar el problema. Nosotros hemos dado una respuesta práctica. 117 plazas , 69 en el centro de acogida, 16 en la casa abierta y 32 en el Aterpe son suficientes. No hay razones para dormir en la calle . Cualquier día hay, por ejemplo, 9 ó 10 plazas libres en el Aterpe», insiste Lecertua.

Aumento de ‘sin techos’

Para el concejal socialista Peio López de Munain si el sistema funciona «no hay motivos para pasar una noche sola a la intemperie», subraya preocupado por haber detectado un «aumento» de esta población y «porque ha cambiado el perfil de los vagabundos». El edil del PSE reclama más coordinación de la asistencia social con la sanidad psiquiátrica porque la mayoría de los ‘sin techo’ tiene problemas mentales o relacionados con la drogadicción o el alcoholismo», añade.

Más crítico con la situación se muestran Fede García, de SOS Racismo, y Juantxu Oskoz, miembro del movimiento Elkartzen en favor de los derechos sociales. «Los protocolos municipales para entrar en estos sitios son muy rígidos y la gente opta por marcharse de los servicios donde puede dormir o pasar el día. Prefieren la calle. Lo primero que se pregunta es si está empadronado», señala García, que reclama para estas personas un centro de acogida temporal donde se tenga en cuenta las diferencias entre la situación de una familia con hijos y la de un adicto a las drogas.

Pero Lecertua no lo ve así. «No somos exigentes. Ponemos unas condiciones de higiene mínimas y no dejamos beber o drogarse. ¿Esto es mucho?», pregunta. La responsable municipal recuerda que la mayoría de estas personas están castigadas por problemas de adicción o por enfermedades mentales. «Los jueces son garantistas y nunca obligan contra su voluntad a entrar en un albergue. Hace falta voluntad personal y ahí chocamos con su libertad».

Además, el fenómeno es cambiante. Aunque los transeúntes no pueden entrar en el Aterpe, el 85% de los acogidos al centro lo son y su estancia dura varios meses. En lo que varios observadores sociales están de acuerdo es en el aumento de los menores inmigrantes que llegan solos a Vitoria y que al cumplir la mayoría de edad se encuentran al borde de la exclusión. Sin familia, a veces sin trabajo, son muy vulnerables para convertirse en desarraigados.

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