Cómo vencer la inmigración

Canarias 7, 24-06-2006

Los miles de inmigrantes preparados en la costa de Senegal que amenazan con invadir Europa, oleada tras oleada, hacen saltar las alarmas: ¿Quiere esto decir que África se nos viene encima? Si fuera por ellos, por los africanos, vendrían en masa, lo harían con mucho gusto.

El goteo de pateras al principio, y de cayucos después, parecía que se asimilaba, con medidas de acogida, más o menos eficaces, pero siempre humanitarias; por la dedicación esforzada de los servicios de salvamento, de la Guardia Civil o de las organizaciones de atención social, sin cansancio a pesar de la continuidad y la reiteración. Actuaciones elogiables son las de todas esas personas que han salvado o rescatado del mar a los inmigrantes, y a los que a su llegada a tierra los han acogido con compasión. Además del agradecimiento que seguro descubren en la mirada de los mismos emigrantes, vaya desde aquí el reconocimiento de los muchos que nos solidarizamos con su actuar cuando vemos las noticias, fotografías y reportajes en los periódicos o la TV. Están ayudando a unos seres humanos que necesitan el apoyo de sus semejantes, y que tienen la oportunidad de llevar a cabo, en nombre de todos, la tarea de atender al desvalido, como buenos samaritanos.

Se estudian medidas, variadas y concretas, para frenar las avalanchas y para que la inmigración se considere legal: establecer unos cupos de inmigrantes para cada país, exigir contratos de trabajo antes de salir del propio país, devolver los indocumentados a su país de origen, blindar las costas o las fronteras para impedir la entrada… Todo eso puede regularse, siempre que no se olvide la idea de que «los que llegan han de ser tratados y atendidos con todo humanidad, porque seres humanos son», que no han cometido ningún delito, sólo se han jugado la vida en busca de un mayor bienestar para sus familias y para ellos. Pero para encontrar la solución final, no son suficientes esas medidas parciales, hay que tener más ambición y ser más generosos.

Se empezó a hablar de que en la sesión del Consejo de Jefes de Estado y Gobierno de la Unión europea, en Bruselas en el pasado fin de semana, además de medidas concretas para controlar y ordenar el flujo migratorio, había que ir a medidas más de fondo, estructurales, y así parecía que lo iban a hacer. Pero no se han atrevido, saben que la mejor herramienta para afrontar las crisis migratorias es, ni más ni menos, la cooperación para el desarrollo con los países emisores de inmigrantes, para que dejen de ser países pobres o miserables y alcancen un nivel de vida que evite la huída a países desarrollados como única solución para mejorar. Para eso es necesario que se cree un clima general en la opinión pública de solidaridad que fuerce a los mandatarios de los países desarrollados (políticos, empresarios, directivos de las multinacionales…) para que les lleve a encontrar soluciones eficaces que saquen a esos países del subdesarrollo.

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