FESTIVAL DE VERANO DE BARCELONA

La 'troupe' Romanès vuelve con su circo "en estado puro"

El Periodico, 24-06-2006

Tras triunfar en su debut en Barcelona en el Fòrum del 2004, el Romanès Cirque Tsigane regresa a Barcelona con un nuevo espectáculo, Nada en los bolsillos. A partir del lunes, y hasta el 13 de agosto, lo representarán en su entrañable carpa a la antigua – – compuesta por traviesas de tren y alfombras – – instalada en la plaza Joan Coromines, en pleno Raval. “No hemos podido instalar allí nuestras caravanas que están en un cámping próximo”, explicó ayer Alexandre Romanès, cuya troupe tiene una larga tradición y es la creadora del primer circo zíngaro de Europa. “Yo nací en un carromato. Provengo de una familia de domadores de osos que se remonta a más de 200 años”. Pero él ha dejado los animales de lado para mostrar la parte más humana en su circo, integrado en gran medida por su familia: su tercera mujer, la cantante Délia, y sus 6 hijos, de entre 5 y 18 años. También intervienen otros parientes que han mamado el arte de la carpa desde su más tierna infancia. “Ofrecemos las disciplinas más puras+ del circo. Nada de monos, cerditos o familias alemanas disfrazadas de esquimal sino 30 números de circo en estado puro, ejecutados sin entreacto, con mucha música y un ritmo muy vivo”, afirmó Romanès, director del espectáculo y de la potente banda de música que lo acompaña.
Acrobacia, contorsionismo, números con fuego y trapecio figuran entre las disciplinas que ejecutan los intérpretes, gitanos húngaros, búlgaros, rumanos y franceses. “Los franceses somos prácticos y utilizamos la escopeta, los otros prefieren los cuchillos”, bromeó Romanès, un hombre con mil anécdotas y alma de poeta que hace pocos años compiló sus versos en el libro Paroles perdues. Lleva el circo en la sangre pero durante una época intentó huir de su destino. “Abandoné el circo de mi padre y me dediqué a tocar música barroca con el laúd pero supongo que cuando naces en el circo no puedes huir de él. Yo volví para acercarme a lo que hacía mi abuelo”, dijo.
Para Romanès, el circo a lo grande creado por su progenitor, con una carpa de 80 metros de largo, tenía poco que ver con su concepción del arte. “Aquello se parecía más a un hangar, era como una fábrica”, destacó. Por eso en 1994, cuando decidió desarrollar su propio circo junto a su mujer y unas caravanas viejas, optó por volver a los orígenes y recrear espectáculos a la antigua usanza, en una carpa de lo más íntima, que huye de los materiales más modernos, sofisticados y prácticos. Prefiere otros más primitivos y auténticos – – madera en lugar de metal y alfombras frente al linóleo – – que permiten entrar en otro mundo penetrando en la carpa.
Desde hace años su modesto chapiteau está emplazado en París, aunque cada cierto tiempo lo trasladan para conectar con otros públicos. “Le auguro al circo un gran futuro porque en Francia cada vez hay menos libertad. Incluso los periodistas no se atreven a decir ciertas cosas. Como en el circo no se habla de política, su futuro será excepcional”.

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