Leo Bassi | Cómico

«El humor tiene más poder de lo que parece»

El artista italiano presenta mañana en el Félix Petite 'Yo, Mussolini', una obra que aprovecha para dar cuenta de su transgresor sentido de la vida

El Correo, RAMÓN ALBERTUS, 10-12-2020

Es el único humorista que ha creado su propia religión. En su sede, la iglesia Patólica del barrio de Lavapiés en Madrid, ahora cerrada, se reza a los patos de goma. «Es un homenaje a las cosas pequeñas. Yo me considero más payaso que monologuista y un payaso es alguien que no tiene miedo a hacer ridículo, más en una sociedad que lucha por aparentar», dice Leo Bassi (1952, Nueva York) con un marcado acento italiano acerca de esta irreverencia que congregaba cada domingo a medio centenar de espectadores con una misa-espectáculo cuyo ritual no es más que tratar de hacer reír. De familia de artistas circenses italianos que huyeron de Italia en los años treinta, a Bassi no le convence ningún dios ni líder político. En su obra ‘Yo, Mussolini’, que se representa el viernes en el Teatro Félix Petite, se mete en la piel del dictador italiano.

– ¿Cómo le encaja el traje de dictador?

– ¡Me va perfectamente! Y cuando me lo pongo tengo ganas de conquistar Etiopía, colgarme más medallas y cosas así.

– No hace un personaje fácil.

– Esta obra la tuve en la cabeza durante muchos años. Quería representar a Mussolini por su lado histriónico, pero también por el significado más complicado que tenía atrás. Como italiano, crecí con la idea de Mussolini con una narrativa nefasta para la historia, pero generalmente no se contaba cómo llegó al poder. Cuando empiezas a pasar por los grises y vas más allá de la superficie te das cuenta de que hay un gran personaje. Era amigo de Walt Disney, su película favorita era ‘Blancanieves’ y fue sostenido por banqueros judíos en sus inicios. Cuando lees eso tienes ganas de compartirlo con el público. En España, además, hay un paralelismo por la figura de Franco.

– ¿Va más allá de la caricatura?

– Tras la imagen de histrión hay alguien que representaba a una clase política. No era un loco ni un verdugo. Hay poderes económicos y políticos que tenían miedo del comunismo y de la revolución bolchevique y lo apoyaron. Mussolini hacía reír, era buen orador y muchos poderosos lo preferían antes que una revolución comunista. Igual pasó con el resto de fascismos…

– ¿Cómo lo recibe el público? La gira comenzó el año pasado.

– La cosa que más me llena de orgullo es que antes de la pandemia, en marzo, estrenamos en Roma, donde el 20% de la población es fascista. Los hinchas del fútbol están siempre con el brazo en alto y gritando ‘Duce, duce’. Hemos tenido boicots, a la entrada del teatro grupos de ultraderecha intentaron que no se representara la función…

–Se estrenó finalmente, pero la gira por Italia se truncó por la pandemia…

– Fue una tristeza porque tenía una gira por Milano y otras ciudades…. se cayó con la pandemia. Fue muy triste porque empezamos con buenas críticas en Roma, pero a los pocos días todo estaba cerrado. En Italia la situación ahora es todavía grave, más que en España, y los teatros están cerrados en estos momentos.

– ¿Hay algún personaje actual en la política italiana que se asemeje a Mussolini?

– Salvini. Berlusconi es un híbrido porque los dictadores son generalmente gente del pueblo apoyados por empresarios y banqueros. Berlusconi era ambas cosas. Salvini está muy cerca de Mussolini en los temas de inmigración, quiere una Italia independiente de Europa y un imperio italiano, aunque no lo diga. Trump era también como Berlusconi. Hace un año, cuando estrenamos, coincidió justo con el auge de la extrema derecha y Trump era un modelo al principio de la obra. A pesar de que ha perdido, 66 millones de americanos le han votado por ese nacionalismo del ‘Make America great again’. La obra ha variado desde su estreno. Ahora Mussolini da su opinión sobre el covid, y entra con un bozal…

– Desde hace años, cada domingo, conduce unas misas ateas en la que transmite «el arte de los payasos». ¿Cuándo se reencontrará con esos fieles?

– Ahora está cerrada. El lugar es muy pequeño y yo mismo decidí por sentido de responsabilidad cerrarlo. Para no arriesgar mi salud ni la del público. Son misas para 50 o 60 personas. Ahora hacemos eventos católicos online por Zoom e Instagram.

– En 2006 colocaron un artefacto explosivo cerca de su camerino en el Teatro Alfil. ¿Se identificó a los autores?

– Me pusieron una bomba casera con un kilo de explosivos a un metro del camerino. Veinte policías de los TEDAX la sacaron, pero se quedó en nada, nadie me ha dicho quién es el culpable… He preguntado por el miedo a que volvieran, pero siempre me dicen que es secreto de instrucción. En 2016 rompieron las puertas de la iglesia Paticano en Lavapiés: tiraron un cóctel molotov dentro y lo quemaron. Los bomberos llegaron a tiempo porque se podía quemar todo el edificio. He sido víctima de dos cosas muy serias. La sensación es que estoy haciendo útil. Si molesta es que mi mensaje es que tiene una cierta importancia o verdad detrás. Me gustaría otro tipo de éxito, no que me pusieran bombas. Cuando se estrenó en Roma quitaron todos los carteles de las calles. Eso significa que he tocado una herida todavía abierta.

– ¿El humor es un buen instrumento para combatir discursos xenófobos y racistas?

– El humor es extraordinariamente potente. El fascismo prospera porque crea miedo. Hay gente que no es fascista, pero tiene miedo a enfrentarse a ellos. El humor es lo contrario del miedo, si puedes descojonarte de algo es que no te da miedo. Si conciben que la gente de la calle se ríe de ellos pierden apoyo. El humor tiene más poder de lo que parece.

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