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Hace dos meses se dispararon todas las alarmas en seguridad ciudadana cuando se supo que una banda que asaltaba chalets de urbanizaciones había entrado en una casa de Matadepera y, para asegurarse la huida, secuestró a una mujer y a su hijo, abandonados horas después en el maletero de su vehículo.
Los delincuentes, que también robaron en Viladecans, han sido ahora detenidos y su perfil aporta datos suficientes para deshacer un tópico: la ola de delincuencia contra la propiedad no puede reducirse, en su autoría, a inmigrantes procedentes del Magreb, Suramérica o países del Este. Es distinto: gente diversa, incluidos españoles, se asocia para delinquir, con independencia de su origen. La reciente desarticulación de bandas organizadas suele ofrecer el mismo perfil: puede haber presencia dominante de originarios de algún país, pero siempre hay algún miembro que rompe esa supuesta homogeneidad. Ayer, fue la Guardia Civil la que culminó con éxito su investigación. Anteayer, la policía resolvió diversos asaltos a joyerías. Y días antes los Mossos actuaron con idéntica eficacia. Afortunadamente, y pese a que a veces se producen competencias y rencillas absurdas, en esto no hay diferencias entre los tres cuerpos.