Se mueve a ritmo de tambores y la cadencia, cada vez, es más rápida.

Por vez primera en la historia reciente, Canarias tiene ante sí un reto histórico ante el que autoridades y empresas pueden aportar un legado de responsabilidad para las generaciones futuras.

Los obstáculos son, hoy por hoy, difíciles de sorterar: el idioma, la cultura y los prejuicios. Los problemas estructurales como la inmigración irregular han acrecentado ese miedo innato a entremezclarnos con civilizaciones a las que hemos dado la espalda sistemáticamente, pese a las corrientes comerciales de los últimos 40 años.

La Casa de África será un hecho, por fin, el lunes. El Capcao (consejo asesor del comercio con África Occidental) ha resucitado de su letargo institucional. El Gobierno de Canarias cerrará la legislatura con el 0,3% del presupuesto regional para proyectos de cooperación donde el continente vecino se llevará la mayor parte de la tajada, merced a la persistencia de Luis Padilla. El portal de Internet africainfomarket.org se convierte en una herramienta virtual de primera necesidad. El giro radical que Diego León le ha propinado a la empresa pública Proexca hace creíbles las misiones a Mauritania, Mali y Cabo Verde. La Cámara de Comercio Americana anuncia la apertura de sedes en las Islas. Tenerife inaugura el salón de la cooperación. Binter, Top Fly o Regional Air conectan a diario el Archipiélago con África… Y así un largo etcétera hasta esculpir, poco a poco, esa ansiado sueño de que las Islas sean la plataforma logística de un futuro donde el modelo de sol y playa pueda ser cuestionado por las organizaciones médicas que temen los efectos nocivos de los rayos ultravioletas.

Pero el camino es más tortuoso de lo temido. Las gestiones de los ministros Juan Fernando López Aguilar y de Miguel Ángel Moratinos son loables, pero falta frenar la inmigración, mejorar la política de visados, la conectividad, los incentivos a las ventas (les sale más barato ir a Dubai) y fomentar la cohesión y la cultura.