Policías en Arguineguín: «Es un problemón»
DESDE DENTRO Un agente de la Policía Nacional relata el día a día de sus compañeros y lo complicado que es poner orden en el muelle moganero
Canarias 7, , 16-11-2020Las premisas eran claras: CANARIAS7 quería conocer la experiencia de uno de los agentes de la Policía Nacional que lleva semanas trabajando a plena dedicación en el muelle de Arguineguín, pero tampoco deseaba que el agente que hiciera de cronista se pudiera enfrentar a una reprimenda de sus superiores. Y menos a una sanción.
Con ese punto de partida, el pasado jueves se desarrolló una conversación con el agente Emilio (nombre ficticio), que cuenta para este periódico lo que ha vivido, lo que sienten y padecen sus compañeros, y lo hace con la garantía de la confidencialidad.
El relato se produce un día después de que en primera página se pudiera ver una fotografía de Juan Carlos Alonso en la que varios agentes de la Policía Nacional sacan sus porras para poner orden en un muelle que entonces albergaba a unas dos mil personas, un campamento «de la vergüenza» que será desmantelado, según los anuncios oficiales, por la vía rápida… pero eso mismo dijo el ministro José Luis Escrivá en octubre, otro tanto manifestó su colega Fernando Grande-Marlaska y lo mismo vino a decir el pasado viernes la ministra Carolina Darias en su comparecencia junto al presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres.
«Los compañeros que sacaron las porras no le pegaron a nadie», aclara Emilio. «Lo hicieron para poner orden, porque la situación está siendo muy tensa». Según explica, no es fácil garantizar la convivencia de cientos de personas durante días en el muelle, «con el calor que siempre suele hacer en Arguineguín», y con el añadido de que hay mantener una disciplina porque hay carpas que acogen a personas que dan positivo por el coronavirus covid-19 y que no deben mezclarse con el resto para evitar una cadena de contagios. Pero una cosa es que no deba pasar y otra que no suceda. Por si fuera poco, Emilio añade: «A ellos les hacen las pruebas PCR, pero a nosotros nunca. Yo también tengo miedo. No cuesta nada que nos hagan la PCR, porque mentalmente estaríamos liberados de esa preocupación… Por las noches, cuando estás en casa, te despiertas preocupado por tu salud y por los tuyos».
Ese sueño interrumpido empieza a ser común entre los agentes de la Policía Nacional que trabajan a destajo en Arguineguín. «Los compañeros están quemados. Nos estamos desviviendo pero no podemos más». Cuenta que ha habido días en que al terminar su turno, ya de noche, recibía una llamada urgente de la persona al mando pidiendo que regresara porque llegaba la embarcación de Salvamento con decenas de inmigrantes recogidos en el mar y había que retomar el trabajo de identificación, filiación e inicio de un procedimiento administrativo complejo. Agrega que ese trabajo se complica por la falta de una persona que coordine y por la carencia de medios: «Ni hay infraestructura ni hay material ni hay personal suficiente… Estamos todos los días montando y desmontando el chiringuito…» Se refiere con ese término a la carpa que habilitan para hacer ese trabajo de identificación, que es clave para determinar si al final un inmigrante puede ser devuelto a su lugar de origen o derivado. «No hay un habitáculo estable, faltan sillas, las que hay no son ergonómicas, algunas mesas con unas vallas y un tablón encima… Estamos haciendo maravillas todos los días. Cuando viene una ambulancia, como solo hay un paso de entrada y es el mismo que el de salida, hay que desmontar el chiringuito y volver a montarlo… Los de la Científica trabajan con una sábana blanca en un muro para hacer las fotos. Estamos haciendo turnos de 14 y 15 horas, saliendo de allí sin comer». El resultado es, según subraya, «descontrol y ansiedad», lo que deriva en esas noches de insomnio. «¡Es un problemón!», exclama, y añade: «Y lo saben pero no hacen nada. !La administración no nos protege!».
En las últimas semanas la cosa se ha complicado porque, a la creciente presencia de personas en el muelle, se une que casi todos «saben que irán a hoteles» y están ansiosos por salir. Se une a ello que la convivencia entre magrebíes y subsaharianos no es especialmente fácil, por lo que instaurar el principio de autoridad es clave para evitar conflictos y, sobre todo, una revuelta mientras reciben la noticia de un traslado a un complejo turístico o a los barracones militares que, como se ha conocido esta semana, se están montando en el antiguo polvorín de Barranco Seco.
Entre las cuestiones a revisar, el agente señala el protocolo que se ven obligados a aplicar a los menores no acompañados (Menas): «Las ONG y la Fiscalía nos piden que en 48 horas esté resuelto el trámite administrativo, pero eso obliga a que cuando llega uno de estos chicos, que llevan varios días en una patera y que están hechos polvos por el viaje, en lugar de dejarlos descansar, los tengamos que llevar sobre la marcha a identificarlos, la filiación, la foto… cuando esa gente lo que necesita en ese momento es una sopa caliente y que los dejen dormir. Y ya habrá tiempo para lo otro. Primero, que descansen; ¡eso sí es tener derechos! No tiene sentido putearlos para hacer un trámite administrativo. Hay que mirar un poco más por los seres humanos»…
Preguntado por el plan de desmentelamiento del campamento en el muelle, el agente lanza una advertencia: «Mejor que busquen sitio para al menos tres mil personas… porque al ritmo que va esto, pronto se llenarán otros sitios».
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