La cola del paro tiene nombres

PREOCUPACIÓN Personas que por su edad no encuentran trabajo, autónomos, inmigrantes o profesionales de la hostelería desgranan sus historias de cómo se vive el drama del desempleo

Diario Vasco, JAIONE ALONSO, 16-11-2020

José Antonio Zubizarreta | Operario
«Los empresarios utilizan la pandemia para echar a gente»
José Antonio Zubizarreta, a las puertas de Lanbide en Lasarte.
José Antonio Zubizarreta, a las puertas de Lanbide en Lasarte.
Estar en paro es un problema a cualquier edad, pero encontrar empleo resulta especialmente complicado a partir de los cincuenta años. José Antonio Zubizarreta, natural de Urnieta y de 59 años, acaba de cumplir un mes sin trabajar. Llevaba 26 años como operario en la empresa Kraft. «Como es una multinacional, cada cierto tiempo hacen limpieza de personal y me ha tocado a mí», explica José Antonio. «Simplemente les interesa, no es que la empresa vaya mal, pero en general creo que las compañías se están aprovechando de esta pandemia mundial para hacer una reducción de plantilla, y a personas como yo, que estamos llegando al final de nuestra vida laboral, nos invitan a irnos y nos ofrecen un despido».

Este urnietarra, a pesar de que lleva cotizados 38 años y medio, tiene por delante 23 meses de prestación por desempleo y luego se podría acoger a una jubilación anticipada, pero no se quiere quedar con los brazos cruzados y lucha por su futuro. «Me interesaba cotizar un par de años más para llegar a los 40 años porque no sé si Pedro Sánchez va a dar un tijeretazo a las pensiones. Ahora mismo, si consumo el paro y me acojo a la jubilación, me quedaría una pensión decente. Pero Sánchez o el que esté en el Gobierno hoy dicen una cosa pero mañana pueden decir otra. Lo ideal sería encontrar un trabajo, por si acaso», argumenta José Antonio.

La indemnización por el despido después de más de cinco lustros en la misma empresa hace que respire con tranquilidad y no con la angustia que se ve en otros rostros. «No estoy especialmente agobiado aunque me hubiera gustado aguantar dos años más en Kraft. Ahora, de momento, me dedicaré a pasear y vigilar las obras del pueblo».

Begoña Siso | Camarera
«Es la primera vez que pido una prestación»

Tiene la fuerza de los 24 años. Y le da igual trabajar aquí o allí. Begoña Siso, de Astigarraga, se estrena en esto de desfilar por la cola de una oficina de Lanbide. Pertenece al grupo crítico de los jóvenes menores de 25 años con los que la tasa de desempleo se ceba. De hecho en Euskadi ahora se sitúa en el 42,68%. Esa generación que encadena contratos temporales y precariedad o en el peor de los casos, paro. Es la primera vez que Begoña estrena una tarjeta de desempleo. Hace tres semanas terminó su contrato como camarera en un conocido restaurante guipuzcoano que abre por temporadas, lo que le lleva a trabajar unos meses sí y otros no. Así lleva tres años.

Begoña está independizada, vive de alquiler y necesita la prestación por desempleo como agua de mayo. Tiene que pagar 400 euros de alquiler y varios gastos más. «Es la primera vez que pido esta prestación y no sé ni lo que voy a cobrar», explica la joven, para quien encontrar ahora un empleo en la hostelería es «imposible», con el cierre del sector a cal y canto. «Otra vez nos han vuelto a cerrar. Están echando toda la culpa de los contagios a la hostelería cuando se producen muchos más en reuniones familiares», se queja Begoña, quien no dudaría en cambiar de provincia, si no hay ninguna restricción que lo impida, para encontrar su oportunidad laboral. «Aquí o en un sitio de nieve, pero quiero trabajar».

Genaro Gugava | Limpiadora de hogar
«Sin trabajo no puedo renovar mi residencia aquí»
Genaro Gugava es de Georgia y lleva 9 años en Gipuzkoa.
Genaro Gugava es de Georgia y lleva 9 años en Gipuzkoa.
A Genaro Gugava, natural de Georgia, le urge encontrar un trabajo cuanto antes. Su caso es diferente porque al drama de no tener ningún ingreso y tener que pagar facturas se le une la angustia de que en mayo del año que viene tiene una cita importante con la Seguridad Social para renovar sus papeles de residencia. «Y sin trabajo no es posible», argumenta con preocupación.

Desde que llegó a Gipuzkoa hace nueve años, no le ha ido mal. Trabajos eventuales limpiando oficinas, y el último, más estable, que acabó en marzo por el estallido del Covid: «Estuve trabajando limpiando en casa de una familia durante tres años y medio. Pero en marzo, al cerrar todo me dijeron que no fuera más a la casa, que les daba miedo la situación». Genaro no les guarda ningún rencor porque el trato fue «muy bueno»:«Me pagaron marzo y abril sin trabajar y ya en mayo, me prepararon todos los papeles para que pudiera cobrar el subsidio porque las limpiadoras de hogar no tenemos derecho a paro».

Así, Genaro se ha visto obligada a vivir estos meses del subsidio pero también se le ha acabado. Entre tanto desasosiego, parece que se asoma algo de esperanza: «Desde que llegué, he tenido suerte, pero con el virus todo ha cambiado. Busco trabajo todos los días y este miércoles tengo una entrevista para cuidar a una persona mayor». Es lo que necesita para que no tenga que volver a Georgia.

Agustín Arakistain | Cocinero
«Con 49 años hago prácticas de cocinero»
Agustín Arakistain lleva cuatro meses cobrando el paro.
Agustín Arakistain lleva cuatro meses cobrando el paro.
La pandemia se llevó por delante el trabajo de Agustín Arakistain, de 49 años y vecino de Zumaia. «El trabajo de mi vida, un sueño», matiza. El 14 de marzo, el día que el Gobierno decretó el Estado de alarma, a Agustín –después de casi ocho años como cocinero– y a los otros 18 empleados de la empresa de turismo gastronómico Mimo San Sebastián «nos dijeron que nos fuéramos a casa». La pandemia fue la estocada final «a una serie de grandes inversiones a lo loco por parte de los socios que acabaron con una deuda enorme».

Se planteó un ERTE, luego un ERE pero «todo se fue complicando y al final tomaron la decisión de echarnos a todos a la calle. Sin finiquito y sin cobrar las dos últimas nóminas». La empresa se declaró sin fondos , entró en un proceso concursal y el Fogasa les ha pagado «hace apenas una semana». «Fue una decepción muy grande, nos merecimos más comunicación y una salida más digna», recuerda Agustín.

Este zumaiarra, que lleva cobrando el paro desde julio, no tiene una situación agobiante. A su mujer «le va muy bien», le quedan 20 meses de prestación y, además, acaba de terminar un ciclo de gestión de alojamientos turísticos. Gracias a esto, lleva quince días de prácticas en la cocina de una casa rural de su pueblo. «El dueño me ha dicho que cuando todo se normalice, podré quedarme. Ahora están al 30% de ocupación y no hay trabajo pero espero que pronto pase todo», suspira esta mujer de 50 años.

Loli Sanz | Administrativa
«Mujer y 60 años… Mi única opción es limpiar»
Loli Sanz, natural de Andoain, se ha quedado sin trabajo con 60 años.
Loli Sanz, natural de Andoain, se ha quedado sin trabajo con 60 años.
Loli Sanz, de 60 años, es administrativa y natural de Andoain. Tiene la experiencia suficiente para hablar sin tapujos y con contundencia: «Más que el coronavirus, mi problema para encontrar trabajo es la edad». «Siendo mujer y con 60 años, me parece que la única perspectiva es limpiar», explica resignada, consciente del «rechazo» que genera su edad en el mercado laboral. La empresa de cría y venta de pollos en la que trabajaba como administrativa entró en un concurso de acreedores en diciembre de 2019, después atravesó un ERTE económico y recientemente, un ERE –concedido hace apenas diez días–, lo que ha dado al traste con una década de trabajo estable, «algo que es muy complicado que me vuelva a suceder». Le ha tocado vivir todo este embrollo de regulaciones de empleo de baja –-por una lesión de hombro– y se acerca a las oficinas de Lanbide de Lasarte «para saber qué papeles tengo que traer y cobrar el paro».

Loli no aparenta nerviosismo. Y es que tiene por delante dos años de prestación por desempleo. Le da tranquilidad pero no le consuela: «La última vez me costó muchísimo reengancharme con 49 años. Casi dos años. Y ahora, vuelta a lo mismo. Me quedaba poco por cotizar». De momento, pasa las horas empujando el carrito de su nieta, que no es poco trabajo.

Abdelhadi Taher | Fontanero
«He agotado todas las prestaciones y ayudas posibles»
Abdelhadi Taher lleva desde mayo sin ingresar nada.
Abdelhadi Taher lleva desde mayo sin ingresar nada.
Es fácil ver a inmigrantes entrando y saliendo de una oficina de desempleo cada mañana. Y es que los extranjeros apuntados en Lanbide son una parte importante de la actual tasa de desempleo. Abdelhadi Taher lleva doce años viviendo en Gipuzkoa y desde mayo no cobra nada de nada. Ha agotado todo lo que le correspondía. Su situación es crítica y sus perspectivas de futuro no son nada halagüeñas. Ha trabajado siempre en precario. Atrás quedan años de autónomo como albañil, y su último trabajo en una empresa de fontanería encadenando varios contratos temporales.

«He agotado todas las prestaciones y ayudas posibles», explica Abdelhadi. Se le acabaron los cuatro meses de paro y el subsidio de 160 euros. Habla con resignación y sabe que encontrar un empleo es una batalla dura de roer:«He pedido trabajo en todos los sitios pero ahora no hay nada. Vengo a Lanbide a ver si me ayudan a encontrar algo porque llevo ya cinco meses sin ingresar nada y así no puedo vivir».

Irati Eizaguirre | Magisterio infantil
«Voy a pedir el paro de lo trabajado en Inglaterra»
Irati Eizaguirre, de 27 años, busca trabajo como camarera.
Irati Eizaguirre, de 27 años, busca trabajo como camarera.
De estudiar magisterio infantil a trabajar como camarera. Irati Eizaguirre, urnietarra de 27 años, terminó desencantada con la profesión de profesora: «No me gustaban las ofertas de trabajo, todo pasaba o por hacer oposiciones, estar disponible a todas horas o que te llamaran para ir a trabajar dos días a Pamplona». Dejó la enseñanza y probó la hostelería. Su último contrato como camarera en un hotel donostiarra duró mes y medio y acabó el pasado 20 de octubre. Acude a Lanbide para solicitar el desempleo, pero no por lo que ha cotizado aquí sino en Inglaterra, de donde regresó tan pronto se decretó el Estado de alarma en marzo. «He venido a solicitar el traslado del paro generado en Brighton porque allí cobraba 1600 euros y aquí solo 1200».

Desde que aterrizó en Urnieta solo le han salido empleos eventuales:«Trabajo cuando puedo. Ahora te hacen contratos muy esporádicos. La condiciones en la hostelería que había antes, a tiempo completo y de manera más continua, ya no existen». «Además –añade– los empresarios se están aprovechando de la pandemia, donde antes trabajaban dos personas, ahora solo trabaja una».

Después de vivir en Madrid, Málaga e Inglaterra, en marzo volvió a casa de sus padres, porque su situación de desempleada y la incertidumbre que sobrevuela la hostelería con el nuevo cierre decretado no le permiten independizarse. Ahora le toca volver a esperar una llamada con una oferta.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)