Ser inmigrante
Diario Vasco, 21-06-2006Antes que nada, Manuela, decir que comprendo tu desesperación por no conseguir ese puesto de trabajo que anhelas. Tu situación (como la de muchos más jóvenes) es injusta, pero creo que te equivocas a la hora de buscar culpables. Dices que querrías «ser inmigrante» para beneficiarte de las ventajas que, según tú, disfrutan.
Te voy a explicar que «méritos» se necesitan para poder serlo. En primer lugar, puntúa vivir en un país deprimido y pasar hambre, mucha hambre. Después, viene la prueba de resistencia: atravesar desiertos, escalar vallas electrificadas, cruzar el mar en frágiles pateras… ser detenidos y volverlo a intentar, las veces que haga falta. Si superas esa primera fase ‘opositora’, tus posibilidades aumentarán, ya que una importante parte de tus competidores habrá muerto en el mar, de sed en el desierto o apaleada por algún guarda fronterizo.
Si eres de los afortunados que lo hayan logrado, enhorabuena, ya estás aquí. Ahora viene la segunda parte: buscar un trabajo – basura, donde cobres la mitad que los de «aquí» y trabajes el doble. Y vivir en un pequeño piso, encontrado con grandes dificultades y compartido con diez ó doce personas más. Si tienes «papeles», podrás compartir calle – y soledad – con el resto de la gente. Si no, ya sabes, del trabajo a casa y viceversa, no sea que algún funcionario de policía puntilloso te identifique, acaben por repatriarte y vuelta al punto 1 de la «oposición» (desierto, patera ).
Hay más, mucho más que contar sobre las ventajas que «gozan» nuestros hermanos inmigrantes, pero creo que con estas pinceladas ya te puedes hacer una idea de por dónde van las cosas. Te pido una cosa Manuela: enfoca tu legítima rabia hacia arriba y culpa de tus males a un sistema injusto que siempre busca al más débil y vulnerable para poder explotarle más y mejor.
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