El 'Catecismo social' de Bergoglio
El Diario, , 01-11-2020
“El miedo es el origen de la esclavitud… Es también el origen de toda dictadura, porque sobre el miedo del pueblo crece la violencia de los dictadores”. A lo largo de estos siete años y medio de pontificado, Francisco ha ido elaborando una sólida doctrina social y política, tal vez como no se recordaba en los últimos siglos de la Iglesia.
Por primera vez en mucho tiempo, asistimos a un Papa social, ecologista, preocupado por las crisis de los mercados, alejado del neoliberalismo y los excesos del populismo, que no ataca per se al comunismo y que prioriza a los descartados de la sociedad, con especial énfasis en el drama de refugiados y migrantes.
Bergoglio no es el Papa que más textos magisteriales escribe (apenas dos encíclicas netamente suyas, Fratelli Tutti y Laudato Si, pero sí el que más se ha pronunciado sobre temas sensibles, con claridad y cercanía. Ya sea en sus homilías en casa Santa Marta, entrevistas –es el Papa que más entrevistas ha concedido–, o en discursos improvisados –el último, el pasado sábado, ante Pedro Sánchez, en el que alertó del riesgo de las ideologías y la falta de consenso– Francisco va dejando píldoras que reflejan un cambio doctrinal, y, especialmente, en las prioridades de un pontificado que ha dejado hablar únicamente de doctrina moral y sexual, y se ha centrado en la ecología, la cultura del encuentro, la acogida y el diálogo.
En muchos aspectos, las tesis de Francisco coinciden con la agenda social de gobiernos progresistas, tanto en Europa como, especialmente, en América Latina.También con muchas de las políticas planteadas por el Ejecutivo español. De hecho, miembros del Gobierno han citado reiteradamente a Bergoglio. Aunque el papa también lanza un aviso: “La política es responsable de su propio descrédito, por la corrupción y por la falta de buenas políticas públicas”.
¿Cuáles son las claves del ‘Catecismo social’ de Francisco?
Es uno de los ejes del pontificado de Francisco. Su base es la encíclica Laudato Si, de 2015, en la que Bergoglio denuncia cómo “la Tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería” (punto21)
Francisco, sin ser un Papa ‘feminista’, sí ha abierto el debate sobre el papel de la mujer en la Iglesia. Sin demasiados frutos por el momento, y sin que las mujeres vean una apertura real a su función en puestos de responsabilidad efectivos. Si bien abrió una comisión sobre el diaconado femenino, ha reiterado (como sus antecesores) que el sacerdocio (y, con ello, el poder en la Iglesia) está vetado para más de la mitad de los católicos del mundo, y el colectivo que podría vaciar los templos si abandonara la institución: las mujeres.
“Una persona que piensa en construir muros, cualquier muro, y no en construir puentes, no es un cristiano (…) Sólo voy a decir que este hombre no es cristiano si ha dicho cosas como estas”, apuntó el Papa en febrero de 2016, en respuesta a una pregunta sobre el muro que Trump planteaba construir en México. La lucha contra la ‘cultura del descarte’ es otro de los ejes de este pontificado, con varios momentos clave, como la visita de Francisco a Lampedusa, y sus constantes enfrentamientos con las políticas de Trump o Salvini.
Francisco ha sido rotundo en este tema: La trata de seres humanos “constituye una injustificable violación de la libertad y la dignidad de las víctimas”, por lo que "se debe considerar un crimen contra la humanidad”.
Una de las grandes contradicciones de este Papa, que ha pedido a los fieles cumplir las medidas más estrictas durante la primera ola, y se ha convertido en una de las voces globales durante la pandemia y que, sin embargo, se resiste a llevar mascarilla. Sólo lo ha hecho en dos ocasiones en público, pese a que la normativa vaticana es estricta, y obliga a su uso en el interior del pequeño Estado.
Es el Papa de los movimientos populares, el más crítico con los excesos del capitalismo y el neoliberalismo, hasta el punto de ser considerado ‘comunista’ por los líderes de la ultraderecha. También de la española, que se dirige a Francisco como “ciudadano Bergoglio”.
Las críticas al mercado y al neoliberalismo se conjugan con una postura contraria a los movimientos populistas que se apropian del concepto de patria para construir un mundo a su imagen y semejanza, como advirtió Francisco durante el discurso improvisado que pronunció ante Pedro Sánchez.
“Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres”. Desde su primera comparecencia tras ser elegido Papa, Bergoglio ha criticado con dureza la desigualdad de un mundo –y de una Iglesia– en el que los ricos cada vez son más ricos, y poderosos; mientras que los pobres siguen estando descartados, y sin acceso al banquete común. Bergoglio ha llegado a proponer en Fratelli Tutti el fin de la deuda externa, y que con el dinero que se gasta en armas se cree un fondo para acabar con el hambre en el mundo.
El Papa argentino tiene bien presente el recuerdo de lo sucedido durante la dictadura militar argentina, con miles de desaparecidos en los ‘vuelos de la muerte’, y defiende una memoria que reivindique el pasado para poder construir el futuro. En docenas de ocasiones se ha dirigido a los jóvenes para recordarles la importancia de los abuelos, “la memoria de un pueblo”. Sus visitas a Auschwitz, Hiroshima o Nagasaki han sido ocasiones para gritar al mundo que no puede haber futuro sin memoria.
“Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo”, señaló Bergoglio en sus encuentros con los Movimientos Populares. La defensa del derecho a una vivienda digna, a un trabajo decente y a un lugar que sentir como propio son imprescindibles para entender el pensamiento de Bergoglio.
“Tierra, casa y trabajo son derechos sagrados: esta es la Doctrina Social de la Iglesia!”
En esto, el Papa ha sido radical, hasta el punto de retirar del Catecismo cualquier referencia, por mínima que fuera, a una justificación de la pena de muerte, y ha llevado al Vaticano a liderar –junto a instituciones como la Comunidad de Sant’Egidio– una campaña mundial para la erradicación de la pena de muerte. También, de la cadena perpetua.
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