EL FIN DE LA SEGREGACION RACIAL / La conmemoración
Quince años sin 'apartheid'
El Mundo, 17-06-2006La igualdad política y la desigualdad social son la cara y cruz de Sudáfrica en el aniversario del fin del régimen El 17 de junio de 1991, el Gobierno de Sudáfrica, encabezado por Frederick W. de Klerk, derogó las leyes racistas que representaban el pilar fundamental del régimen del ‘apartheid’, que desde 1948 oprimía a la mayoría negra del país. En estos 15 años, los blancos y los negros de Sudáfrica han tenido que aprender a vivir juntos y, aunque todavía quedan muchas conquistas por hacer, en las nuevas generaciones está la esperanza. Para que nadie se olvide de qué significó aquella época oscura, ayer se conmemoró el 30º aniversario de la matanza de Soweto, el 16 de junio de 1976, cuando la policía sudafricana mató a más de 500 personas que se manifestaban contra la imposición del idioma afrikaans en la escuela.
En el parque Joubert, en Johannesburgo, los bancos ya no entienden de razas. Los letreros que asignaban un asiento a los blancos y otro distinto a los negros, mestizos y asiáticos han desaparecido y la gente se sienta donde quiere, sin que sea necesario un mandato constitucional.
Se han retirado los carteles de las calles que decían por dónde podían cruzar los blancos y por dónde los negros, los baños públicos por fin hacen honor a su nombre, en los teatros el patio de butacas es mixto y, a las cinco de la tarde, del antiguo toque de queda para la gente de color no queda sino el recuerdo en forma de rebeldía constante cuando los negros se hacen, en plenitud de su derecho, a la calle.
Han pasado 15 años desde que el apartheid se ahogó en las ansias de libertad de los nativos de Sudáfrica y en la agobiante presión internacional que asumió la causa como propia y asfixió al Gobierno de Pretoria a base de sanciones y bloqueos. Han pasado 15 años de lamerse las heridas, inventar la confianza y edificar de cero la convivencia que, en Sudáfrica, nunca antes existió.
Apartheid significa separación en afrikaans (variante sudafricana del holandés) y se practicaba en Sudáfrica mucho antes de 1948, fecha en la que tomó entidad jurídica al aprobarse leyes que promulgaban por derecho lo que ya era de hecho: la discriminación por razón de raza.
Se aprobaron leyes contra los matrimonios mixtos y las relaciones sexuales interraciales. En 1950 se reservaron algunos distritos de las ciudades para los blancos y se segregaron lugares públicos como las playas, los hospitales, las escuelas y los autobuses, que debían hacer paradas diferentes para unos y para otros. Los negros no podían votar, abrir negocios ni trabajar en las áreas de los blancos, en las que no podían entrar salvo con un pase especial.
En 1959 se establecieron los bantustanes, 10 territorios justificados como reservas tribales que de facto eran guetos en los que los negros estaban obligados a vivir. El 80% de la población hacinada en el 13% del territorio, en su mayoría, en tierras poco productivas sin agua corriente ni luz eléctrica… Cuando en 1970 el Gobierno de Pretoria aprobó la Ley de Ciudadanía de las Patrias Bantú desposeyó de la nacionalidad sudafricana a todos los negros para asegurarse de iure que la mayoría de la población de su país fuera blanca.
La educación también era dolorosamente distinta. La de los negros estaba orientada a convertirles en buenos servidores de los blancos, era deficiente y barata y, al final, se impartía por la fuerza en afrikaans (1974). Fue entonces cuando todo estalló. «Lo que sucedió en Soweto fue por algo más que por el afrikaans, aunque también por ello. Fue por la libertad y la igualdad», explica Nobuntu Mbelle, investigadora de Human Rigths Watch en Sudáfrica.
El idioma del opresor
En enero de 1976 las escuelas del bantustán de Soweto se declararon en rebeldía por el uso obligatorio del idioma del opresor. El 16 de junio se celebró una gran manifestación que terminó en un estallido de violencia con la policía sudafricana disparando y matando a 566 niños.
Ayer, el presidente Thabo Mbeki rindió homenaje a los caídos aquel día. En Sudáfrica, es fiesta nacional. «Recordar la Historia es importante para la gente, para que no se olvide y no se repitan los errores del pasado. Hoy la gente recuerda la masacre de Soweto y celebra al mismo tiempo que tiene libertad de expresión, que algo como aquello no puede volver a pasar», insiste Mbelle.
La masacre fue la última gota que colmó la paciencia de la comunidad internacional, que condenó los hechos de forma unánime, al tiempo que la ONU decretaba sanciones para Sudáfrica. El final de la Guerra Fría y el aislamiento internacional terminaron de minar el régimen racista. Frederik W. De Klerk puso fin al apartheid el 17 de junio de 1991, un año después de haber liberado a Nelson Mandela, símbolo de la resistencia a la opresión. En 1994 se celebraron las primeras elecciones con sufragio universal que encumbraron a Mandela a la Presidencia del país. Por este primer paso conjunto hacia el final del apartheid, ambos, Mandela y De Klerk, comparten el premio Nobel de la Paz.
En estos 15 años las cosas han cambiado «en que el ciudadano negro y el mestizo han recuperado el sentido de orgullo del que carecían durante el apartheid», explica a EL MUNDO Ramón Gil – Casares Satrústegui, embajador de España en Sudáfrica. La sensación, sin embargo, es agridulce porque, según el diplomático, «cuando se crean grandes esperanzas hay cierta tendencia a pensar que todo cambiará de un día para otro. Lo que se ha hecho aquí no es un sprint, es un maratón».
«Se ha conseguido mucho desarrollo político, pero la reconciliación será un proceso largo, es algo que se ganará con el tiempo. Las víctimas han sido compensadas económicamente, pero el dinero no es suficiente», explica Nobuntu Mbelle. «Hay mucha gente en paro. Tendrá que pasar alguna generación para que esto cambie», añade.
En esto coincide con Mary Rawner, de Amnistía Internacional, quien piensa que el gran problema de Sudáfrica hoy «es la pobreza ocasionada por el altísimo desempleo que hace que mucha gente no pueda tener una casa adecuada, ni antirretrovirales para el sida…». «El Gobierno de Sudáfrica ha compensado a unas 21.000 víctimas, pero ha tardado mucho y les ha dado poco».
A pie de calle lo que se nota, entre otras cosas, «es la presencia de los negros a partir de las cinco de la tarde [antes estaba prohibido]. ¿Qué falta? Todavía no se da una integración total. Se ven pocas parejas mixtas, aunque en las universidades y colegios los grupos mixtos de estudiantes son habituales. Entre los más jóvenes, afortunadamente este momento de la Historia ya es muy lejano», dice el embajador Gil – Casares.
Mientras esta joven generación normaliza la igualdad, toma cuerpo la utopía de Nelson Mandela condensada en su inolvidable declaración durante el juicio que le condenó a cadena perpetua en 1964: «He luchado contra la dominación de los blancos y contra la dominación de los negros. He deseado una democracia ideal y una sociedad libre en la que todas las personas vivan en armonía y con iguales oportunidades. Es un ideal que quiero lograr y con el cual quiero vivir. Pero si fuese necesario, también sería un ideal por el cual estoy dispuesto a morir».
PIE DE FOTO TITULADA
EL HOMBRE QUE FOTOGRAFIO LA TRAGEDIA.
Sam Nzima, de 71 años, es el reportero sudafricano que hizo la foto más famosa de Soweto. En ella, un estudiante lleva en brazos a Hector Peterson, ya sin vida tras recibir un disparo en la cabeza, la mañana del 16 de junio de 1976. Junto a ellos corre desesperada la hermana del niño, Antoinette.
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