4. OUSMANE NDIAYE PESCADOR SENEGALÉS EN HONDARRIBIA De África a la prosperidad
Diario Vasco, 16-06-2006Los vascos tienen una visión distorsionada del fenómeno de la inmigración. Así lo subrayaba recientemente una encuesta del Gobierno Vasco, en la que se ponía de manifiesto que la inmigración es además uno de los primeros asuntos que tienen presentes los ciudadanos.
Ousmane Ndiaye es un pescador senegalés, afincado desde hace siete años en Hondarribia. Él conoce a qué se refiere el resultado del sondeo vasco e insiste que los ciudadanos occidentales tienen una imagen equivocada sobre la situación en África. «La gente cree que nos morimos de hambre. Las imágenes que transmiten los medios de comunicación ofrecen la idea de que en todo el continente la situación es insostenible», apunta.
«En Senegal tenemos lo necesario para vivir. En mi caso, yo no he salido de mi país por una cuestión de supervivencia. He venido a buscar un futuro para mi familia, para mis hijos. Allí tenemos lo necesario para vivir, pero ¿quién no quiere un futuro mejor?»
A juicio de Ousmane, son los medios de comunicación los que producen el verdadero efecto llamada a los inmigrantes. «Conoces un modo de vida. Las condiciones de tu país y los recursos que dispones te hacen ver que no tienes posibilidades para prosperar y, al mismo tiempo, observas en la televisión el mundo occidental, ciudades como París, y piensas que allí será más sencillo encontrar un futuro mejor».
Pero esa imagen que percibe Ousmane tampoco es real. «Una vez que llegas te das cuenta que nada es sencillo, es muy duro conseguir hacerte un hueco en esta sociedad, las ideas con las que llegaste no sirven y debes replantearte tu situación. Así es que nos ocurre como a los occidentales, una cosa es la imagen que percibes y otra la realidad que te encuentras».
Familia de pescadores
Ousmane Ndiaye nació en Dakar, pero ha residido hasta hace poco más de siete años en Ndayane, una localidad costera de Senegal donde nació su padre, una de las zonas más prósperas del país gracias a la actividad pesquera.
Desde los 18 años se dedica a la pesca, una tradición en su familia. Durante 11 participó en las campañas costeras de su país. Tres o cuatro meses en cada una de ellas, a bordo de pequeños barcos, «parecidos a las pateras», en un sistema similar al que se practica aquí. «Si hay pesca, hay salario. El dinero sólo daba para vivir, no puedes pensar en una vivienda, en iniciar un negocio… El futuro así es incierto».
A Ousmane Ndiaye siempre le rondó el pensamiento de salir de Senegal. Su primera idea fue alcanzar España por Marruecos, pero nunca lo vio claro. El riesgo era demasiado alto.
España fue el país elegido. A pesar de que el francés es el idioma oficial de Senegal, que obviamente domina Ousmane Ndiaye, en el país vecino «deben transcurrir por lo menos diez años antes de que uno pueda hacerse con los papeles para residir legalmente». Así es que prefirió hacer frente a la dificultad de encontrarse ante un idioma desconocido,
Así llegó a Bilbao con un visado de turista y, a los dos meses, se encontraba ya en Almería trabajando en el campo. «Fueron dos años muy difíciles. No tenía experiencia, siempre había estado en la mar y las condiciones eran muy duras».
Los consejos de un amigo le llevaron a Ondarroa y luego a Hondarribia. Siete años después, hoy dispone de un contrato de trabajo indefinido, tiene regularizada su situación y vive con toda su familia. Un periplo largo, que tiene final feliz, pero no todas las experiencias que ha conocido han sido iguales. «Sí, he conocido compañeros que no han tenido suerte, a otros les ha costado más trabajo la adaptación o, tras la decepción inicial, decidieron regresar. Pero hay que mantenerse firme en lo que crees y superar las adversidades».
Aissatou Gueye es su mujer. Habla poco y cuida de que sus hijos, Oumar de nueve años, y Bousso, de dos y medio, no se alboroten en exceso. Ella dispone de trabajos eventuales, pero su actividad principal se centra en la familia. «Por nuestra cultura y religión, es el hombre quien tiene la iniciativa. Pero en esto también los occidentales tienen una visión errónea. Aunque esa es una realidad, todas las cuestiones que nos afectan las discutimos y las abordamos entre ambos».
No tienen excesiva relación con la comunidad senegalesa, «aunque nos conocemos todos». Pertenece a la asociación Elkar Amets que agrupa a todos sus compatriotas de Gipuzkoa y que realiza diversas actividades culturales a lo largo del año.
Como para cualquier musulmán, la religión es para Ousman un momento de reunión importante. No obstante, la falta de mezquitas hace que las oraciones diarias «las tengamos que hacer en nuestra casa y nos reunamos únicamente con ocasión de la fiesta del cordero, o tabaski, y con el fin del Ramadán».
En su país de origen el tejido social dispone de una importante consistencia. La cooperación y la adhesión de sus comunidades es una característica que no encuentran en las sociedades europeas. Podría decirse que allí el vecino es prácticamente un pariente. Esa solidaridad es una de las virtudes que destaca de su país. «Somos una gran familia».
Buenos trabajadores
A lo senegaleses les persigue además una buena fama como trabajadores cumplidores, ordenados, nada conflictivos que puede estar relacionada con su cultura o con los rigores de su religión. Gran parte del dinero que consiguen Ousmane y su mujer lo envían a su familia en Senegal. Su esposa es además su prima carnal, por lo que esos recursos no se dividen, sino que sirven para la prosperidad de una misma familia en el país africano. De sus siete años en España, tan sólo los tres últimos los ha vivido en compañía de su mujer y sus hijos. La pequeña Bousso es guipuzcoana.
Sin embargo, el futuro está aún por escribir. Es una constante en el pensamiento de Ndiaye. «Nadie puede decir lo que ocurrirá, pero siempre están las preocupaciones. Así como no tenemos miedo alguno al rechazo por nuestra raza, o por nuestra religión, sí que nos preocupa que cada vez hay menos trabajo y eso puede ser motivo de algún conflicto».
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