Lectores corresponsales
Refugiados en Alemania en época de Covid
La vulnerabilidad de los inmigrantes se hace más patente aún en tiempos de crisis como la pandemia del coronavirus, mientras está presente el fantasma del racismo
La Vanguardia, , 07-08-2020“Se viaja, no para buscar el destino, sino para huir de donde se parte.” Esta reflexión de Miguel de Unamuno lleva a pensar en quien tuvo que cerrar con llave la puerta de su casa en su ciudad, su barrio… y tuvo que abrir otra cerradura a cientos o miles de kilómetros.
La emigración se ha convertido en una emergencia humanitaria. Y, hoy en día, además, con el añadido de que estamos inmersos en la crisis de la pandemia de la Covid-19.
En España, pasamos de ser un país de emigrantes a un destino de inmigrantes. Podemos aludir a esa pérdida de memoria de los españoles que parecían no recordar que ellos también habían tenido que abandonar su país para labrarse una vida en otros lugares.
Como emigrante español y como inmigrante en Alemania, veo la necesidad de apelar a sensibilizar sobre la situación actual de los migrantes en el mundo. Ayudar a concienciar a la población, sobre todo, porque emigrar casi nunca es voluntario.
Son contados los casos de quienes dejan su país porque sí, y no ‘forzados’ por las circunstancias, sean éstas económicas, medioambientales o por catástrofes como guerras, hambrunas , paro, desahucios…
Hay que comprender mejor el drama que se esconde tras estos ‘viajes’ que pocas veces prometen finales felices. Nuestras pieles no son como las de los turistas.
En Alemania, hemos visto en el siglo pasado cómo los emigrantes españoles se vieron inmersos en condiciones durísimas de trabajo, cómo su alojamiento consistía en unos barracones al lado de las fábricas, porque lo que interesaba era su rendimiento.
Sus dificultades con una lengua que desconocían por completo, con jornadas maratonianas de trabajo, con la necesidad de ahorrar todo lo posible para enviar dinero a España y a sus familiares, costase lo que costase, marcaban la realidad cotidiana de la emigración.
También la solidaridad entre los propios emigrantes, y el tener que hacer frente a un racismo y a un desprecio latente hacia los inmigrantes latinos por parte de los alemanes que, debo decirlo, poco ha cambiado hoy en día.
Tuvimos que abandonar el campo para viajar a esas zonas más prósperas y desarrolladas del centro de Europa a trabajar de sol a sol como albañiles, jardineros, basureros… en trabajos que nadie quiere realizar en Alemania.
Adaptarse a un nuevo hogar, a un nuevo idioma, sus reglas y prohibiciones, son algunas de las luchas con las que se enfrentan los inmigrantes en Alemania. Pero algunos deciden darle un vuelco a la situación y transformar esos problemas en oportunidades.
Ahora bien, el peligro es cuando aflora el racismo, que no es sólo una actitud, sino una amenaza a la cohesión y la calidad de la convivencia de cualquier sociedad. Ahora que se habla tanto del coronavirus, podemos decir que el racismo es un virus difícil de eliminar y con consecuencias que pueden ser nefastas.
Si fuera un videojuego que busca visibilizar las adversidades que enfrentan los emigrantes, veríamos que sólo tenemos una vida. Pero ganar no es el objetivo, sino escapar de la hambruna, de los desahucios, de la precariedad en tu país de origen; en mi caso, España.
Muchos emigrantes llaman a su experiencia “el juego” porque tiene muchas trampas y obstáculos. Los hay que deben viajar de noche, que deben evitar a la policía, que son asaltados, que son abusados o que, con frecuencia, son enviados de vuelta a los campos de refugiados si los cogen.
Desde Wuppertal, un emigrante español en Alemania en tiempos de la Covid-19.
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