Alarmante aumento de los sintecho

La Vanguardia, , 17-07-2020

Tradicionalmente, cuando en Barcelona se hablaba de personas que dormían en la calle, el retrato robot era el de un hombre de edad media con algún tipo de patología mental o de adicción. Esta situación ha cambiado radicalmente en los últimos tiempos y ahora los sintecho que pasan la noche al raso responden a patrones muy distintos, desde menores extutelados hasta inmigrantes venidos tanto de Latinoamérica como del Magreb, Europa del Este y el África subsahariana, y muchos de ellos mujeres.

Un reciente informe de la Fundació Arrels señala que el 13% de los sintecho tienen entre 16 y 25 años, y que la edad media de las personas sin hogar era de 41 años en el 2019. Son, pues, ciudadanos de mediana edad con cada vez más presencia de jóvenes. De este grupo, el 95% son migrantes. Las casuísticas que hacen que cada vez más personas vivan en la calle –la cifra ronda el millar en la ciudad– son muy diversas. Uno de los colectivos que más preocupan a las entidades sociales es el de los menores extranjeros que, al cumplir los 18 años, deben abandonar los centros de acogida y van a parar a la calle sin permiso de residencia.

Cada vez más migrantes, jóvenes y mujeres engrosan el colectivo de personas sin hogar en Barcelona

Otro de los grupos que ha aumentado significativamente es el de inmigrantes que hasta ahora malvivían en habitaciones realquiladas y pisos compartidos y que sobrevivían en la economía sumergida que el coronavirus se ha llevado por delante. Sin esos magros ingresos, muchos se están viendo empujados a tener que dejar su vivienda y pernoctar en la calle, además de buscar alimento en los comedores sociales. En este colectivo son especialmente vulnerables las mujeres, la mayoría latinoamericanas, algunas de las cuales han sufrido situaciones de violencia doméstica.

Las imágenes de personas en calles, parques y plazas de Barcelona son también cada vez más habituales en otras poblaciones del área metropolitana, y muchas se desplazan a la capital catalana en busca de un improbable trabajo o de un lugar de acogida. Pero los tres albergues municipales de primera acogida, que tenían listas de espera de más de seis meses, han decidido eliminarlas y ahora solo hay cinco dispositivos públicos en marcha, de los cuales solo tres se mantendrán hasta diciembre. En esas instalaciones duermen actualmente unas 400 personas, mientras que un millar pasan la noche al raso, según datos del Ayuntamiento del mes de junio.

La Covid-19 ha hecho estragos en estos sectores sociales ya muy pauperizados. Vivir a la intemperie es un drama para quien se ve obligado a ello y nos interpela a todos como sociedad. El encomiable esfuerzo de las entidades sociales para atender a este colectivo no debe hacernos olvidar que han de ser los poderes públicos quienes han de velar y poner los medios para que estas personas puedan vivir en unas mínimas condiciones de dignidad. Y mientras en Catalunya siga habiendo 150.000 personas sin papeles, y por tanto sin poder trabajar, difícilmente podrán salir de esa situación.

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