Mundial

El Correo, 14-06-2006

Aprieta el calor sobre los estadios de la vanguardia arquitectónica. Las camisetas rezuman sudor. Brilla la piel de los futbolistas. Hasta es posible pensar que el sol está a favor de los jugadores africanos del Mundial. Juegan con el clima de casa. También aprovechan la bonanza del mar y la calma metereológica las pateras y cayucos y demás barcas negreras con el fin de arribar a las costas de este continente, que es, por obra y gracia del fútbol, centro de la mirada planetaria. Cuando un inmigrante alcanza una playa europea también ha metido el gol de su vida si lo consigue, si logra que el tanto salvador de su existencia no lo anule la autoridad que arbitra las entradas de la meta. Son partidos vitales, choques nada amistosos que casi nunca se ganan.

Este fenómeno social a escala global desbarata cada cuatro años la hora de la siesta, dispara la venta de televisores y mantiene contra lo habitual a los hombres en el hogar desde la comida a la cena. Mundiales tardes las de fútbol hogareñas que se viven y avecinan. La rutina doméstica se altera en este paréntesis cuatrianual en el que el monotema futbolístico gira y rebota. Por otro lado, el tráfico se aligera, es posible aparcar, la calle se serena y me dicen que con la alta fiebre futbolera disminuye la asistencia a urgencias hospitalarias. Toda una serie de factores de la común cotidianidad gravitan alrededor de un esférico imán, del colosal embrujo del balón a la sombra del influjo de las banderas. ¿Cómo pensar en un apagón? ¿En qué cabeza cabe que, de pronto, se corte la energía mientras mundialmente se la juega España con Croacia?

En Costa de Marfil hubo disturbios a causa del fallo del suministro eléctrico, y justo en un momento crucial del encuentro de su selección contra Argentina. Los hinchas irrumpieron con palos y piedras en las oficinas de la empresa de electricidad. No se sabe a ciencia cierta cuándo a la gente que no puede aficionarse a nada – ni a comer siquiera – se le hinchan las narices en un momento determinado, por lo que se demuestra que una pelota igualmente puede ser la chispa que encienda una rebelión y por haber, hasta hubo una histórica ‘guerra del fútbol’ en tierras de América.

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