El sueño de regresar

Marcos y Rosalía dicen estar «demasiado contentos» en Donostia. Este matrimonio ecuatoriano dejó su país hace cinco años con el único objetivo de lograr un medio de vida mejor, y se han adaptado a las nuevas costumbres. «Esa actitud nos ha valido el cariño y el respeto de la gente», admite la pareja, que vive en la capital guipuzcoana junto a sus dos hijas.

Diario Vasco, 13-06-2006

Marcos y Rosalía dicen estar «demasiado contentos» en Donostia. Este matrimonio ecuatoriano dejó su país hace cinco años con el único objetivo de lograr un medio de vida mejor, y se han adaptado a las nuevas costumbres. «Esa actitud nos ha valido el cariño y el respeto de la gente», admite la pareja, que vive en la capital guipuzcoana junto a sus dos hijas.

Como a la mayoría de los emigrantes suramericanos, la difícil situación económica en Ecuador les empujó a salir del país, que ahora añoran a miles de kilómetros de distancia. El trabajo en un vivero de camarones daba a Marcos el dinero justo para vivir en una casa prestada junto a Rosalía y pagar el agua, la luz… El nacimiento de sus hijas Erika y Anahi cambió definitivamente las cosas y les puso ante la obligación de pensar en emigrar de un país como Ecuador en el que «no hay trabajo, la inflación se dispara continuamente» y deja los salarios reducidos a la mínima expresión. Las posibilidades de labrarse un futuro, explica el matrimonio, eran muy complicadas y en algunos casos la subsistencia era difícil de conseguir. «Un peón viene a ganar del orden de 50 dólares a la semana, unos 200 al mes. Hemos estado recientemente en nuestro país y un vestido para la niña viene a costar 20 dólares. Es una situación insostenible para cualquier familia. En las casas con niños no hay juguetes, alcanza justo para comer».

El viaje de Rosalía

Después del nacimiento de sus hijas, la emigración desde el propio país se abrió como la salida a una situación económica muy precaria, pero la decisión fue muy difícil. Erika tenía cuatro años y Anahi, seis meses.

Muchos ecuatorianos emprendieron antes que ellos ese camino. Estados Unidos primero, donde la comunidad latina americana consistía un buen destino. Francia fue después un lugar de oportunidades, hasta que España se convirtió para los ecuatorianos en la entrada natural en Europa.

Rosalía fue la primera en salir del país. Su hermana Margorie, afincada en España, le ofrecía la posibilidad de alojarse en su piso de Ciudad Real. «Marcos y las niñas quedaron en Ecuador. Fue muy difícil, lloré mucho y la situación estuvo a punto de desbordarme en algunos momentos, como cuando estuve trabajando interna en una casa en Madrid», reconoce.

En un primer momento Rosalía se negó a emigrar, a abandonar a sus hijas y a su marido, pero «la realidad termina por convencerte. El dinero, mejor dicho su falta, te hace hacer cosas que nunca pensarías. ¿Crees si no que hubiera abandonado a mis hijas?», comenta Rosalía.

Así llegó a Tomelloso, en Ciudad Real, con un visado de turista para tres meses, la fórmula más común de emigrar. Y en el comienzo de su estancia, también en el trabajo más extendido entre la comunidad latina, el servicio doméstico. Esos fueron los meses más duros para Rosalía. La distancia y la separación de su familia le hicieron desplegar el esfuerzo máximo para hacerse con los ahorros necesarios y preparar el viaje de Marcos y sus hijas. A los siete meses de la llegada de Rosalía, el resto de su familia ya viajaba hacia España.

La reunificación familiar fue un alivio y la decisión de cambiar Tomelloso por Donostia, a los quince días de llegar Marcos, un acierto definitivo. «Pudimos regularizar la situación de Marcos gracias al trabajo que le facilitaron en una empresa de limpieza en la que lleva ya cuatro años. Con ello, realizamos el reagrupamiento de las niñas en su visado y, aunque mi situación seguía siendo irregular, todo contribuyó a una mayor tranquilidad», explica Rosalía. Ella logró el permiso de residencia en la última regularización decretada por el Gobierno con el contrato de trabajo que le ofrecieron en la casa donde trabaja.

«Todo va bien ahora. Estamos hasta demasiado contentos de cómo nos van las cosas. Por el trabajo, por las gentes con las que nos relacionamos que nos han acogido muy bien, por cómo vivimos aquí, porque nuestras hijas se han adaptado estupendamente», dice Marcos.

Son conscientes de que cuando llegaron en situación irregular las dificultades fueron máximas para salir de ella y encontrar nuevas expectativas, «pero así funcionan las cosas. Ahora todo es más sencillo. Puedes hacer planes de futuro, puedes pedir créditos…, algo que la gente hace con naturalidad pero que en situaciones como las nuestras son complicadas. Y muchas veces de ellas dependen muchas cosas».

Marcos y Rosalía siempre han tenido el deseo de volver a su país. «Bueno, en este momento estamos un poco revisando ese pensamiento. En realidad, hemos regresado recientemente de Ecuador, de visitar a nuestras familias y ese contacto, la alegría de las niñas con sus abuelos y el resto de los niños, nos han removido un poco las entrañas, nos han ablandado el corazón y tenemos deseos de regresar antes», comenta Rosalía.

Marcos también comparte la misma idea de la que es su esposa desde hace poco más de un año, «aunque habrá que esperar que pase un tiempo y analizar de nuevo todo con mayor frialdad».

Ahorrar y ahorrar

En los cuatro años y medio que llevan aquí gran parte de sus esfuerzos los han dedicado a ahorrar. «Para una gran parte de los ecuatorianos que emigran, el objetivo principal es encontrar un mejor modo de vida y regresar y hacerse una vivienda propia». Marcos y Rosalía disponen ya en Ecuador de una casa que tienen prácticamente terminada y a la que en un futuro, que ellos estiman que pudiera ser entre seis o siete años, podrían estar en disposición de regresar.

Confiesan que en sus casi cinco año de estancia en España jamás han tenido ningún problema por su condición de latinos, o por la tez morena de Marcos, «aunque tuve un pequeño percance sin importancia. Pero en eso también está la educación y el carácter de cada uno. Si lo dejas pasar, si no te envuelves en conflictos, si eres respetuoso con la gente y si te adaptas a las costumbres de allá donde vas, la gente te devuelve también ese respeto».

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