Del Director.
Canarias 7, 12-06-2006
Canarias acude rauda y veloz a Bruselas para dejar constancia de su espíritu solidario y sus ganas de participar en los planes de cooperación que la Comisión Europea tiene en cartera para los próximos años. El presidente Adán Martín despliega su diplomacia ante el Colegio de Comisarios y regresa con el mensaje preñado de buenas intenciones de que así echaremos una mano al desarrollo de países cercanos y aliviaremos un subdesarrollo que es la causa principal de la salida masiva de miles de personas que se convierten en inmigrantes irregulares en nuestras costas.
Hasta ese punto, casi todo perfecto. Ahora vale la pena echar una mirada al pasado más reciente y preguntarse dónde ha estado esa apuesta por la cooperación en los años precedentes. Pero no nos detengamos sólo en el capítulo de las aportaciones públicas al desarrollo de los países más necesitados, un capítulo que ya sabemos que no alcanza ni el 1% del volumen de nuestra economía; preguntémonos por cuál ha sido el trato dispensado a las empresas privadas que han tenido la osadía de dar el salto a esos países para, en primer lugar, hacer negocio – cosa lícita y muy necesaria para todas las partes – y, en paralelo, generar y distribuir riqueza en esos mercados.
Uno se pregunta si tanta solidaridad sobrevenida no es consecuencia de que ahora ya sabemos que las grandes potencias mundiales se interesan también por África. Es el caso de Estados Unidos y China, que han hecho una lectura geoestratégica de ese continente y empiezan a ejecutar ambiciosos planes de inversiones en la costa atlántica del que tradicionalmente ha sido el continente olvidado. En ese contexto, lo fácil es que las administraciones canarias se suban al carro para ver si, de paso, esta nueva versión del Plan Marshall nos deja unos euros por el camino.
Ojalá se materialice ese escenario pero, mientras tanto, Canarias debería – deberíamos todos – hacer examen de conciencia sobre cuál fue su comportamiento en un pasado no muy lejano cada vez que alguien apostaba por mirar hacia África con ojos de inversor. El hoy presidente del Congreso de los Diputados y entonces comisario comunitario, Manuel Marín, seguro que recuerda cómo se recibieron unas palabras suyas apelando a la cooperación con África. Fue a finales de los años 80 y todavía le pitan los oídos ante los insultos recibidos.
Conclusión: la avalancha de pateras y cayucos nos han abierto los ojos; nos han internacionalizado a la fuerza y los gobiernos, los mismos que antes demonizaban.
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