«Pagué 1.500 euros para montar en la patera; aquel día me jugué la vida»
La Verdad, 12-06-2006Abdou Seboe se afana en mostrar al comprador un par de zapatillas. Es un día apacible, el sol invita al optimismo y una musiquilla alegre impregna el aire de jirones llegados de muy lejos, del África negra y profunda. Abdou está hoy relajado y feliz en su pequeño tenderete del mercadillo de San Esteban, en Murcia. Por fin puede estarlo. Ha tardado dos años y medio en llegar a esta apacible escena costumbrista. Todo comenzó en una playa de Kalare, una ciudad costera de Senegal que mira al océano, y a Canarias. Allí, con los ojos fijos en las aves que subían hacia el norte, pasaba las horas muertas Abdou. Eran los días de paro forzoso, por la crisis económica. «Era mecánico de coches; me gustaba, me entretenía. Pero sólo cobraba cuando tenía algo que reparar. Ganaba poco, no pasaba de 100 euros al mes». Una miseria para el lector español, pero una cifra no muy lejana a la del resto de compatriotas. En Senegal, el sueldo medio se sitúa en unos 150 euros mensuales. «Allí no había futuro; sólo paro. Decidí venir a España, y todos me apoyaron». Abdou Seboe tiene unos padres y un hermano allá en Kalare, suspirando, en su pequeña y modesta casa de pescadores, por el porvenir de Abdou. Un futuro que quizá algún día pueda ser también el suyo. «No les he vuelto a ver, y me fui de allí hace dos años y medio», cuenta Abdou, que tenía entonces apenas 20 años.
Un buen día lo preparó todo. Un pequeño macuto y 1.500 euros para pagar el pasaje en el cayuco. Los ahorros de toda la vida destinados a que una mafia le dejase un ínfimo hueco en una barcaza podrida, a merced de las horas. «Yo tuve suerte, porque pude ir en coche desde Kalare hasta el punto desde donde cogí el cayuco, en el Sáhara marroquí. Fueron cuatro días de viaje», cuenta. Otros, sin embargo, van a pie, y los ladrones de caminos acaban con sus sueños en mitad del desierto. La patera tardó diez horas en llegar a Fuerteventura. Una noche larga y fría. «Llegué tiritando; nos recogió una patrullera de la Guardia Civil y me llevaron directo al hospital. Después, estuve en un centro de acogida». De allí, un avión lo trasladó a San Javier. «Aquí tenía a un amigo, así que me fui a su casa después de pasar por el centro de Sangonera. Tuve mucha suerte, porque muchos compatriotas viven y duermen en los parques».
Pero Abdou tenía una deuda que pagar. Los ahorros familiares ya habían sido dilapidados, pero no era suficiente. Durante dos años, vendió CD en el top manta. Saldó su deuda y sobrevivió sin papeles. El proceso de regularización, el año pasado, fue su tabla de salvación. Ahora, sueña en poder ir de vacaciones a Kalare y pisar de nuevo la arena de su playa.
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