Hogares ajenos al siglo XXI

Cerca de 5.000 personas viven en la actualidad en Andalucía en chabolas o viviendas prefabricadas. El Vacie, en Sevilla, es el asentamiento más antiguo de la Comunidad

Diario Sur, 11-06-2006

DOS mujeres sacan de una casa prefabricada una cama de matrimonio y la dejan junto a la puerta, en una calle sin aceras ni asfalto. Trozos de cemento, cosidos durante años al albero con mayor o menor destreza, intentan nivelar un terreno que por algo lo llaman ‘La zanja’.

La colcha y las sábanas, que cubren el catre con pulcritud, preñan de alegría una esquina que tendría motivos de sobra para la tristeza. Terminado el traslado, las dos mujeres miran de reojo al visitante y retoman la conversación con otras vecinas que pronto harán el mismo movimiento en sus dormitorios.

Una ausente primavera sevillana está dejando temperaturas nocturnas que rondan los 30 grados en estas fechas. Si esta flama sale indemne de su batalla contra aires acondicionados y persianas en el resto de barrios de la ciudad, aquí, en El Vacie, la solución es cubrirse con las estrellas como único manto y esperar que la intemperie alivie el sofoco.

Y se sienten privilegiados. Porque si unas 90 familias tienen que soportar estas temperaturas entre la madera y la fibra de cristal de sus casas prefabricadas, otras 60 se enfrentan a la chapa y el chapón de sus chabolas, donde además no hay agua corriente. El Vacie es el asentamiento más antiguo de Andalucía. Lleva en pie, según sus moradores, 73 años.

Un informe especial del Defensor del Pueblo – que sirve este mes como referencia en debates de varias comisiones del Parlamento andaluz – llega a una primera conclusión ilustrativa: «Ocho años después de que se aprobara el Plan de Erradicación del Chabolismo en Andalucía (1997), la presencia de asentamientos de esta naturaleza continúa siendo parte de la realidad social de la Comunidad».

Un hecho que se hace más evidente en las grandes ciudades como Sevilla y Málaga, pero que no es ajeno a ningún rincón de esta comunidad autónoma. De hecho, varias organizaciones no gubernamentales calculan que unos 5.000 andaluces habitan en algún tipo de infravivienda.

Y una de las primeras cuestiones que aborda el trabajo realizado por el Defensor del Pueblo es, precisamente, delimitar la línea que divide, al menos en teoría, a una infravivienda de una chabola.

Definición

Los técnicos que lo han elaborado entienden que dicha frontera no se divisa de manera nítida. Incluyen en el mismo apartado a los alojamientos que autofabrican sus moradores empleando materiales de desecho de obras, plásticos, tablas de madera, chapas, uralitas junto a las viviendas prefabricadas.

La razón por la que no distinguen entre unas y otras es porque éstas últimas fueron concebidas para dar una solución provisional y transitoria pero, finalmente, se convierten en lugares donde la misma familia llega a residir más de diez años. El paso del tiempo las va deteriorando hasta que, en algunos casos, ya no llega a distinguirse de una chabola.

Los más 1.200 habitantes de El Vacie tienen una especial conciencia de barrio. Recuerdan, con cierto orgullo, las veces que se han manifestado frente a la Casa Consistorial de Sevilla o han organizado manifestaciones por los alrededores, con fuerte represión policial, recuerdan. Un 90 por ciento de sus componentes son de etnia gitana y el diez por ciento, paya. La convivencia entre ellos es excelente dentro del barrio, algo que no ocurre con las personas de los núcleos colindantes.

‘Muro de la vergüenza’

Una de las fronteras más claras la marca el bautizado como ‘Muro de la vergüenza’. Se trata de una colina artificial que el Ayuntamiento hispalense creó en 1992 alrededor del asentamiento para que éste no ‘distrajera’ la atención de los visitantes a la Exposición Universal del 92.

‘El Gordo’ y ‘El Pelo’ llevan más de 30 años en el El vacie. Ambos son my respetados por sus convecinos y hacen las veces de jefes de distrito. Ahora conversan cerca de la tapia del cementerio de San Fernando, la segunda barrera que marca este peculiar barrio. Entre las chabolas y el camposanto discurre la antigua carretera de Brenes, por donde ya no transita nadie. Su aspecto actual es el de uno de esos vertederos ilegales que tanto persigue la Junta de Andalucía.

Y es que a falta de otro lugar mejor o más cercano – el contenedor más próximo está a unos 700 metros – , los que viven en este asentamiento tiran allí los desperdicios y basuras. Ellos mismos las queman para intentar menguar los malos olores o posibles males mayores. Cada tres meses, según explican, una excavadora y una cuadrilla del servicio municipal de limpieza retiran los desperdicios.

Son los únicos funcionarios o empleados que ven por allí – sin contar a la policía – , porque es un lugar ‘prohibido’ para carteros, fontaneros, jardineros, albañiles – en una de las rotondas de entrada hay tres palmeras que también han aprendido a sobrevivir sin ningún tipo de mimo – y personal de Telefónica. Hoy, los cables que instalaron como muestra de que la sociedad de la comunicación llegaba a todas partes sirven como soporte para decenas de pares de zapatos que cuelgan de ellos. Estos hogares están lejos del siglo XXI.

Paro y delincuencia

«Si alguien se pelea en otra parte de Sevilla, dicen el nombre de la calle y el de las personas; cuando alguien que vive o ha vivido aquí se mete en líos, dicen rápidamente que ha sido en El Vacie», se queja uno de los vecinos. La fama en Sevilla es que se trata de un foco de delincuencia, aunque los que viven allí dicen que menos del diez por ciento de sus habitantes se pueden considerar delincuentes. ¿La droga? Existe, pero apostillan que menos que en otros barrios.

Lo que sí hay es mucho paro. Más del 90 por ciento no tienen trabajo y se buscan la vida en la venta ambulante o recogiendo chatarra. «Mi papa y yo salimos de madrugada a buscar chatarra y a veces sacamos 30 ó 40 euros al día, pero otras veces, nada», comenta un joven.

Más del 90 por ciento de los niños que viven aquí están escolarizados. Cuatro autobuses llegan cada mañana para trasladarlos a distintos centros educativos, pero muchos van casi vacíos a causa del absentismo escolar. Y es que menos del 15 por ciento prosigue estudiando tras la enseñanza obligatoria.

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