Resulta inquietante la unanimidad de las parrillas catódicas en la información global sobre el Covid. Mucho drama italiano, más hecatombe norteamericana. Apenas una pincelada acerca de lo que está sucediendo en el país que prometía un escenario de catástrofe. Me refiero a Grecia. Tras la crisis de la deuda su sistema sanitario estaba en quiebra. La carencia de equipamientos limitaba sus unidades de cuidados intensivos a 580 para todo el país –menos de la mitad de la media europea–. Sumemos una población envejecida y miles de migrantes en sus campos de refugiados. Pues bien, desde el inicio de la pandemia acredita la menor tasa de mortalidad de Europa –ocho fallecidos por millón– frente al tétrico récord establecido por España –460–: la mayor del planeta.

El milagro griego se puede interpretar desde la metafísica –Zeus mediante– o remitiéndonos a los hechos –Facts–. Vayamos con ellos. Julio de 2019, el partido Nueva Democracia liderado por Kyriakos Mitsotakis se impone por mayoría absoluta al Syriza de Alexis Tsipras. ¿Tendrá algo que ver con el apagón mediático al respecto? Sigamos con los hechos.

26 de febrero de 2020: se detecta el primer caso de coronavirus. Inmediatamente se decreta la cuarentena, se suspenden las celebraciones de carnaval y todas las manifestaciones públicas. 8 de marzo, todavía sin registrar ni una sola víctima mortal se cierran escuelas, restaurantes, centros comerciales, cines, museos y sitios arqueológicos. Diez días antes de que la OMS decrete la pandemia, Grecia establece un gabinete de crisis, dobla el número de UVI y multiplica las medidas de inmunidad colectiva. El plan de choque concentra el gasto en la emergencia sanitaria, proveyéndose de equipos avanzados antes que ningún otro país de Europa. 15 de marzo, ya sin un alma en sus calles y el 80% de su población protegida, el ministro de Gobernanza Digital activa un sistema de consultas virtuales que evita el colapso de la administración y de los hospitales. Hoy Grecia llora un centenar de víctimas frente a las más de veinte mil que acreditamos nosotros. Las claves: sentido de la anticipación, reactividad total y eficacia frente a demagogia.

Allá por el siglo V antes de nuestra era se libraron dos batallas decisivas en Grecia, las de Maraton y Salamina. Contra todo pronóstico un puñado de griegos no sólo salvaron la Hélade, sino también su raíz, la democracia, y aun el destino de Occidente. Veinticinco siglos después nos siguen dando lecciones.