Pobrecitos
El Correo, 08-06-2006Los poderosos no se contradicen: ajustan sus verdades al lenguaje y momento. Una cosa son las organizaciones de nueva beneficencia, o sea, no gubernamentales, la caridad organizada, las galas benéficas con fotos llorosas de damnificados, y otra, muy distinta, que los pobres se organicen, reivindiquen lo suyo y se harten del olor a bota sobre sus cabezas.
Una cosa es sentirse una bellísima persona pagando un salario casi normal a la niñera boliviana y otra muy distinta que su país nos tire por los suelos las acciones en Bolsa.
Pobrecitos los hambrientos del Tercer Mundo. De ellos será el reino de los cielos, porque el de la tierra pertenece a las almas compasivas que contemplan su miseria en las imágenes, sin olor ni sabor, ofrecidas por los medios de comunicación. Esos pobrecitos cuyos países fueron arrasados y expoliados por la codicia de los poderosos y la complicidad de nuestra falsa prosperidad.
Pobrecitos los desesperados que cruzan en barcazas un océano, pueden dañar la tranquilidad de los turistas que sólo pretendían darse un bañito y se tropiezan con sus descalabrados cuerpos. Habrá que tomar medidas, policiales, levantar muros y alambradas. Muros bíblicos como el de Jerusalén o la frontera de EE UU con México. Y claro, mandar a unos cuantos generosos iluminados a sus lugares de miseria para lavar nuestra conciencia.
Pobrecitos los ignorantes del mundo miserable, que ni siquiera conocen nuestro maravilloso sistema democrático y apenas les resta fuerza para arrastrar su desolación.
Pobrecitos los niños pobres del mundo agonizante, que sirven como carne fresca y llorosa para la lujuria de los aburridos pervertidos de nuestro mundo. Es necesario que la Policía los persiga, lo justo para no desmadrar el mercado de carne joven capaz de mantenerse sin necesidad de frigoríficos, por pura reproducción animal.
Pero, claro, cuando en esos mundos ponen en práctica las mismas leyes democráticas que tanto esfuerzo nos costó implantar (dictadores, picanas, armas y otros esmerados esfuerzos), y van y nos pretenden largar de sus codiciados tesoros… ¿Eso no, que una cosa es la caridad y otra la justicia! América Latina ha seguido nuestros consejos y elegido su futuro en las urnas. ¿Un escándalo!
Si la desesperación no se instalase en sus poblados, no necesitarían cruzar fronteras y océanos; se terminaría el problema policial, la construcción de muros y alambradas, la vigilancia costera… Y las niñeras silenciosas y sacrificadas, claro. Somos bellísimas personas siempre que nuestras carteras no sufran ni un ligero temblor.
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