Del Director. De nuevo, la doble vara de medir

Canarias 7, 07-06-2006

La secretaria de Estado de Inmigración, Consuelo Rumí, está muy preocupada por lo que sucede en Salt y Cassá, dos pequeñas localidades de Girona (antes Gerona). Resulta que las autoridades municipales y regionales (perdón, nacionales, que estamos hablando de Cataluña) han puesto el grito en el cielo porque Salt y Cassá han acogido a un par de centenares de inmigrantes irregulares rebotados desde Canarias, esto es, personas que llegan a las Islas en pateras o cayucos y que, ante la imposibilidad de repatriarlos y la imposibilidad, también, de mantenerlos más tiempo retenidos, son enviados a diferentes puntos de la Península y abandonados a su suerte.


Rumí, en un gesto que la honra, se ha comprometido a reunirse con las autoridades catalanas y analizar el impacto social que tiene tanto inmigrante subsahariano paseando por Salt y Cassá. Lo hace después de que las autoridades catalanas hayan puesto el grito en el cielo, lo que se ha traducido en un aluvión de teléfonos que se han descolgado con celeridad en la Generalitat y han sonado en La Moncloa.


Lo que le falta al gesto de Rumí para ser completo es que también muestre su sensibilidad con Canarias, donde igualmente estamos preocupados tras contemplar las imágenes de las tiendas de campaña habilitadas, cual campo de refugiados, en las instalaciones militares de La Isleta. Aquí pasan los días y pasan las noches y los irregulares los cuentan en literas plegables habilitadas por un Ejército que no está para patrullar el litoral y sí para repartir bocadillos entre los inmigrantes. Aquí pasan los días y las noches y todavía seguimos esperando que algún miembro del Consejo de Ministros se dé un salto para sentarse con las administraciones que, de una u otra manera, también tienen mucho que decir en este drama, como es el caso del Gobierno de Canarias y los cabildos – estos, sobre todo, en las islas no capitalinas – . En La Gomera, por ejemplo, seguro que les encantaría que Consuelo Rumí se interesase por ellos con el mismo ardor que le ha puesto a los casos de Salt y Cassá.


Es bueno que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, elogie a los herreños por su gesto hospitalario ante la llegada de casi un centenar de irregulares en un cayuco, como hizo la pasada semana en el Debate del Estado de la Nación. Eso demuestra sensibilidad y velocidad de reflejos, pero en paralelo tiene que aplicarse la misma vara de medir que a Salt y Cassá. Disponer de dos varas en función del idioma de quien telefonee a La Moncloa no parece que sea un modelo de talante a repetir.

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