Infancia vulnerable
La autoestima es lo primero que pierden los hijos de las familias vulnerables
La Vanguardia, , 24-02-2020Barcelona, 23 feb (EFE).- El Centro Socieducativo de Poblenou de Barcelona, que gestiona la Fundación Pere Tarrés, es una especie de hogar-escuela, una gran familia que, sin sustituir a los padres biológicos de los menores, se encarga de reparar todo aquello que la situación de pobreza y vulnerabilidad les ha dañado, empezando por su autoestima.
La directora de este centro, Cristina López, recibe a Efe en una visita a este equipamiento, situado junto a la parroquia del Sagrat Cor de Jesús, en el barrio de Provençals, una zona limítrofe con el distrito tecnológico 22@ que está transformando su urbanismo y su fisonomía social: mucha inversión inmobiliaria, pero muchas barracas donde malviven familias en los descampados aún por edificar.
Este centro socieducativo atiende a 219 menores, 123 niños y 96 niñas, desde los 0 a los 16 años, hijos e hijas de 136 familias en situación de vulnerabilidad, algunos porque viven en asentamientos irregulares, la mayoría porque sus padres no tienen trabajo, otros porque sus progenitores sufren trastornos de salud o adicciones, muchos migrantes.
Doce profesionales, entre educadores sociales, profesores y psicólogos, y una veintena de voluntarios se encargan de atender, de 9 a 20:30 horas a los menores y también a sus familias, siempre en estrecho contacto con los servicios sociales del Ayuntamiento, con los colegios donde están escolarizados los menores y con los responsables de atención a la infancia de la Generalitat.
López explica con pasión la labor del centro: “dar apoyo integral a los menores”, desde brindarles un refuerzo escolar hasta atender sus necesidades emocionales, darles de desayunar o merendar, escucharles y, sobre todo, reparar su autoestima “que es lo primero que pierden”.
“Cuando un niño va a clase y no puede explicar, como sus compañeros, que el fin de semana ha ido de excursión, al cine o a esquiar con sus padres, cuando no puede comprarse un disfraz para ir de carnaval o cuando sienten vergüenza y ocultan las penurias de su casa, el menor acaba sintiéndose peor que los demás, pierde su autoestima y eso es lo peor”, explica López, educadora social, impulsora y alma mater del equipamiento.
En este centro socieducativo, uno de los dos propios que tiene la Fundación Pere Tarrés en Barcelona y que forma parte de los 28 adheridos que agrupa en Cataluña y Baleares, todo está ordenado y estructurado: una sala para atender necesidades psicológicas, otra para estudiar, una aula con ordenadores, otra para los alumnos de primaria e incluso otra para bebés de 0 a 3 años, donde también atienden a sus madres.
López resalta que cada niño y cada familia recibe una atención personalizada. En las puertas de cada habitación-aula figuran los nombres de los niños y niñas que participan en cada actividad.
Una de ellas esta semana ha sido confeccionar disfraces para participar en las actividades de carnaval “porque la mayoría de familias no pueden comprarlos”, recalca López mientras aparece uno de los monitores probándose un original disfraz de pingüino hecho con una bolsa de plástico negra y complementos de cartulina.
El centro socieducativo no sólo tiene aulas, también una cocina, un patio con una cancha de baloncesto donde intentan evitar que niños y niñas se sometan a los roles de género, un gran baño adaptado e incluso duchas, porque ofrecen a algunos padres que no tienen aseos en sus infraviviendas que puedan ducharse y cambiarse de ropa.
“Ver a sus padres desaseados causa desasosiego en los niños, ver contentos y animados a sus progenitores aumenta mucho su autoestima”, indica la educadora.
La responsable del centro, que tiene a 70 niños en lista de espera para entrar, es consciente que el bienestar de los padres es fundamental para que también estén bien sus hijos y por eso también atienden las necesidades de las familias, la mayoría inmigrantes .
“Ayudamos a las familias hacer trámites administrativos porque muchos se tienen que hacer por internet y ordenador y ellos no disponen en sus viviendas, les llegan avisos de desahucio y no entienden el lenguaje administrativo o judicial, o nos explican los problemas que tienen. A veces hay discusiones entre el matrimonio y tenemos que mediar. Otras, las madres, sobre todo, acuden para explicar sus preocupaciones”.
En los numerosos casos en que las familias se ven abocadas el desahucio por falta de ingresos con los que pagar el alquiler, el centro comunica la situación a los servicios sociales municipales, igual que hace cuando sospecha que hay ilícitos en el seno de la familia, ya sean maltratos o modus vivendi ilegales.
El centro, que funciona desde hace 5 años, ha decidido abrir un espacio también para atender a las madres embarazadas para ayudarlas a empoderarse y que puedan ofrecer cariño a sus bebés desde la gestación y lo lleven de forma saludable.
“Las necesidades son muchas y los recursos no tanto”, lamenta López sin perder la sonrisa de quien se siente feliz por el trabajo que hace.
Muchas empresas colaboraron en poner en marcha el centro, desde cediendo los alicatados o los baños, hasta haciendo gratis la instalación eléctrica, y la Fundación Social de La Caixa también aporta económicamente.
Sobre el hecho de que el centro sea de una fundación católica, López señala que “aquí no miramos la religión, celebramos el Ramadán y el Año Nuevo Chino” y no han encontrado reticencias en familias que profesan el Islam u otras religiones.
El centro es como “una gran familia, aunque no pretendemos sustituirla. Las decisiones siempre las toman los padres”, subraya López, que se felicita por el 80% de los casos de éxito que tienen y lamenta el 20% de las familias que, por un motivo u otro, dejan de traer a sus hijos al centro.
“Yo creo que al menos tres de los jóvenes que estamos atendiendo ahora llegarán a la universidad, !y con buenas notas!”, comenta orgullosa.
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