Más 'sin papeles'
La Vanguardia, 05-06-2006LAS oleadas de inmigrantes subsaharianos sin papeles que, aprovechando el buen tiempo, están estos días llegando a España a través de Canarias están poniendo a prueba a los servicios del Estado y ocasionando serios problemas a las autoridades y a la población de las sociedades que son receptoras de estas personas. La comunidad canaria y algunas otras zonas adonde son trasladados numerosos grupos desde las islas, como es el caso de Salt y Cassà de la Selva, en Girona, que sufren directamente las consecuencias del fenómeno, exigen con razón la atención de todos y las soluciones del Gobierno.
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La inmigración de los países pobres a los ricos es un fenómeno contemporáneo que enraíza sus causas en las enormes diferencias entre territorios y en la globalización, a través de la cual se ejerce de efecto llamada. Se trata de una cuestión que afecta a todos los países ricos que tienen fronteras o están próximos a zonas depauperadas, como es el caso de Estados Unidos y México, o como es el de España e Italia con respecto a los países del Magreb y el África subsahariana. No es éste un fenómeno nuevo, pero sí que va en aumento. España, por ejemplo, que ha sido un país tradicionalmente exportador de población, se ha convertido desde hace unos 15 años en un país receptor de forma geométricamente progresiva. Hace apenas quince meses que fueron regularizados 573.270 inmigrantes, y ahora se calcula que los sin papeles vuelven a rondar la cifra del millón de personas en nuestro país.
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La pregunta que se hacen hoy gobernantes y expertos es cómo poner coto a ese fenómeno. La respuesta es que no hay solución si no es global. La experiencia vivida en España últimamente es muy significativa. Tras sufrir durante años una gran presión inmigratoria procedente del norte de África y de Marruecos, parece que aquélla se ha frenado gracias a políticas combinadas de prevención, mediante acuerdos políticos y económicos con Rabat, y de represión, como son un efectivo obstáculo en forma de vallas en Ceuta y Melilla y controles policiales marítimos más eficaces.
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Pero en las circunstancias del mundo globalizado es muy difícil que un país, por sí solo, logre poner freno al fenómeno. Cuando el flujo de la inmigración ha encontrado dificultades en Marruecos, éste se ha desplazado más al sur, a la costa mauritana y a la senegalesa, que es de donde procede hoy el problema. Se da además la circunstancia de que la inmigración está formada por los jóvenes más activos y formados, los cuales se pueden pagar el costoso y arriesgado trayecto oceánico, con la sangría que supone para su país.
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España cuenta con el apoyo de la Unión Europea para reforzar los controles oceánicos de las oleadas que llegan a Canarias desde la costa occidental africana, pero no es suficiente. Como se ha visto, se puede frenar, pero sólo momentáneamente. Por tanto hay que insistir en la búsqueda de soluciones globales (políticas, diplomáticas, económicas y sociales), a escala europea y de organismos internacionales. Pero al mismo tiempo, el Gobierno tiene que actuar con decisión para reducir los altos costes que provocan esos aludes en zonas como Canarias y no cerrar los ojos ante desequilibrios provocados en aquellas áreas, como Salt y Cassà de la Selva, adonde son trasladados numerosos grupos de sin papeles.
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