HOLOCAUSTO Y REVISIONISMO HISTÓRICO
Diario Vasco, , 03-02-2020El 75º aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz ha coincidido en el tiempo con el auge del ultranacionalismo de la mano del partido Alternativa para Alemania, y el reciente aumento del número de ultras en las filas del Ejército alemán. Hasta el punto de que el presidente del Servicio de Contraespionaje alemán ha reconocido la existencia de un gran número de miembros sospechosos de tener una ideología totalitaria, racista y antisemita dentro de los llamados Comandos de Fuerzas Especiales, su tropa de élite. Este ascenso de la extrema derecha no es nuevo. Como tampoco lo es su correlato en el ámbito de las ciencias sociales. Y es que la Historia no ha estado al margen de las disputas ideológicas que se han generado en torno a los campos de concentración. Al calor de estos debates, ha surgido una corriente historiográfica que ha enredado la cuestión con la pretensión en ciertos casos de negar lo evidente, la existencia de los campos, y en otros con la de intentar sembrar dudas sobre su naturaleza. Es la mal llamada ‘escuela revisionista’, un conjunto heteróclito de autores derechistas, racistas y filonazis que vienen negando la realidad del genocidio.
Revisar es una actividad necesaria para todo historiador. Implica una reevaluación constante de los postulados vigentes sobre diversos temas históricos. Esto es así porque la ciencia histórica se encuentra en un proceso de permanente revisión, pues ninguna verdad es definitiva y siempre es posible encontrar pruebas que cuestionen la versión oficial de un periodo o momento histórico. Pero una cosa es revisar y otra muy diferente el revisionismo. El revisionismo niega los principios básicos relativos a una verdad histórica. Y lo hace, no acudiendo a las fuentes primarias, sino a las secundarias que elabora con originalidad. Tampoco partiendo de preguntas, sino de seguridades y presunciones. Elude la técnica del historiador magnificando datos irrelevantes, inventando otros, o tomando la parte por el todo. O acudiendo a interrogantes inapropiados que le conducen al punto de partida, que no es otro que a confirmar sus prejuicios. No matiza, simplifica. Y al simplificar, la imparcialidad, que debe ser una cualidad inherente al historiador, queda en entredicho. Para el historiador Vidal-Naquet, el revisionismo es una operación político-ideológica negacionista que trata «de sustituir la insoportable verdad por una mentira tranquilizadora». El ‘negacionismo revisionista’ ha tenido un largo recorrido. Desde los primeros trabajos de los años 50, pasando por la obra del historiador británico D. Irving y culminando con el congreso mundial de 2006 que, auspiciado por el régimen iraní y bajo el título ‘Revisión del Holocausto: una visión global’, pretendía poner en cuestión algunas de las verdades indubitables que la historiografía ha sido capaz de establecer. Pese a su escaso valor historiográfico y sus claras motivaciones políticas presentistas, sus cantadas conclusiones resumen las posiciones adoptadas por los revisionistas en esta cuestión. Para estos historiadores de extrema derecha, el Holocausto simplemente no existió. Para argumentarlo, echan mano de los consabidos pretextos: la ausencia de una orden secreta y firmada por Hitler, los eufemismos administrativos utilizados para camuflar el genocidio en textos oficiales, la imposibilidad de funcionamiento de las cámaras de gas durante parte del tiempo supuestamente operativo o la sobreestimación de la población judía. Aunque las cifras exactas de la masacre son casi imposibles de perfilar, en virtud de las destrucciones documentales inducidas por la guerra y del ocultamiento de pruebas delatoras, no cabe duda de que superó el umbral de los cinco millones de víctimas mortales. Algunos historiadores fijan la cifra en cerca de seis millones.
Es imposible negar algo que ha dejado tantas huellas. Comités internacionales gestionan cada uno de los campos. Bastantes pueden ser visitados. Los visitantes ven instalaciones-barracones, cámaras de gas, hornos crematorios, exposiciones de fotografía y documentales filmados por las fuerzas aliadas en el momento de la entrada. Los documentos y la responsabilidad de los campos se convirtieron en pieza clave de la acusación durante el juicio de Núremberg. De la documentación y los estudios se deduce que tres objetivos se proponían los campos:
a) Terror indiscriminado para hacer desaparecer a los enemigos políticos, y someter al conjunto de los ciudadanos. Entre los presos había muchas personas sin culpa objetiva, no habían hecho nada.
b) Exterminio de los judíos. Y con ellos de todos los seres con taras o pertenecientes a grupos inferiores.
c) Experimentos médicos, en los que se alcanzó una crueldad hasta entonces desconocida.
«Si el eco de sus voces se desvanece, pereceremos», escribió el poeta Paul Eluard. Los historiadores no parecen dispuestos a permitir que se desvanezca el eco de las voces de las víctimas del horror nazi.
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