Inmigración y el test xenofobia
Canarias 7, 03-06-2006(Foto: canarias7)AMPLIAR
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Es muy fácil ser antirracista cuando se encuentra uno situado a distancia del lugar en que se producen enfrentamientos raciales. Todos hemos condenado el genocidio nazi del pueblo judío, las medidas racistas del sur de los Estados Unidos o el apartheid sudafricano. Los canarios veníamos presumiendo, con razón, del carácter abierto y de la forma generosa con la que acogíamos a los visitantes que accedían a las Islas a través de puertos y aeropuertos.
La crisis de los cayucos está poniendo a prueba esa actitud de tolerancia de los canarios. En el pasado fui testigo de la aparición de fenómenos de xenofobia en Lanzarote y Fuerteventura a raíz de la multiplicación de la llegada de pateras. Ahora se está produciendo ese mismo fenómeno en las islas occidentales con la llegada de miles de inmigrantes. Dirigentes y partidos políticos, medios de comunicación e, incluso, asociaciones de vecinos transmiten mensajes de odio étnico que ponen en peligro las certezas que teníamos sobre el carácter abierto de nuestro pueblo.
Lo curioso del fenómeno de la inmigración ilegal es su escasa trascendencia en la calle. Los cayucos apenas pueden llegar por sí mismos a las costas de las islas occidentales, a diferencia de las pateras, que entraban sin ser detectadas en las tranquilas calas de Lanzarote y Fuerteventura. Tienen que ser avistadas en el mar y traídas a puerto. En cuanto tocan tierra, los inmigrantes son llevados a centros de internamiento y, desde allí, trasladados a la Península. Sólo a través de los medios de comunicación tenemos noticia de su arribada a las islas. En las calles de nuestras ciudades apenas vemos inmigrantes ilegales.
El racismo es un fenómeno irracional pero ha de ser combatido con medios racionales. Es razonable pedir que se controle la inmigración pero no lo es que dirijamos nuestro odio contra estas pobres gentes, víctimas de una situación injusta. Tenemos que exigir un alto grado de responsabilidad a nuestros dirigentes políticos y a nuestros medios de comunicación al objeto de ayudar a nuestra población a superar la escuela de odios que constituyen el racismo y la xenofobia.
En todo caso, esperamos que, con la nueva política de inmigración que, a instancias de España, está iniciando la Unión Europea, se acabe privando de base a quienes pretendan hacer del racismo y la xenofobia un patrimonio político.
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