Refugiados en tu casa
Compartir piso a través de un alquiler social es la fórmula de una ONG española para favorecer la integración de las personas solicitantes de asilo. Ya llevan ochenta mudanzas en cinco años El tiempo mínimo de convivencia es de seis meses. Propietario e inquilino deciden después si la prorrogan o le ponen fin
Diario Vasco, , 23-12-2019«Me gusta el hiphop porque puedo contar mi historia, mi vida. Solo quiero estudiar. Yo quiero estudiar. Solo eso», repite Mamadou, como si hiciera eco, mientras corrige en una libreta la letra de una canción. Es de Guinea-Bissau, de donde logró escapar con tan solo catorce años. Llegó a España después de pasarse siete dando tumbos. Es solicitante de asilo. Uno de los 54.065 que lo demandaron el año pasado. Se considera afortunado. Una española le abrió las puertas de su casa, lo que le facilitó la integración. Un grupo de entusiastas activistas importaron de Alemania hace cuatro años el proyecto de Refugees-Welcome (Bienvenidos-Refugiados), para intermediar entre desplazados y ciudadanos dispuestos a compartir su hogar bajo la fórmula de un alquiler social. Ya han conseguido hacer 80 mudanzas. Más de 600 meses de convivencia.
Los que prueban dicen que engancha. «Es una manera muy natural de abrir y ampliar la mente», asegura Pablo Suárez. «Y de trabajar por los derechos humanos a través de la acción y la experimentación», añade. Es uno de los cofundadores de la versión española. Ahora son treinta voluntarios que trabajan, principalmente, en los cuatro focos donde han conseguido montar un equipo estable: la isla de Mallorca y las provincias de Madrid y Barcelona, además de una persona que tienen implicada en Valencia. El funcionamiento es sencillo. Los refugiados se registran en su página web, al igual que los que quieren compartir su hogar. Ellos hacen de nexo y buscan perfiles compatibles. Luego dirigen las presentaciones y ayudan en la mudanza. También elaboran un seguimiento semanal. Si surge algún problema, intervienen. Si no, esperan a que pasen los seis meses, que es el tiempo mínimo establecido. A partir de ahí, el futuro ya depende de los nuevos compañeros de piso. Pueden prorrogar la convivencia o darla por terminada. «Pero no dejamos tirado a nadie. Si la persona de fuera necesita ayuda, seguimos actuando», subraya Pablo.
Esta organización no trabaja con casos en situación de emergencia, pero tampoco discrimina a los que no tienen papeles. «Disponer, o no, de un permiso de residencia solo hace referencia a una situación de regularidad o irregularidad administrativa», dejan claro. Su modelo se basa en lo que se denominó hace unos años ‘cultura de la bienvenida’. Cuando los países europeos se tornaron reticentes a la hora de acoger al cada vez mayor número de desplazados. Más de la mitad de las entradas a la Unión Europea del año pasado, 123.641 según Acnur, fueron a través de España 65.383, un 53%; el 26%, 32.497, por Grecia; y el resto, un 19%, 23.770, a través de Italia. Desde Refugees-Welcome evitan la palabra acogida «acoger, acoge el Estado», afirman. Ellos prefieren usar la expresión «solidaridad horizontal». Recomiendan el cobro de un alquiler social, nunca a precio de mercado, que se pacta previamente. Una cantidad simbólica en función de los ingresos de la persona refugiada. También, compartir los gastos cotidianos. «Es la mejor manera de que el trato sea de igual a igual. Hay quien no quiere coger el dinero. En esos casos, nuestra sugerencia es que lo metan en un sobre y se lo entreguen al final, a modo de ahorro», cuenta Pablo Suárez.
Pablo Suárez Cofundador «Nos gustaría ser una alternativa real y solidaria al mercado del alquiler»
Actualmente hay 18 hogares de estas características en activo en España. El objetivo de la ONG es llegar en cinco años a las 500 convivencias. «Nos gustaría ser una alternativa real al mercado de alquiler, una forma más solidaria que redunda en beneficios más humanos», destacan desde dentro. Para ello necesitan ampliar su red nacional. Les resulta frustrante que haya oferta y demanda por todo el territorio, pero que no se pueda conectar porque no hay equipos de voluntarios en todas las provincias. «Animo a los que sientan curiosidad a que se junten, se pongan en contacto con nosotros a través de la web y formen un nuevo grupo local. Solo se necesitan ganas y energía», explica el cofundador del colectivo en España. Incluso han editado una guía en la que detallan todos estos pasos. «Es voluntario, no cobras, pero recibes mucho a cambio», explica Izaskun. «Conocer otras vidas me ha permitido ampliar mi visión del mundo, también poner en perspectiva mis problemas, que me he dado cuenta de que son menores», apostilla.
El vínculo local
Izaskun es chilena. Desempeña el rol que en el colectivo denominan vínculo local. La persona que se encarga de presentar a las partes, que facilita la conversación y el entendimiento en los temas importantes antes del comienzo de la convivencia. También echa un cable en la mudanza. No sirve cualquier cubículo. «Es como si tú fueras el que alquilara», explica Pablo Suárez. La casa tiene que ser un espacio tranquilo y seguro. Al menos, con una habitación amueblada. «No se puede ofrecer sofás para dormir ni nada parecido. Tienen que ser unas condiciones dignas», sentencia. El tiempo mínimo que se pacta son seis meses, aunque en la mayoría de casos se amplía. Otros, en cambio, acaban antes. No han dado con la fórmula maestra. A veces se encuentran sorpresas. Quince de las dieciocho convivencias actuales son en casas de personas mayores. En 2018, más de 2 millones de ciudadanos con más de 65 años vivían solos en España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Muchos disponen de habitaciones vacías y para ellos es una forma de combatir la soledad con solidaridad. Es el ejemplo de César. Tiene 75 años y comparte su piso de Madrid con un refugiado sirio y otro senegalés. «Estamos los tres encantados. Esto es mejor que un Erasmus», explica entusiasmado.
«No he venido para quitar el trabajo a nadie: quiero estudiar»
«No he venido para quitar el trabajo a nadie: quiero estudiar»
El número de solicitantes de asilo se ha multiplicado por cinco en el último lustro. Los países de origen que más demandas acumulan son, por este orden, Venezuela, Colombia, Siria, Honduras y El Salvador. El año pasado el Gobierno resolvió 11.875 peticiones. Tres de cada cuatro fueron denegadas. En otros casos, el problema es la espera. Eurostat cifró en 127.520, hasta agosto, las pendientes de resolver. Es vital para los refugiados despejar cuanto antes la incógnita de su futuro. El sistema de acogida de asilo en España funciona en dos fases bien diferenciadas. La primera dura medio año, con un apoyo integral por parte del Ministerio de Migraciones y todas las ONG que colaboran.
La segunda, llamada de inclusión, por un periodo similar, ofrece ayudas para el alquiler y las necesidades básicas. Es aquí donde Refugees-Welcome centra su base de acción y estrategia. La tarjeta roja que obtienen, lejos de ser una amonestación como en el fútbol y otras competiciones deportivas, es un deseado documento que les permite acceder de forma legal al mercado laboral. El mejor trampolín para poder quedarse aquí y no tener que regresar.
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