«Puedo cambiar el mundo de una persona»

Diario Vasco, , 23-12-2019

Su viaje en Semana Santa al campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, frente a la costa turca, le cambió. «Quedé sensibilizada y prendada», admite. Montse, una profesora de Castelldefels, regresó con una convicción: «Sola no puedo cambiar el mundo, pero sí está en mi mano cambiar el mundo de una persona». Meses después, en septiembre, decidió recibir a una refugiada en su casa. Cumplió su promesa. La trayectoria de su nueva compañera de piso había dado un giro de 180 grados.

Montse es católica. Y eso fue clave. Refugees-Welcome buscó un perfil compatible. Prefería que fuera mujer «vivo sola y para la intimidad me resultaba mucho más cómodo», que no fumara y que respetara sus creencias. Esas fueron sus condiciones. El resto le daba igual. Así llegó Reno a su domicilio. «Acertaron. Ha sido la bomba», afirma Montse para describir cómo fue la conexión entre ambas. «Antes de cenar oramos juntas. Y por la mañana nos intercambiamos un versículo. Ella me lo manda en inglés y yo en español», cuenta.

Enseguida organizaron todo. Reno paga un alquiler social y van a medias en los gastos más cotidianos. La relación ha evolucionado con el tiempo. Ahora, además de compañeras, son amigas. La cocina ha sido un territorio común, que las ha unido más. «Le encantan los huevos rellenos que le he enseñado a preparar. Ella me hace ‘dhal’ de lentejas, de color amarillo, con muchas verduras, que está buenísimo. No utiliza casi carne. Me dice que allí es un artículo de lujo», explica. Apenas se ven porque el trabajo de Reno en el supermercado la ocupa todo el día. «Desde que vive con una española, me cuenta, la respetan más». En este tiempo le ha visto mejorar. «Cuando llegó, dormía con la luz encendida. Por miedo», relata. «Ahora en lo que más me insiste, cuando le pregunto, es en que se siente segura, que está tranquila. Ya casi no enciende las luces por la noche», cuenta. Atrás dejó un pasado traumático. Su familia pudo darle la oportunidad de abandonar Pakistán. Tuvo que superar la muerte de amigos suyos, víctimas de bombas en iglesias. Quizás por eso, nada más llegar a España, lo que más llamó su atención fue «la seguridad». «Ella siempre me dice que en Pakistán todos los policías son corruptos, y aquí no percibe eso. En cambio, en algún lugar de su mente, algo le dice que este grado de seguridad no es posible en su país, que nunca llegará a estas cotas de desarrollo», explica.

Montse y Reno solo llevan dos meses viviendo juntas. Han pactado, como es norma en Refugees-Welcome, cuatro más. «No sé qué pasará cuando acabe», dice Montse. «Ella es joven y tiene por delante una vida entera por construir. Quizás quiera compartir piso con otras personas o encuentra pareja y prefiere establecerse con ella. Es normal. Pero si eso no sucede, yo no tendría ningún problema en renovar la convivencia hasta que ella sea capaz de volar por sí misma», concluye.

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