«Es convivencia, no caridad»

Diario Vasco, , 23-12-2019

El caso de Joan es especial. No quiere dar sus apellidos ni su lugar de residencia ni hacerse una foto para proteger a la persona con la que convive en su casa, en un enclave rural de la provincia de Barcelona. Hamid es un refugiado económico sin papeles de Guinea. A Refugees-Welcome le da igual la situación administrativa de las personas que demandan un hogar. Para el colectivo, este es «un caso atípico» que está funcionando bien. Llevan dos años compartiendo techo. Y Joan tiene previsto ampliar la convivencia «hasta que su camino esté despejado y sea completamente seguro».

Todo comenzó para este activista catalán cuando regresó de Grecia. «Fui terco y me dije que tenía que seguir haciendo algo», explica. Así conoció esta iniciativa habitacional. «El problema era que yo residía en las afueras de Barcelona, así que me ofrecí a recibir a personas que necesitaran un tiempo de desconexión», añade. De esta forma llegó Hamid a su casa. «Su prioridad es conseguir los papeles, como sea», relata Joan. Aquí se ha topado con el primer obstáculo. «Esta gente se ve abocada a trabajar en negro, de forma clandestina e ilegal, sin cotizar y sin derechos. No pueden delinquir si quieren los papeles. Entonces, ¿cómo se las tienen que arreglar para subsistir?», reflexiona.

Hamid salió de Conakri. Tras muchos tumbos terminó en Libia. De allí a Francia, «en un viaje que prefiere olvidar». Acabó en España después de que le detuvieran en un par de ocasiones por las calles del país galo. Le amenazaron con deportarle. Joan y Hamid enseguida conectaron. Apalabraron un alquiler social; pero si Hamid no trabaja, no tiene que pagar. Aun así, Joan cree en la efectividad del modelo. «Al compartir gastos, la convivencia es más horizontal y equitativa. No es caridad». Durante todo este tiempo ambos han evolucionado. El idioma al principio fue un problema. «Hamid se recluía en su habitación y no salía para no molestar. No se atrevía. Le tuve que decir que podía deambular libremente por todo el espacio», cuenta Joan. Él tiene claro cuál es el rol de cada uno. «El activista soy yo, por tanto, el trabajo de comprensión debe ser mío», puntualiza. Nunca han tenido problemas. Hamid le acompañó el 8 de marzo para cambiar los nombres de las calles del pueblo en el que viven por el de mujeres, en una iniciativa para empoderar el papel de la mujer en su día internacional. «Al llegar a casa me dijo que en su país incluso era peor. Llegó a esta conclusión a la que, de no haberla visto aquí, quizás nunca hubiera llegado», relata Joan.

«Prorrogaremos la estancia hasta que Hamid tenga el camino despejado»

A la espera de ver lo que sucede con los papeles, este catalán tiene claro que repetiría la experiencia en un futuro. «Igual me tomo un descanso en el asunto de las convivencias, pero no cesaré en el activismo», sentencia. «Recomiendo a la gente que pruebe la experiencia. En esta parte del mundo donde vivimos, decidimos si cenamos carne o pescado. Pero en muchas otras es como lanzar una moneda al aire, pero para saber si podrán seguir viviendo o morirán. Somos privilegiados».

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