'De tripas corazón'
Canarias 7, 02-06-2006
Todos, incluido la Unión Europea, aplaudimos con entusiasmo las gestiones que está llevando a cabo a prisa y corriendo el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Bernadino de León, en África para firmar convenios de repatriación, que permitan devolver a los inmigrantes ilegales que tanto molestan a esta parte del mundo autodefinido como civilizado.
Siento discrepar con el presidente José Luis Rodríguez Zapatero. No, no creo que tener firmados estos convenios vaya a desanimar a ese gran número de personas que se lanza al mar para buscarse una vida mejor. Cuando estos inmigrantes regresen a sus países de origen, suponiendo que realmente los acepten sin rechistar y que su procedencia sea la real, sus aspiraciones no las habrá cambiado Zapatero por la gracia divina de un papel firmado entre gobiernos. Su vida en los puntos de donde vinieron, probablemente, será exactamente la que querían dejar atrás.
La formalización de convenios sólo servirá para abrillantar estadísticas y ensalzar la gestión de un Gobierno democráticamente constituido que tiene la obligación de rendir las mejores cuentas a sus administrados cada 4 años.
Entonces, cabe preguntarse con qué tipo de gobiernos, con qué clase de altos mandatarios responsables, directos de que miles de personas huyan de los países que dirigen, está hablando el Gobierno del país al que pertenezco.
Navegando, no a bordo de un cayuco sino sobre un potente ordenador, encontré en internet algunos rasgos de los países que conforman la ofensiva diplomática de Bernardino de León, avalada por la Europa de los grandes principios. De nuevo se confirma que gran parte de esos países se desenvuelve entre guerras tribales, dictaduras, golpes de estado, regímenes militares y en general, como marionetas de los países que los colonizaron, básicamente Inglaterra y Francia.
Entonces me vino a la memoria la Constitución Europea que España mayoritariamente refrendó. En ella se permite a los países de la Unión acordar una acción exterior para, entre otras cosas, difundir los valores democráticos y los derechos fundamentales. ¿Eso es lo que estamos exigiendo a los países con los que estamos firmando los convenios de repatriación?. ¿Es la contrapartida a la generosa concesión de tantos fondos de cooperación internacional?. Si no es así, ¿estamos dispuestos a hacer de tripas corazón, igual que Bernardino de León?
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