Ilegales: "Una rebelión es inevitable y, además, necesaria"

La banda de Jorge Martínez regresa a Barcelona, más guerrera que nunca, para ofrecer un concierto en Razzmatazz

El Periodico, Jordi Bianciotto, 12-12-2019

Han pasado 37 años desde que Ilegales cantaran ‘Tiempos nuevos, tiempos salvajes’, y el rumbo del mundo no los ha llevado a rebajar el tono. Más bien a alzarlo todavía un poco más en este nuevo disco insurrecto, ‘Rebelión’, que muestran este viernes en Razzmatazz (Festival Mil·lenni). Hablamos con su líder, Jorge Martínez, recién llegado de su séptimo viaje de este año a Latinoamérica.

¿Percibe algo en el público latinoamericano que le gustaría encontrarse en España?

Yo veo que hay una reacción, pero a escala global, no solo de un país, y la causa siempre es la misma: el neoliberalismo salvaje, caníbal, que se devora a sí mismo y que ya no aporta soluciones, sino más bien problemas constantes. Hay una contestación en la calle por pura asfixia, allí y aquí. Como dice la letra ‘Mundo carapijo’, “estallan las fronteras de hambre pura”. En todos lados. Están las cosas muy revueltas a nivel global, es insostenible. Que productos europeos vayan subvencionados a África por debajo de su costo va a hacer que la población africana tenga que emigrar. Se mueven mecanismos que llevan a esta situación, y los malos son los mismos de siempre.

Ilegales pararon un tiempo hace casi una década, cuando usted montó Jorge Ilegal y Los Magníficos, banda de homenaje a las viejas orquestas de baile. ¿Qué le hizo recuperar al grupo en el 2015?

Pues que me habían salido tantas canciones para Ilegales que no podía ser de otra manera. Intenté evitarlo, no escucharlas, pero las canciones son insistentes cuando quieren venir. Son lo que realmente importa. Se da mucha importancia a los artistas, los pintores…, pero yo veo más importante la obra. ¿Y de dónde viene? Pues no lo sé. Probablemente alguien nos la dicta. Yo hasta sospecho de mí mismo. Hay una parte que tiene que ver uno, pero el entorno y los medios técnicos moldean el arte.

¿Estas canciones especialmente insurrectas, de un lugar distinto que las anteriores?

Elegí el título hará año y medio porque era previsible este momento que vivimos. Se veía venir. Está previsto que estallen las cosas: mires donde mires, está lleno de incendios. Una rebelión es inevitable y además es necesaria e imprescindible.

¿Se imagina esa rebelión en España?

Yo creo que es Europa en su conjunto la que está siendo bombardeada y dividida. Hay un gran interés en que Europa se divida. Uno de los virus a inocular son los nacionalismos, que ya se comprobaron con los Balcanes, donde se utilizó material bélico a punto de caducar. Europa quizá no sea el actor mundial más importante, pero imprime carácter al resto del mundo. España es una de esas piezas de esa Europa que se pretende dividir. Y en el Reino Unido parece que la parte más desinformada de la sociedad ha votado por separarse de Europa, a pesar de que van a depender mucho más de ella en el futuro, porque van a tener que negociar con cada país y no podrán tomar decisiones dentro de la UE. ¿Se van a echar en brazos del señor Trump? Cómo llega a ser el pueblo a veces… Van y votan a Boris Johnson, que era uno de los periodistas más torpes que había en Bruselas.

Quién le habría dicho en los años 80 que se vería defendiendo a la Unión Europea.

En 1981 escribí una canción llamada ‘Europa ha muerto’. Ya se veía que Europa iba a ser atacada. Se veía que no podía ser que países muy distintos adoptaran la misma moneda con la misma soltura, con un euro a medida de Alemania. Pero la idea es bonita, y para la geopolítica actual es indispensable. Ahí tenemos esos grandes bloques: China, Estados Unidos…

¿Cree que Ilegales habían perdido el filo, el compromiso, en etapas anteriores?

No es higiénico estar siempre en la misma postura. Hay que irla cambiando. A veces estás combativo y a veces estás dormido, pero en una ensoñación que puede producir cosas positivas. No todo es el compromiso o la torre de marfil aislada. Los dos extremos incluso son valiosos, y todos los eslabones intermedios también.

Asume toda su obra.

Sí, a mí me gusta todo. Algunas canciones más que otras, a veces dependiendo de la hora o del tiempo que haga. Lo mismo le ocurre al público. Nunca hemos hecho un disco conceptual: siempre son colecciones de canciones y ni siquiera pertenecen a la misma época. En este disco hay canciones muy del momento, pero también sale el tema de las drogas. La canción dice “si te pones, no tomes tanta, tonto”. Las drogas son una constante en la historia.

Esta canción, ‘No tanta, tonto’, puede parecer moralista. ¡A estas alturas!

No, qué va, un bueno uso de las cosas…

¿Ahora viene a decirnos que cuidado con las drogas?

Ya, después de habernos puesto hasta arriba de todo… No, no. A ver, yo no aconsejaría a nadie que tomara drogas, pero reconozco que las he tomado y que me han sentado bien casi siempre. Pero a muchos amigos y compañeros de viaje no tanto. Lo digo con tranquilidad porque no tengo una personalidad adictiva.

¿Por qué quiso montar una banda de rock?

Porque el sonido me ponía loco, y me sigue poniendo. El sonido y el mensaje. Cuando salió ‘Black is black’, de Los Bravos, esa manera en que entraban el bajo y la batería… Luego, en la canción protesta decían cosas que me inquietaban, aunque la música era horrorosa. Había que hacer algo ahí. El primer disco que para mí unía las dos cosas, un buen sonido y un mensaje, fue el de un grupo catalán con nombre inglés y letras en español magníficas: Lone Star. El epé de cuatro canciones, de 1967, que incluía ‘Todo va bien’. Lo guardo como oro en paño. Poder decir cosas y con aquella contundencia… Tremendo. Con textos personales pero políticos: “Yo tengo un dueño que me hace sudar…”

Así que sus raíces vienen de mucho antes que el punk.

Es que todo el discurso del punk ya estaba en Quevedo, y mucho antes, en los grecolatinos, en Marcial y Juvenal. No era ninguna novedad. Pero los niños siempre juegan con cosas que creen que son nuevas. La sátira es algo muy antiguo. Me gusta la más hiriente. Hay que ser fuerte. Lo bueno del punk es que barrió todo aquello en lo que se había convertido el rock: un ejercicio de virtuosismo que no iba a ningún sitio, con el progresivo y el jazz – rock, que era a ver quién tocaba más notas en menos tiempo y no decía nada. En los despachos de las discográficas eran aficionados a esas músicas, pero empezó el ‘hágalo usted mismo’ y generó una revolución. Las multinacionales tenían esa capacidad de decir qué sonaba y qué no, y se quedaron perplejos con la aparición de las compañías pequeñas, que editaban sus discos. Eso se consiguió en España en los 80 y no antes, en los 70 ni en los 60.

Pero Ilegales comenzaron en compañías independientes y al poco tiempo ficharon por un sello grande, Epic, de CBS.

Porque llegó un momento en que las pequeñas eran más pijoteras que las grandes. ¿Cómo puede ser? Pues sí, eran unos pijos, y decías, si va ser de esta manera, vamos a una grande, con un contrato que permitiera autogestión total. Nosotros entregábamos los discos hechos, sin ninguna intromisión. Luego las grandes absorbieron a las pequeñas por lo pijas que eran, por la pandilla de pijos que estaban ahí. Gente que se volvió más egocéntrica y repulsiva que la de las multinacionales. Que ya hay que ser, ¿eh?

Se podría pensar que ‘Rebelión’ conecta con la mala uva de sus inicios, pero hay una diferencia: entonces se vestían de nihilistas y ahora llaman a la acción.

Era un nihilismo un poco justificado por el optimismo que había entonces. Hablamos de 1982, cuando se había abolido la censura, los derechos laborales crecían, se estaba alcanzando la sanidad universal… Eso generaba una esperanza y justifica un cierto nihilismo y una cierta despreocupación. Pero ahora qué quieres, ¿confundir al público?

En 1982 podía haber la sensación de que se iba a mejor y ahora de que se va a peor.

Ahora se va clarísimamente a peor, y en parte por culpa de los artistas, por eso de ser políticamente correctos y quedar bien, ese temor a los prohibidores vocacionales que se indignan por todo, a mojarse y a decir cosas. Todo eso hace que las libertades civiles y los derechos se restrinjan. Es algo peligroso. Por eso ahora no cabe el nihilismo. Hemos despertado. De una manera paulatina o brusca, los más distraídos, pero es así. Derechos laborales que casi han desaparecido en la práctica, la ‘ley mordaza’…

¿Espera que este mensaje vaya más allá del público generacional propio de una banda con historia como Ilegales?

Tenemos fotografías de conciertos donde vemos público muy joven, con unos caretos de sorpresa tremendo, y luego atrás gente con el pelo blanco. Sí que tenemos un público rejuvenecido. Todos nuestros conciertos de este año han sido con las entradas agotadas, y es por la ampliación del público.

¿Pensaba que se dedicaría toda la vida a esto, a tocar en una banda de rock?

Yo sabía que siempre iría a tocar, tuviese éxito o no. Eso lo tenía claro.

Hace tres años sufrieron un golpe, la muerte del bajista Alejandro ‘Espina’ Blanco. Su plaza la ocupó otro miembro histórico, Willy Vijande.

Que se muera un compañero te deja… Pero el mismo día ya cogí la guitarra y toqué. La música canaliza ese tipo de emociones. Alejandro tenía muchos amigos músicos, y estuvimos hablando luego y resultó que casi todos nos pusimos a tocar en ese momento. Con Willy no paramos la gira ni paramos nada. Hay una gran verdad que es que la voz del compañero fallido suena en otro compañero. Esto es así.

¿Tienen impulso para seguir?

Los planes son seguir con lo que aparezca. A las canciones no puedes llamarlas; vienen ellas solas, si vienen. Hay alguna incluso grabada ya. Pero son caprichosas, y hay que ser muy diligente con ellas: cuando vienen hay que cogerlas y darles vida inmediatamente. Si no, se van. Es como si se enfadasen. Y no vuelven jamás. Por eso empiezo a dudar de mi creatividad y empiezo a pensar que alguien me dicta las cosas. Una amiga mía, o enemiga, me dice que parece imposible que todas esas canciones las haya hecho alguien tan cretino como yo.

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