Canela Fina. Tunte y Garachico

Canarias 7, 01-06-2006

Entre los sucesos de Tunte y los de Garachico, ambos con vecinos implicados en actos contrarios al acogimiento de menores inmigrantes, se ha echado en falta una rotunda, completa e indiscutible y solemne desautorización a cualquier actitud de tipo xenófobo por parte del presidente del Gobierno. Un sonoro puñetazo sobre la mesa, si quieren, que deje meridianamente claro a la población de estas islas que el Gobierno y la fuerza política que representa el presidente, CC, no amparará jamás actitudes contrarias a la generosidad, a la bondad, a la compasión, a la solidaridad y a la comprensión. Al respeto a los Derechos Humanos, si quieren, y si es que los sentimientos descritos ya están tan pasados de moda como la expresión amor al prójimo.

No cabe dudar de los buenos sentimientos del presidente. Ni tampoco de su voluntad de afrontar la complicada situación que vive el Archipiélago a causa de la inmigración irregular desde la responsabilidad que le confiere su cargo. Pero sí reclamarle un discurso aún más enérgico.

Si con una mano califica la situación como un problema de Derechos Humanos, de solidaridad y ayuda, y con la otra incide en el discurso de la superpoblación, de la limitación del territorio y de aquí ya no cabemos más, el pueblo canario va a permanecer confundido y no cabe descartar que lo ocurrido en Tunte y en Garachico no vuelva a pasar en cualquier lugar de las Islas.

Vencer esa tentación de arrimar el ascua a su sardina política cuando la realidad es que los que llegan en pateras no se quedan en las islas ni aumentan la tasa de población es lo único que le redimiría. Porque a veces se hace política con total impudicia – lo ha hecho el alcalde y miembro de su partido en Garachico – y a veces se hace con sordina y a la zorruna. Ambas formas son reprobables, aunque quizás es la segunda la más dañina.

En un momento como el que viven las Islas, calificado de emergencia por el propio presidente del Gobierno, quizás conviene desligar completamente las distintas circunstancias que derivadas de la inmigración irregular viven las Islas. Aparcar bondadosamente una realidad sin duda merecedora de atención, como es la llegada por los distintos aeropuertos de inmigrantes que se instalan aquí de forma irregular, para centrar la atención en el problema de África y las consecuencias que de ello se derivan para Canarias, entre las que no se encuentra precisamente ni la colmatación del territorio ni un sobrecoste importante para los servicios más allá de la atención puntual a los que llegan a las costas y la acogida y sostenimiento de los menores inmigrantes, ayudaría sobremanera a que la población tuviera claras las cosas.

Este es un reto que exige a Adán Martín hacer oídos sordos a los que reclaman mayor colaboración electoral desde su partido. Pero superarlo le hará un mejor presidente.

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