PRISMA

Seguirán viniendo

El Mundo, 01-06-2006

Llegan cientos de africanos a Canarias en condiciones terribles.Sus imágenes conmueven, ¿cómo es posible que en el siglo XXI haya personas que tengan que arriesgar sus vidas para escapar de la miseria, en un mundo que exhibe su riqueza?, ¿quién puede justificar tanto sufrimiento?


Es inhumano que mueran, y de forma tan cruel, para llegar a nuestras costas. No habría más que dejarles entrar legalmente para que esto no sucediera. Miles de inmigrantes llegan a España (incluso ilegalmente) y, afortunadamente, no mueren en el camino. Los africanos negros no son tantos. Aunque los medios los presentan casi como una invasión, de toda la inmigración que se recibe la del sur del Sáhara no constituye más que una pequeña proporción.Y no todos se quedan en España.


Sin embargo, la reacción inmediata es que hay que repatriar a estos inmigrantes y, sobre todo, frenar sus llegadas. Incluso algún político, con gran cinismo, no tiene escrúpulos en relacionarlas con los robos y la violencia. Se movilizan las autoridades regionales y estatales, y, hasta la vicepresidenta del gobierno ha ido a pedir ayuda a la Unión Europa, en un sorprendente gesto de alarma e impotencia. Se interpela a los países de origen, se culpa a las mafias que organizan los viajes, se recurre a la policía y a la Armada, cunde la alarma. ¡Que se detengan estas entradas!


Se presenta como un triunfo el aumento en el número de repatriados. Pero, ¿qué supone la repatriación? Se fuerza a los gobiernos de Africa a que la acepten a cambio de ayuda para el desarrollo, que no sirve para paliar en el corto plazo las condiciones de vida de la población: el gobierno de Senegal dice que acepta la devolución de inmigrantes a cambio de dinero para hacer pantanos… Las medidas que tomarán los gobiernos para frenar las salidas redundarán en un aumento de la miseria, la represión y un deterioro de las libertades públicas en sus países de origen. El intento de detenerlos empeora todavía más su situación. ¡Pobres seres si esperan de nosotros cierta sensibilidad a su suerte!


La inmigración es consecuencia directa de la injusticia de la economía mundial durante siglos. Para frenar la inmigración sólo hay dos vías: una, el desarrollo de estos países, que no se logra con míseras ayudas sino que requiere un cambio radical en la economía mundial, difícil de visualizar en el capitalismo global; o, si no hay puestos de trabajo, éstos disminuirían para los inmigrantes si pudieran exigir las mismas condiciones laborales que las de los trabajadores del país. Si los empresarios no pudieran beneficiarse de los miserables salarios y precarias condiciones de trabajo con las que contratan a los inmigrantes, no habría tantos puestos de trabajo para ellos (una cruel solución). Quienes quieran frenar la inmigración tendrán que mejorar las condiciones de su mercado de trabajo. De otro modo no vale lamentar la sangría humana, que no cesará, sino que será cada vez más atroz.


Porque el fenómeno migratorio no se detendrá. Mientras las condiciones de vida sean tan enormemente dispares y el primer mundo proyecte una imagen de opulencia y bienestar, los pobres del mundo seguirán arriesgando sus vidas para mejorar su suerte. Siempre dicen que seguirán intentándolo. El riesgo es alto, muchos mueren, otros quedan marcados de por vida, algunos tienen éxito, logrando un trabajo muy precario y viviendo en condiciones muy duras… Por muy difícil que pongamos el acceso a Europa, ellos lo seguirán intentando porque es el único atisbo de esperanza que les queda.

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