El nuevo barrio chino
Más de 300 almacenes y tiendas chinas se extienden a ambos lados del paseo Sant Joan por la Dreta de l'Eixample y el Fort Pienc
La Vanguardia, 21-02-2006Vecinos de la Dreta de l´Eixample y de Fort Pienc han comenzado a movilizarse ante la proliferación de comercios chinos – ya son más de 300- en sus barrios, para exigir a la Administración que les hagan cumplir las normas que se aplican a todos los ciudadanos.
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Cerca de 200 personas, cifra nada habitual en este tipo de convocatorias, respondieron el 26 de enero a la llamada de la Associació per un Eixample Sostenible y se reunieron para poner en común las cuestiones que más preocupan a los residentes de las calles que se extienden a lado y lado del paseo Sant Joan. A priori, el motivo del encuentro eran los problemas que continúa generando Bailén 22. De hecho, las pancartas (Somnis interruptus) que aún cuelgan en los edificios situados enfrente del local recuerdan la difícil convivencia con la polémica sala de fiestas. Pero enseguida quedó claro que ése no es el asunto que más inquieta a los vecinos. La preocupación y los temores van en otra dirección: el crecimiento de la colonia china y los conflictos que genera el de choque entre dos formas muy distintas de entender la vida y el trabajo.
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Durante casi tres horas de terapia colectiva, se alzaron sus voces contra la proliferación de comercios y almacenes regentados por ciudadanos chinos y contra lo que consideran un exceso de relajación de los poderes públicos en la exigencia del cumplimiento de la ley. “Tememos la desestructuración del barrio”. “Esto es Chinatown; y si nadie lo remedia, toda la Dreta de l´Eixample será suya, desde Trafalgar hasta la Diagonal”. “Empezaron ocupando las plantas bajas y ya están en los pisos de arriba”. “No podemos evitar que vengan más chinos, pero sí tenemos el derecho a exigir que sus locales funcionen con todas las garantías de legalidad”. “No estamos contra los chinos, sino contra quienes no respetan las reglas. Aquí no hay un problema de racismo, sino de cumplimiento de las leyes”… Y así una intervención tras otra, todas en la misma línea, para llegar a una conclusión: “Tenemos que organizarnos, movilizarnos, denunciar”.
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La expansión comercial china en esta zona salta a la vista, a pesar de que muchos de los locales adquiridos por miembros de esta comunidad muestran una actividad sorprendentemente baja, y algunos permanecen la mayor parte del tiempo con las persianas bajadas. El auténtico barrio chino de la Barcelona del siglo XXI es un polígono de fronteras imprecisas que va de Urquinaona a Nàpols y de Trafalgar y la estación del Nord hasta la Gran Via. Aquí se concentran más de 300 establecimientos, en su mayoría tiendas de ropa y complementos y almacenes de planta baja y subterráneo muy generosos en metros cuadrados. La presencia china es más que notable en las calles Trafalgar y ronda Sant Pere, con más de cuarenta locales de estas características cada una, pero no resulta difícil detectar la existencia de islas orientales en otros puntos del barrio. Es el caso de la calle Ausiàs Marc, entre Bailèn y paseo Sant Joan. O Roger Flor, entre Ali Bei y Ausiàs Marc, donde en una misma acera, en los bajos de unas fincas de reciente construcción que llevan el sello del arquitecto Carlos Ferrater, se suceden, sin interrupción de comercio autóctono alguno, una tienda de ropa joven, una floristería, una peluquería unisex, una tienda de reparación de ordenadores y de instalación de rótulos y anuncios luminosos, una empresa de limpieza y mantenimiento y el bar Tapa China.
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Los vecinos volverán a reunirse esta semana para seguir hablando de sus problemas con la comunidad china y definir propuestas de actuación. El 1 de marzo acudirán al plenario del consejo del Eixample para exponer sus quejas a la concejal del distrito, Assumpta Escarp, con la que ya han mantenido varios contactos. Escarp les ha recordado el principio básico del libre mercado y les ha comunicado que no está en manos del Ayuntamiento impedir que los chinos compren o alquilen los locales que entran en el mercado inmobiliario. “Se los quedan porque alguien se los vende y porque ellos pueden pagarlos”, señala la concejal, que garantiza a los vecinos que las reglas del juego se aplicarán por igual a todo el mundo. En cambio, no ve posible aceptar otras demandas, como la supresión de esta zona mayorista y su traslado a polígonos con servicios adecuados a sus necesidades, o la aprobación de un plan de usos que limite la apertura de determinados negocios en el barrio.
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Los vecinos se quejan, en primera instancia, de la desaparición del comercio tradicional del barrio. En los últimos diez años han ido cerrando bares, zapaterías, droguerías, pescaderías, bodegas, farmacias, peluquerías, fruterías. En su lugar han
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ido abriendo multitud de establecimientos regentados por chinos, que llegan con dinero de sobras para hacer frente a cualquier precio. De esto se queja Vicenç, que se gana la vida con una carnicería en la calle Roger de Flor. El propietario de la finca le ha comunicado que, dentro de un año, cuando expire el contrato de alquiler, sólo le renovará a “precio de mercado”. Es decir, pagando el triple de lo que paga actualmente, cantidades a las que, según los comerciantes de la zona, sólo los chinos pueden hacer frente.
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En el manifiesto que están preparando, los vecinos que se sienten perjudicados por la penetración china en el barrio lamentan que Barcelona esté perdiendo la “oportunidad histórica” de descongestionar el área comercial de plaza Catalunya y Portal de l´Àngel extendiéndola hacia esta parte del Eixample.
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